Tarde de domingo recién estrenada, sugus de cereza y un par de cervezas mediadas. El bip-bip anunciando un SMS a destiempo opacando a Lamontagne. Como hace tiempo que dejé de pretender ser original me siento junto al teléfono para conjurar que suene aunque haya decidido que yo no voy a llamar, nunca me ha gustado el camino más corto. Ciertamente no es que me importe que suene o no, casi preferiría que no lo hiciera, he pasado de quererlo compartido, al todo o nada, y del todo o nada, a no conformarme con nada. Hace tiempo que aprendí a vivir con menos que eso.
Mi única experiencia paranormal la viví hace muchos años, ouija mediante. Aunque jurar, jure, por lo más preciado que tengo, que aquel vaso se movía sin que nadie lo tocara, no reconozco en mí secuelas del más allá. Y fíjense ustedes que semejante escenario hubiese sido más que probable, dadas las circunstancias. A saber, residencia estudiantil universitaria, monjil y exclusivamente femenina. Dos o tres de la madrugada cuando todas las ‘hermanas’ dormían plácidamente y nuestro exhibicionista particular y a domicilio ya había hecho su ronda (les aseguro que ver noche tras noche al mismo tipo masturbándose bajo tu ventana, pese o precisamente debido a, su descomunal miembro, llega a ser tremendamente aburrido). A alguien se le ocurre la idea de intercalar entre partidas de póker una “experiencia inolvidable y excitante, a partes iguales”, tales fueron sus palabras. Y no, no era escaparse por la ventana saltando la verja, que ésa de excitante, por repetida, no tenía nada.
Pero no soy supersticiosa, no creo en la suerte, menos aún en la mala, puedo pasar al lado de un gato negro sin cruzar los dedos o caminar bajo una escalera sin tocar madera. Sin embargo últimamente no puedo evitar plantearme “¿qué he hecho yo para merecer esto?”. Soy tan insignificante que no creo tener enemigos que me echen ‘mal de ojo’, tampoco tan mal pensada como para creer que alguna de las personas que me rodean últimamente sea gafe. El método de echarle la culpa de todo a los otros, a los demás, fue flor de un día y tampoco excesivamente efectivo. He llegado a pensar que tal vez deba aplicar los principios del “feng shui”, o que los anteriores inquilinos practicaban vudú o santería, creo haber reconocido un hueso de pollo haciendo limpieza en uno de los armarios. Tal vez se cometió un atroz asesinato entre esas cuatro paredes. Cualquier explicación, por irracional que sea, me sirve. Ya pueden comenzar a sucederme cosas ‘buenas’ o dejaré de ponerle velas a mi bendito Malverde.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.