He perdido la cuenta de las veces que he colgado aquí esta canción. Pero es que sin duda es una de mis canciones del año, y ayer, tomándome el mejor gin-tonic que me he bebido en mi vida, me venía a la memoria y yo tarareaba... Ayer, que me sucedió algo extraordinario, increíble, deseado y hasta ahora inalcanzado...
No sé qué me deparará el 2011, pero desde luego este 2010 ha mejorado por momentos aunque haya tenido que esperar a estos últimos días de diciembre para vivirlo.
Ya que no he enviado ni una sola felicitación navideña, estaba pensando que tal vez estaba a tiempo de corregir el mal rumbo de mi sociabilidad menguante y desear al mundo mundial una buena entrada y salida de año. Pero sigue sin apetecerme demasiado enviar un email o un SMS colectivo, que ya se sabe que las nuevas tecnologías se imponen. Y en parte es porque no me apetece cribar o determinar a quién sí y a quién no, que nada me gusta menos a mí que recibir impersonales felicitaciones navideñas de gente a la que no has visto en un largo tiempo y de repente, por obra y gracia de la magia de la Navidad, aparecen en tu bandeja de entrada. Como aquél que te felicita por tu cumpleaños y una sospecha que más bien se trata de figurar en la agenda que maneja su secretaria que en su conciencia.
También descarto los propósitos de año nuevo, que al fin y al cabo con el propósito que tengo para esta noche ya me resulta suficiente.
Lo que me queda, claro, es hacer un resumen del año que se está acabando. Aunque para eso bastaría con coger este blog y ponerse a leer la infinidad de tonterías escritas a lo largo de estos doce meses que comenzaron con la H de Hornby y están acabando en la X, regodeándose en la E que siempre me ha perseguido y pasando por chicos raros desaparecidos.
Qué pereza, por cierto... si yo sólo quería que pareciese un accidente.
Me decía hace un rato, que ya saben que una se habla de vez en cuando a sí misma, que este fin de año nada de propósitos de año nuevo y enmienda, ni repaso al año saliente. Como si todos los años los hiciera y fueran norma y santo y seña. Que en realidad nunca lo hago, que las últimas noches de año llegan y se van por donde han venido, que ni siquiera me molesto en seguir el ritmo de las campanadas a base de uvas, y mi "feliz año nuevo" suele quedarse en un "igualmente", o si hay cercanía o cariño, en "lo mismo te deseo".
Se me olvida que el año se va, que el 2011 comenzará en un aeropuerto entre despedidas y que mañana es 30 de diciembre, el día en el que año tras año celebro mi particular solsticio. Y ni modo, no me queda otra que hacerlo contigo y festejar mi olvido.
Llevo días tratando de escribir una felicitación navideña medio decente, pero como dicen en esa novelita que tanto éxito ha tenido y que a mí tan poco me ha gustado y tanto me recuerda al sosainas de Roberto Moccia, mi bestia parda particular del que pese a todo he leído sus libros, y me refiero a "Contra el viento del norte", no se me ocurre mejor manera de felicitar que decir Feliz Navidad, como si hubiese una fórmula mejor para decir exactamente eso.
Recuerdo que hace unos tres o cuatro años lo conseguí, y si no fuera porque siempre lo borro todo, podría recuperarla. Y que lo conseguí no lo digo yo, me lo dijeron otros, sus receptores... la más diferente, la más hermosa y conmovedora... la más original, como la fórmula de la coca-cola.
Estuve inspirada entonces. Supongo no lo estoy ahora, o tal vez sea que cada vez que me siento frente a una pantalla sólo tengo deseos de escribir lo que no voy a escribir.
P.D. Lee Remick y Montgomery Clift en "Wild river"
Podría decir que no me gusta caminar de la mano por la calle. Que no me gusta dormir acompañada, que será la falta de costumbre, y aunque sólo ocupe el lado derecho de mi cama y nunca invada el izquierdo, lo prefiero vacío. Que la ducha mejor a solas y no tener tras de mí mientras me aplico el eye liner, a alguien ajustándose la corbata, que ni siquiera sé hacer nudos de corbata. Que nunca desayuno y no sé hacer café, que me levanto con prisas, tarde, mal y nunca y cinco minutos más en la cama sólo si voy a dormirlos... Podría decir que mi cuerpo es prisionero del miedo...
Y con el invierno, de pronto, están llegando otras cosas... y estoy empezando a querer saber, aunque tal vez no debería, puede que no me gusten las respuestas.
Estaba pensando que otros años, a estas alturas, ya había enviado tropecientas felicitaciones navideñas, manuscritas, vía email, personalizadas, copia oculta, cursis, ñoñas, llenas de buenos deseos, propósitos y parabienes... y este año no he enviado ni una sola. Ni siquiera he comprado el décimo de lotería del número que se juega en el trabajo, ni he probado el turrón.
Me gustan las navidades, me sigue gustando la Navidad, aunque por momentos no lo parezca. Y te deseo una feliz Navidad... aunque no vaya a decírtelo y por tanto no tengo porqué ser original.
Esto viene a ser como lo de los zapatos que me puse esta mañana. Los tengo desde hace por lo menos cuatro años y los habré puesto una media de tres veces en estos últimos cuatro inviernos.
Me hacen un daño insoportable, y lo sé y lo asumo. He probado todos esos trucos inútiles, absurdos y caseros, que pasan desde aplicarles crema hidratante a meterlos en el congelador, aun sabiendo que no funcionan y seguirán doliéndome los pies cuando me los quite. Pero siguen ahí, en un lugar privilegiado de mi armario, porque lo nuestro fue un flechazo instantáneo, fue verlos y saber que tenían que ser míos, aunque nada más divisarlos y enamorarme de ellos, incluso antes de probarlos en la tienda, mucho antes de pasar por caja y llevármelos a casa, supe que eran de los que harían daño y que eso nunca tendría remedio.
Podría deshacerme de ellos y así evitaría la tentación de sacarlos a pasear una vez al trimestre cuando llega el otoño, pero una, empeñada en que las cosas buenas suceden entonces, no se rinde, y tras una noche en el congelador, vuelvo a lucir su animal print, y todas en la oficina se giran al verme pasar y hacen cumplidos de tan bonitos zapatos que lucen tan bien.
No importa que antes de llegar a casa tenga que pasar a comprar tiritas, porque son tan lindos... ni que vuelvan al armario hasta no antes de marzo.
Ya imaginarán que si no tengo capacidad para hacer la crónica de un concierto de rock, menos aún la tendré para hacerla de una noche en la ópera, aunque al fin y al cabo nadie vendrá a aquí a leer eso, en todo caso, qué mal, pero qué mal la soprano en el primer acto y cómo se vino arriba en el segundo (aunque el papel de Adina ofrezca poco lucimiento al principio)... y como yo soy la reina de las contradicciones, después de Donizetti me fui de reventón y mi paloma negra particular agarró por su cuenta la parranda dejándome entre unas cuantas Pacífico y más de un caballito; entre guitarra y canciones de ida y vuelta de un mariachi desacompasado... pero qué bueno, porque por primera vez en mucho tiempo, y no, no eran los efectos colaterales de un tequila reposado, fui yo... y hasta disfruté haciendo de mí misma.
Y sí, los puriticos caballeros mexicanos te acompañan hasta la puerta y no más...
Este fin de semana me esperan reencuentros en el aeropuerto. Las vacaciones están a la vuelta de la esquina. Hace días que se han encendido las luces navideñas y ayer compré polvorones, de esos de chocolate, a granel, perroneros, de los que me gustan. Esta noche me voy a la ópera, aunque aún no haya decidido qué ponerme, me temo que la opción de los vaqueros no es opción, aunque casi...
De Barbara Stanwyck decían sus detractores que no era guapa en un cine en el que las actrices debían de ser guapas, pero tenía talento... y de momento es lo único que cuenta, se está alzando de nuevo el telón, bang, right between the eyes. De alguien que se hizo llamar Sugarpuss O'Shea no se podía esperar menos.
Anoche tuve un sueño extraño, o más bien curioso, o raro. Tal vez lo recuerde, a diferencia de otras veces, porque el despertador sonó en el medio de muchas risas, conversaciones y canciones regadas con cervezas, las que sonaban en él. Se quedó inconcluso, por tanto. No tuvo final, ni meta alcanzada. Tampoco es que sea especialmente digno de recuerdo, no fue especialmente extravagante, ni exótico, ni al despertarme mi corazón latía más de 13 veces por minuto, para ser a la manera del poeta.
Soñé con alguien que ni siquiera conozco, aunque aparecían otros, otras personas. Sonaba Bruce, de vuelta a los viejos bares de siempre, aunque también los Burning y Rammstein. Y aparecía yo, claro, con ese vestido gris y una cazadora de cuero negro caminando por la calle Mon, y frente a mí, acercándose, caminaban tres tipos.
No puedo recordar ni reconocer al primero de ellos, aunque en el sueño le conocía, parece ser, y era una cara que en realidad he visto en algún sitio, pero que no logro identificar. Al segundo, sí, el segundo era o es real, o bueno, más o menos, o lo fue, supongo, y curiosamente por él demostraba una indiferencia absoluta, no fingida, como si estuviese de paso o fuese el sobrante. Y después estaba él, un completo desconocido que me abrazaba y al que yo abrazaba como si se nos fuese el mundo en ello, como si hiciese siglos que no nos veíamos y el mundo dejase de girar a nuestro alrededor al encontrarnos y todo estuviese de más. Alguien a quien no he visto en mi vida, del que no sé prácticamente nada, sólo me hablaron en alguna que otra ocasión de él. He visto más por casualidad que otra cosa un par de fotos suyas, algún vídeo en el que sale, alguna que otra referencia... que se parece mucho a alguien, pero siendo más alto y más guapo.
Entrábamos los cuatro en el Diario Roma, o al menos en el Diario Roma de hace diez años, porque creo que no hace menos de diez años que lo piso. Y pasábamos hasta el fondo, en la planta baja, hasta esa especie de bancos y taburetes que al menos entonces había allí, entre las sombras. Y estaban todos, los de entonces, Jorge Ilegales y Charly y aquel tipo pelirrojo que nunca me hizo caso, y la chica que tenía aquel programa de radio, y Chus y la acompañante de turno, y su hermano, que nunca decía nada; y comenzaban a circular las cervezas y sonaba la música demasiado alta aunque no conseguía opacar nuestras voces. Y el real desconocido y yo hablábamos encantados de habernos conocido, como si tuviéramos mucho que contarnos, aislados del resto, ignorando su existencia... ignorándote a ti.
Curiosos los caminos que divergen de una realidad para confluir en los sueños.
P.D. Rita Hayworth y Glenn Ford en "Gilda"
[Y en realidad tendría que sonar otra canción, de Clem Snide igualmente, pero va a ser que no]
¿Qué se puede hacer más estúpido que escuchar a Los Pecos? Tratándose de mí, ya se imaginarán, y aunque el Facebook ya sea una tontuna en sí mismo, me he superado. Tener al amor de mi vida a un clic, entiéndase eso de "amor de mi vida" como el tipo que nunca supo que existía cuando ambos teníamos dieciseis años, y con el que si me cruzo a día de de hoy, cambio de acera para evitar la ¿humillación? de que no me reconozca.
Y con el que no he intercambiado, obvio, palabra virtual alguna.
Creo que era K., mi gallega favorita, quien decía que no se podía escribir un post como si fuera un email, o tal vez era al revés, ahora no lo recuerdo. Y es cierto, aunque yo lo haga casi de continuo, y hoy, ahora, vuelvo a hacerlo. Y en lugar de escribir y darle al enviar para que en tu correo aparezca eso de correo (1), en negrita, o suene tu teléfono (ni siquiera sé qué tono suena en tu móvil), escribo aquí. Porque esa es la vaina, tú no vas a leer esto, y entonces resulta más fácil. Yo escribo como si lo fueras a hacer, como si efectivamente me hubieses preguntado y esperases una respuesta, y fuera ésta precisamente. Sólo que en este caso tú no me has preguntado, o no del todo, y mi respuesta nunca te va a llegar.
Y sí, la respuesta es sí, que iría contigo, aunque sepa que el asiento a tu lado no estaba, ni está reservado para mí, que del don de la inoportunidad no me libro.
Inoportuna. inoportuna, inoportuna hasta decir basta... extraña e inoportuna, de nuevo.
En todo caso no sabría que ponerme...
Mejor no preguntes, ambos corremos el riesgo de que te diga que sí...
aunque tú dijeras que cansado de todo no quieres cansarte de mí...
Llevo más de media hora peleándome con el escasamente intuitivo programa informático que manejamos aquí. Algo falla, no sé si soy yo la que hago algo mal, pero me he atascado con un expediente, en una mañana de montañas de expedientes y de sol, que a mi derecha entra entre las cortinas a medio correr, no dan más de sí, y me está comenzando a irritar. Como me irrita no encontrar solución alguna, no saber si soy yo, o es él, el programa, digo; y son más de las dos y nadie del departamento informático, supuestamente desfacedor de este tipo de entuertos va a atenderme. Da igual, poco importa, se ha acabado el papel con membrete, aunque lo arreglaran, no podría imprimir nada...
Vuelvo a teclear por enésima vez, ejecutar, grabar, datos incorrectos, mensaje de error nuevamente. Me doy por vencida. Cierro, vuelvo a abrir, olvido la contraseña. Tropiezo de nuevo, pero vuelvo a empezar. Con lo fácil que sería decir bye, bye, hasta mañana, me doy por vencida, hoy no me esfuerzo más, estoy cansada, me planto, no peleo, no lucho, lo dejo pasar...
Y pienso que tengo miedo de nuevo, pensé que iba a tardar más en sentirlo, pero no, tengo miedo de quedarme anclada de nuevo frente a una pantalla en la que aparezca error, y yo siga persistiendo, intentando meter una y otra vez los mismos datos, aún sabiendo que hay algo incorrecto. Acado de darme cuenta ahora, supongo, porque acabo de saber aunque en realidad supiera, sí, tengo miedo. Y ojalá fuera todo tan simple como apagar, dejar la pantalla en negro y un aviso a los informáticos; coger el abrigo y colgarme el bolso e irme y olvidar, al menos hasta mañana. Pero no, no lo es, ¿verdad?... ¿o sí?
Me pregunta si me gusta la jardinería. En realidad antes se ha presentado, o algo parecido, más o menos, y de pronto me siento como si estuviera en medio de una película, de una comedia de ésas estúpidas y pretendidamente románticas, protagonizadas por Meg Ryan o Cameron Diaz (un motivo más para valorar lo de teñirme de rubia platino). Y sí, estoy esperando a alguien, y no, no me importa que se siente. No, no es mi novio a quien espero, no tengo novio... y casi estoy por aclararle que tampoco, que lo otro tampoco, pero antes de que lo decida va y me pregunta lo de la jardinería. Y vaya, yo hace mucho, pero mucho, que no ligo en los bares y desconocía que ahora se hiciesen ese tipo de preguntas. No sé, esperaba algo así como "¿estás en Facebook?", básicamente porque si te preguntan por el "Tuenti" es que te has equivocado de bar, supongo.
Pero no, igual es el equivalente al inmortal y mítico "estudias o trabajas". Poco importa, así que le digo que no, que no me gusta la jardinería, que a mí me gustan las flores en el jarrón, aunque haya días en las que en el jarrón sólo te quede agua fría... Y el tipo parece decepcionado o tal vez aliviado. Y como yo soy muy así y no soy capaz de iniciar una conversación cualquiera sobre el frío que se nos avecina o las sombras que envuelven la plaza, le digo algo parecido a "buen intento, como pregunta para iniciar una conversación es, como poco, original". Y justo antes de llegar a la "v" de 'conversación original' siento que estoy metiendo la pata again. Que estoy dando por supuesto que el tipo se ha sentado en la barra a mi lado recogiendo mi bolso que se ha caído al suelo y mostrando la mejor de sus sonrisas y su disposición a hablar con ánimos, no sé, de seducir o ligar o cualquier cosa parecida. Pero como bien saben, mi presunción, egocentrismo y vanidad no tienen límites, así que admito esa sola lectura, aún sabiendo que nunca he sabido leer entre líneas y espero una airada reacción de reproche o un comentario que me coloque en mi sitio, un 'sólo trataba de ser amable y mira hacia esa chica que viene desde el fondo del bar, tan mona, tan alta, tan delgada, ¿la ves?, es mi novia, o mi mujer o mi chica o mi pareja...' Pero no, no hay ninguna rubia que sale de las sombras, ni reproche alguno en su mirada, que ya no es de desconcierto, sino de diversión y casi sonrojo. Hacía siglos que no veía a un hombre sonrojarse, yo, que lo hago a cada paso.
Y admite que no, que no trata de ligar, o algo parecido; pero que sí, que era un buen intento, que valorará usar esa frase en el futuro. Pero es que ha trabajado un año de jardinero, aunque no le guste la jardinería; en una vida anterior, antes de encontrar trabajo de lo suyo. Aunque no pretenda nada, siempre es una buena forma de iniciar una conversación; dice a medio sonreír.
Le pido entonces una segunda oportunidad, a lo mejor no le importa que le mienta, así que puede preguntarme de nuevo y yo le contesto que sí, que adoro las plantas, y puede recomendarme y aconsejarme. Pero no, no hay segundas oportunidades, y en realidad le confieso que no es que no me gusten, sino que se trata de una asignatura pendiente, que se me dan fatal y que la única vez que conseguí que una sobreviviera fue más por casualidad y abandono que por mis esmerados cuidados. Pero el romero, parece ser, no es lo suyo. No entiende mucho de plantas aromáticas, o algo parecido, no recuerdo exactamente cómo lo define. Y yo le digo que qué lástima, porque uno de mis proyectos más inmediatos y entiéndase lo de inmediato como a un plazo indeterminado, es tener en mi ventana un minijardín con macetas de albahaca, romero, salvia, perejil... Pero si no es lo suyo, schade, no puedo pedirle consejo, pues.
Y hablamos de trabajo, que finalmente la convesación acaba en derroteros más o menos normales, aunque yo siempre digo que mi trabajo poco importa, que no dice nada de mí, ni me define como persona, que mi vida comienza cuando cruzo el torno y guardo la tarjeta de fichar en la cartera. Y esta vez sí, parece decepcionado, como esas veces cuando digo que soy de ciencias. Así que mejor hablemos de la jubilación, ¿no te parece? Esos planes de comprarse una casita con cortinas de lino y puntillas en las ventanas, hortensias azules en el jardín y vistas al mar Cantábrico. Aunque en realidad lo que a mí me gustaría sería comprarme un cottage en el sur de Inglaterra, tal vez en Cornwall, y aprender a cultivar rododendros. Y no sé por qué vuelvo a la jardinería, porque él se lo toma como una broma, como un guiño a lo anterior, aunque por momentos se pone serio y dice que son complicados, difíciles de cultivar, delicados, y en cambio fuertes una vez que arraigan en la tierra. Y yo le contesto que lo sé, que por eso me gustan, porque se parecen a mí, y que llevo años fracasando en el proyecto "Dae planta un rododendro que sobreviva a la primera helada del invierno". Y él no entiende, porque se supone que no me gustaba la jardinería, o que sólo me gustaban las flores en el jarrón aunque a veces sólo te quede el agua fría... Cómo explicarle que anoche soñé que volvía a Manderley.
El sábado recibiré a pie de avión a las dos personas que más quiero en el mundo. Dos benditas exactas semanas a su lado... y luego, en fin, habrá que seguir intentándolo, al menos a la manera de Quique.
P.D. Margaret Sullavan y James Stewart en "El bazar de las sorpresas" (perfecta película para ver en navidades).
[Y sí, antes de que nadie diga nada, advertidos quedan. Pienso inundar este blog con las canciones de Lapido. y es que escuchar su último disco, "De sombras y sueños", me ha hecho recordar lo mucho que me gustan su "Música celestial" y "En otro tiempo, en otro lugar", no tanto "Cartografía", que también. Dos de los mejores discos con las mejores canciones que se han escrito en este país que es y ha sido]
Puede que sean los efectos colaterales de haber pasado un fin de semana "dexterizándome", o lo que es lo mismo, metiéndome entre neurona y neurona la quinta temporada de Dexter en dos sesiones (cinco y seis capítulos), pero hoy tengo un día en el que estoy hablando (escribiendo) jodidamente mal.
Me gusta esa especie de declaración de amor de Quinn hacia Deb cuando viene a decirle algo así como que es la mujer de su vida pese a lo jodidamente mal que habla, que al fin y al cabo se comporta como un tipo, habla como un tipo, y las mujeres, parece que incluso también en la ficción, no pueden pensar y reaccionar como un jodido hombre.
Va a ser eso, que al fin y al cabo en mi mundo no hay pantalones de tergal ni tipos duros que sepan apreciar esas putas cosas.
Hace un par de días, tal vez algo más, me encontré con alguien, o alguien se encontró conmigo o me buscó o se tropezó... no sé, tampoco importa. En realidad ni siquiera nos vimos, o yo no le vi, pero parece ser que él a mí, sí, y que no fue casualidad o azar, en fin, supongo... tampoco importa, de nuevo.
Llámenlo orgullo mal entendido, llámenlo vanidad mal intencionada, la mía, el mío, se entiende; pero supongo que tras tanto tiempo, el que me encontrara así, me encontrara ahí, como si supiera dónde y cómo iba a verme, como si me hubiera estado buscando, no me sentó bien, no me gustó. Como si lo que a mí me gustara o no, reitero, tuviera importancia, y no, no la tiene. Pero no sé, no eran las formas, no era el momento adecuado; que yo, que le vine a decir que no era lo suficientemente bueno para mí aún siéndolo para otras, que probablemente le humillé sin pretenderlo pero tampoco sin evitarlo siga así y que él haya tenido que verlo... me volvió del revés.
Una vez, entonces, le mostré este rincón. No sé por qué lo hice, por aquel momento valoraba por encima de todo el anonimato. Qué otro sentido tendría escribir aquí, tener un lugar donde vomitar miserias y miedos si dejas de convertirte en un personaje. Tardaría aún mucho en caer en el absurdo juego del yo escribo porque tú me lees, esa especie de conversación unidireccional y perversa de los últimos tiempos. Pero entonces no, entonces el juego era otro, yo escribía y nadie tenía por qué entender de qué estaba hablando o a quién estaba hablándole, y ahí estaba la vaina. Pero se lo dije, tal vez porque me asusté, porque no quise aceptar sin más que alguien me quisiese, y me quisiese tanto, y pensé que tal vez era porque en realidad no me conocía del todo, porque había partes de mí que permanecían en las sombras, así que ni modo, fui y le dije, toma esta dirección y cuando tengas un rato le echas un vistazo, lo que está ahí soy yo. Y él dijo "vale", y leyó y acabó por encogerse de hombros y decirme "qué", "qué tanto hay de malo ahí, que eras una neurótica egocéntrica ya lo sabía, pero eso no te hace menos encantadora... "
Y pasado un tiempo, corto, entonces mismo, le pedí que dejara de leerme, y se lo pedí porque sabía que lo haría si yo se lo pedía, porque hubiese hecho cualquier cosa que yo le pidiera. No sé si lo cumplió, aunque de seguro que durante un tiempo lo hizo, al menos al principio, Luego no sé, tal vez volviera, como volvió el otro día a mí por otros caminos. Entonces aún me importaba lo que la gente que me conocía podía pensar de mí al leer esto, tenía la sensación de que aquí mostraba una cara oculta aunque en realidad ahora sé que no es así, que sigo siendo yo. Aunque hable de otras cosas, uso el mismo lenguaje. Y aunque no fuera así tampoco me importaría, ya no, aunque siga siendo más fácil no hablarle a nadie, y más terapéutico, sin duda.
Por eso a ti no te voy a hablar de esta esquina, no te voy a pedir que cuando te canses de amores baratos de un rato, parafraseando a tu admirado Sabina, tomes mi dirección y te envuelvas en mis letras, miedos y miserias. No más yo escribo porque tú me lees o yo no escribo porque sé que me vas a leer. No al menos mientras dure este dèjá vu en el que desde ayer me veo inmersa, que al fin y al cabo sé que se irá de improviso, sin anunciarse, sin esperarlo, igual que ha llegado... y que eso pasará bien pronto.
Ayer me preguntaba en qué se diferenciaba este martes del martes anterior... para los que no se hayan pasado el día envenenándose de azules... en nada.
La tarde-noche del segundo domingo de adviento fue especial, en parte. Encendí la segunda vela de mi corona y apagué a cambio y de un solo soplido las que iluminaban el corazón de alguien. Me acuerdo ahora de Jorge Drexler cantándole a Ana Laan y diciéndole que su corazón va a sanar. Yo no supe decirlo tan bonito, ni siquiera de forma tan desinteresada, porque aunque eso es lo que deseo ni siquiera puedo decir que lo desee de corazón. Me palpé el pecho en busca de él, de un latido que denotara su presencia y no fui capaz de encontrarlo. Tendré que pedirle uno nuevo a los Magos de Oriente.
En otro orden de cosas, o casi, olvidé que ayer, 13 de diciembre, fue Santa Lucía; como olvidé que el lunes pasado fue San Nicolás; pero es fácil olvidar cuando no tienes nadie que te regale y una siga moviéndose entre sombras. No sé, a lo mejor no es casualidad y él tuviera razón y el lunes fuera menos lunes y fuera más Santa Lucía que nunca, porque aunque siempre diga que adoro los otoños y que las cosas buenas siempre suceden en otoño, también recuerdo que el 13 de diciembre llega la luz y por tanto tengo hasta el 2 de febrero para encontrar la salida a este laberinto a la luz de las candelas.
P.D. Greta Garbo y John Barrymore en "Grand Hotel"
[Es la una de la madrugada y no puedo dormir. Me he levantado de la cama y he puesto música, bajita, muy bajita. Canta, casi susurra, Caetano Veloso y su "Fina estampa". No sé por qué me gusta ese disco en concreto, y tanto. Si en realidad me gusta más cuando canta en portugués, y no deja de ser un disco de versiones y yo no soy muy de versiones, pero éste me gusta, no importa por qué y me gusta eso que suena ahí abajo, mucho, pero mucho, de verdad de la buena... y no encuentro motivos. Tampoco hacen falta.
Y me pongo a perder el tiempo, y curioso, aunque no creo demasiado en el azar ni en las casualidades, pero me encuentro con esto, después de tanto tiempo, ¿dos años?, no sé, ya he olvidado sin olvidar. Lo escribí entonces, no recuerdo si lo publiqué aquí, tal vez, o tal vez lo borré. No importa, ahora sí lo hago, aunque ahora tampoco importe]
No pensaba hablar de ti, aunque mi propósito y como dice alguien muy querido, sea hablar de todos los desgraciados que me rodean. Pero es que me dolió y creo que especialmente por venir de quién venía.
Pongamos que te llamas F., que eres un abogado que ronda los cuarenta aunque la gente cuando te ve te situa en los 30 y cuando te conoce, en los 25.
Digamos que coincidimos de lunes a viernes unas cuantas horas todas las mañanas desde hace casi cuatro años. Que siempre nos caímos bien aunque tú ya formaras parte de la tribu de los Brady, y sus intentos de abducirme acabaran en el más absoluto de los fracasos.
Hubo un tiempo perdido en el que compartíamos cumpleaños y celebraciones varias; libros, incluso confidencias, declaración de intenciones y regalos, aquella especie de Lebkuchen de Estambul o una pequeña cruz de madera de aquel monasterio en Bulgaria (queda pendiente ese viaje). Asesoramiento legal, declaraciones de la renta y revoluciones.
Viajero, que no turista. De esos que se alquilan una autocaravana y se pasean por las Montañas Rocosas escuchando a Josh Rouse mientras Jack Kerouac reposa en el asiento de atrás. Si me hubieses invitado probablemente te hubiera acompañado, y hasta sorprendido. Pero creo que eso ya lo sabes. Siempre lo supiste. Fui yo la que tardé en darme cuenta, y ni modo, ya era demasiado tarde.
Más Holly Golightly que Carrie Bradshaw en todo caso y pese a todo, incluido mi falso Birkin, no tan falso al fin y al cabo, al menos no comparado con otros. Ni yo tan así*, supongo... comparada con otras. Pero las comparaciones siempre han sido odiosas, ¿verdad?
*De las torpes, de las ingratas, de las emocional y socialmente atrofiadas.
Y aunque hoy debería ser un día dedicado por entero al gran maestro Morente y no hay una sin dos, y no hay dos sin tres y cada vez que escucho Pony boy me acuerdo de esto...
Y cada vez que me acuerdo de esto me acuerdo de lo otro...
De vuelta al trabajo, casi deseando, sólo casi, que por fin llegara el lunes y la rutina laboral tras más de una semana de ausencia. Dos malas noticias nada más entrar por la puerta, una relacionada con la enfermedad reciente de un colega y otra con mi mismidad, aunque la segunda sea pasajera y nunca comparable a la primera.
He dormido fatal, de nuevo, aunque no debido a insomnios y duermevelas, simplemente ritmos cambiados tras una semana de acostarme demasiado tarde y levantarme igualmente demasiado tarde. Así que anoche no había sueño que conciliar pese a las muchas vueltas que di en la cama, y la lectura, hay libros tan maravillosamente bien escritos que te atrapan de tal modo que es difíicil desprenderte de ellos, tampoco ayudó. Vanos esfuerzos, pese a todo, y es lo que tiene esa situación de estar con los ojos abiertos como platos en una madrugada de domingo a lunes, que una no se libra de la sensación de que al día siguiente todo tiene que cambiar, que esta vez sí, que este lunes será el bueno, será el comienzo de una semana en que tomaré por enésima vez las riendas de mi vida, en la que pasará algo que cambie mi suerte... ya saben, no hay madrugada o tarde o noche de domingo en el que no confabule conmigo misma, mi pasado, mi presente y mi futuro. Y en la que no eche la vista atrás y recuerde y rememore y reviva, aunque para eso no necesite demasiadas excusas ni que sea domingo por la noche y no pueda dormir; aunque ésas sean circusntancias propicias a las ensoñaciones.
Y miro a mi izquierda, al lado izquierdo de mi cama siempre o casi, vacío. A la pila de libros que por momentos aumenta reposando sobre unas revistas y éstas, a su vez, sobre una silla. Al lado derecho, el más cercano a la puerta, el mío, hay una mesilla de noche. No me gustan los dormitorios con una cama y dos mesillas gemelas una a cada lado, así que compré sólo una, la coloqué a mi lado, y temporalmente coloqué una silla al otro hasta que decidiera qué colocar ahí. Me gusta esa silla y el efecto que hace travistiéndose de mesita de noche, y me gusta el efecto de los libros; en el lado izquierdo, el más cercano a la ventana, el que casi nadie ocupa.
Siempre pienso que si alguien viene a dormir debería quitar los libros, o al menos disminuir esa doble torre de vocales, consonantes y frases hiladas hasta una altura que no suponga un peligro para la integridad física del que eventualmente duerma a ese lado. Pero nunca lo hago y es más, sigo aumentando su número. Las escasas veces que alguien lo ocupó, pues qué decir, no me preocupó lo más mínimo. Y no, no es que me haya convertido de pronto, o tal vez es que siempre lo he sido, en una sociópata que no le importa que el amante de turno se descalabre cuando le caigan encima; aunque imagino pocos accidentes tan poéticos, y nunca mejor dicho, que abrirse la cabeza con poemas de Alejandra Pizarnik, Antonio Gamoneda, Jaime Sabines, David González y Xuan Bello, entre otros; y un par de novelitas de Somesert Maugham compradas en un mercadillo por un euro el tomo.
Ni siquiera aquella vez se me ocurrió quitarlos, y lo pensaba anoche. Sí, lo sé, fíjate de lo que me estoy acordando ahora. Y es curioso, porque cuando pensaba en ello, entonces, e imaginaba cómo sería, nunca pensaba en ti y en mí en esa cama con ideas o sentimientos o pulsiones o lo que fueran, erótico-festivas. Me veía, o nos veía, hablando de esto y de lo otro, y tal vez retirando uno a uno los libros y leyendo entre medias algún manido poema de Luis García Montero, sin duda de "Completamente viernes"; y probablemente te descubriría a David González, que te hubiera gustado y seguro no conocías, y te leería algo de Xuan Bello, tal vez eso que cuenta en "Paniceiros", que los de Buelles son franceses. Sí, no deja de ser curioso, que pese a todo... no sé, alguien ayer me hablaba de encontrar la dosis exacta entre ternura y pasión y yo le replicaba que últimamente ando sobrada de pasiones y muy falta de ternura, justo al contrario que entonces. Tal vez sea el momento de encontrar el equilibrio de nuevo, sí, tal vez...
P.D. Greta Garbo y John Gilbert en "Flesh an the Devil"
¿Se imaginan a Sherlock Holmes y al Dr. Watson en el Londres del siglo XXI donde Sherlock es un ex adicto a la nicotina con parches y Watson un ex-combatiente en Afganistán? Yo no, pero la Bibisi, sí se lo ha imaginado, y como todo lo que toca, oro molido, oigan. "Sherlock", sin más, mi última adicción televisiva, lástima que sólo sean tres dosis (de momento). Pero ha servido para paliar el mono de "Dexter", aunque como dijo K. (disculpa que te cite), club de fans de Lumen, YA.
El de la foto es Basil Rathbone, que para mí nunca habrá otro Sherlock Holmes igual (y juraría que esa foto ya la colgué aquí en algún momento)
Y la canción no viene a cuento de nada, o tal vez sí... tan sólo es que me encanta, y viene bien para iluminar este 'luningo', palabro que alguien me regaló hoy...
[Es que también acabo de enamorarme de esta canción...]
¿Saben?, me escribe un lector, espontáneamente, anónimamente... para decirme que en justa correspondencia ha visitado este rincón, que le ha echado un vistazo, que ha tratado de leer, y no sólo entre líneas; pero que le ha superado, que es "demasiado intelectual"... pa'habernos matao. No me decían nada que me llegara tanto desde este mediodía, en el que alguien me envió un SMS para contarme que anoche en un bar cualquiera sonaba "La mataré" y se acordó de mí...
Bueno, en realidad también sonaba, parece ser, "Una noche sin ti"...
Tengo que averiguar de qué bar se trataba...
"Your eyes they shine like the finest of silver
Your heart is pure as purest gold
And they can say that your pockets are empty
But your wealth is as deep as your soul
Don't hide it away for the love that you give is yours to gain
And don't be afraid, for you know, come what may I will remain
And so we walk through mountains and valleys
Our warm hearts against the cold
And they can say that our pockets are empty
But our lives are filled with gold
Don't hide it away for the love that you give is yours to gain
And donÕt be afraid, for you know, come what may I will remain".
A veces pienso que todo sería más sencillo si allá fuera tuviera la capacidad de enamorarme de algunos hombres como lo hago de algunas canciones, cómo la de acá abajo; de algunos libros, como el "Bilbao-New York-Bilbao" de Kirmen Uribe o de algunas personas, como de Jim Cuddy.
"There's papers scattered on the lawn,
birds up on the line.
There's letters left unopened here,
that never is the time.
There's messages I should return,
And people I should call.
I'm still tripping over echoes,
left lying in the hall.
There's a light that comes through the darkness,
slowly to my eyes.
You can fall back here forever,
I just never realized.
Oh time won't let me go,
and every night I know
Chorus
That you could pull me through.
You could always pull me through.
Even when I'm lying here,
drowning in my blues.
You take the sting out of the rain,
and bring the sun back up again,
and you could always pull me through.
Oh we stood outside together,
and we laughed like ancient friends.
Then we laid down in a field,
just where the road begins and ends.
Well I see you in the mirror,
and I watch you from a far.
My friends all think I'm crazy,
but I know the way things are.
Outside I hear voices underneath the moon,
but I'm grateful for whatever,
breaks the silence of this room.
Oh time won't let me go,
and every night I know
chorus
That you could pull me through.
You could always pull me through.
Even when I'm lying here,
drowning in my blues.
You take the sting out of the rain,
and bring the sun back up again,
darling you could always pull me through.
I hope you're traveling well now,
and there's stars over your head.
And I hope the river carries you,
everywhere you said.
Well I miss the way you look at me.
The way you wear your hair.
And I miss the conversations we left hanging in the air.
Oh late at night I wake up,
wonder what's been done,
but I know our life together will go on, and on.
Chorus
That you could pull me through.
You could always pull me through.
Wrap your arms around me,
and chase away my blues.
You take the sting out of the rain,
and bring the sun back up again,
and you could always pull me through.
You could always pull me through."
P.D. Bing Crosby, Dorothy Lamour y Bob Hope en "Road to Bali"
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.