Persiguiendo estrellas
Diariamente chequea mis idas y venidas, mis horarios: a qué hora saliste y a dónde y a qué hora regresaste y dónde estuvistéis. Hace sus cálculos y previsiones, expone sus asombros, ¿en el museo de las anclas viendo romper las olas a las nueve de la noche de un domingo y bajo el temporal? (tú nunca cambiarás) y sus dudas y sin embargo certezas, todos los hombres, y las mujeres, quieren y desean lo mismo... si no se acuesta contigo, qué busca de ti, como si para lo único que pudiera servir yo es para un polvo, aunque mi historia me demuestre que yo valgo justo para todo lo demás. Como contaba Fiebre en su post más reciente, a mí me han llamado de todo, y casi siempre bueno, pero sexy, que yo recuerde, sólo una vez. Eso sí, creo firmemente que era sincero y no me hubiera importado en absoluto que en tantas ocasiones, en lugar de alabar mi sensibilidad, mi abrumadora sinceridad, mi inteligencia, mi dignidad o mi saber estar me hubieran pedido perder los modales.
Ella opina que me equivoco y autoflagelo a partes iguales. Que pierdo el tiempo perdiendo el tiempo con alguien que no va a darme lo que quiero. Dice que ya tengo edad para abandonar el prototipo de mujer que se enamora de los hombres con sus defectos, no pese a ellos, como hace ella y las que son como ella. Ella es de las de "te quiero cariño, ya te cambiaré", y yo, siempre, según sus palabras, bueno, a mí no sabe donde encuadrarme, si en el de simples tontas o en el de tontas redomadas, y tiene dudas porque no acaba de creer que lo que le cuento es cierto, que nos sentamos cada uno en una esquina de su sofá bebiendo zumo de naranja, omito el vodka, y desarreglamos nuestras respectivas vidas, que no la cama. Que obviamos la piel, y no por falta de ganas.