sábado, mayo 24, 2008

Dexter



De Dexter no sé si me gusta más la serie o su entrada...

Sin título




Usted seguro que ha sentido vergüenza alguna vez
al decir que en su cuarto caía una gotera
o que su pobre madre le hacía el bocadillo
siempre de natas con azúcar

-son cosas de la vida-.

Confieso que en mi casa el olor a humedad
era casi entrañable
y todos los domingos se comían garbanzos,
salvo en alguna fecha señalada.
Que lloré muchas veces por no querer llevar
los jerseys con coderas
o no tener un lápiz con enanito arriba.

Confieso que la ropa nos la daban los primos
que ahora son albañiles
y que nuestra familia se rompió por la herencia
de unos metros cuadrados de baldosas con taras

-son cosas de la vida-.

Que, a escondidas de todos y hasta los siete años,
tuve el chupete debajo de la almohada.

Confieso que los míos son personas sencillas:
usted sospecha que hablo de un padre que no sabe
lavarse bien los dientes,
de una mujer que escribe con mala ortografía,
de unos hermanos fieles como la misma sangre
y una casa que huele, cada vez que entro en ella,
a las húmedas manos de la melancolía.

Confieso que he nacido donde hubiera elegido
por encima de todo
cada vez que naciera.

Aurelio González Ovies en La hora de las gaviotas


P.D. He recordado hoy a González Ovies tras leer su alegato en defensa y apoyo al innombrable Consejero. Siempre me emociona leer este poema. Sentimental que es una.

viernes, mayo 23, 2008

El mundo tras el cristal


25 años después estoy escuchando a La Guardia. Al menos eso dicen ellos, que 25 años no son nada, pero a mí no me salen las cuentas. Hace 25 años yo apenas levantaba dos palmos del suelo y me da a mí la impresión de que aquello de "mil calles llevan hacia ti y no sé cuál he de seguir" lo canté con algunos años más.

Intento recordar quién (y cómo) era yo entonces. No lo consigo. He debido esforzarme mucho en borrar todo rastro de lo que un día llegué a ser.

"Cartas en el cajón y ninguna es de amor,
nunca un príncipe azul por tu vida pasó..."

El mundo tras el cristal... 25 años después me entero de cómo se titulaba aquella canción.

jueves, mayo 22, 2008

Rufus Wainwright

Otra edad





Nos cruzábamos siempre al más puro estilo de Oliverio y la Maga. Sin cita previa y fingiendo una casualidad que no era tal, a mediodía en Suárez de la Riva, saliendo él de Presidencia y viniendo yo del Fontán. Durante muchos días que se nos antojaban iguales nos refugiábamos en alguna sidrería de Trascorrales ajenos al mundo e incluso a nuestras propias vidas.

Cuando dejamos de tener algo que decirnos, y eso no tardo en llegar, cada uno se fue por su camino. Sin mirar atrás, no fuera a convertirme en estatua de sal.

En contadas ocasiones volvimos a vernos. Tal vez de forma inconsciente o con todas las consecuencias cambiamos nuestras rutinas y calles para no encontrarnos. Más de una vez fingimos no vernos o nos saludamos de lejos con miradas veladas y sonrisas cómplices mientras nuestras respectivas compañías se mantenían al margen. Un buen día desaparecieron las huellas y los recuerdos. La lluvia borró nuestros pasos por las calles de Oviedo. Dejamos de existir.

No me costó reconocerlo avanzando frente a mí, la cara hundida en uno de esos periódicos que reparten gratuitamente mañana a mañana en casi todas las esquinas. Caminaba despacio por Uría, dejando resbalar el tiempo a su alrededor, mientras yo salía de Milicias apurando el paso para evitar la tentación del chocolate, sonriendo ante la ociosidad de un turista que estudiaba detenidamente la estatua del señor Allen.

Mi primera intención fue pasar de largo. Fingir que no veía lo que veía. Cruzar la calle. Pero un impulso me detuvo. Pasó a mi lado sin mirar y cuando ya me había rebasado le llamé. Cuando me di cuenta que nada tenía que decirle ya era tarde y girándose asomaba su mirada expectante por encima del periódico ante el reclamo de su nombre de pila en la voz de una desconocida.

No faltó el "cuánto tiempo" ni un sin fin de preguntas que ninguno de los dos teníamos demasiadas ganas de responder, las excusas y las disculpas por la prisa, la promesa de un café un día de estos y los recuerdos para mi Jefe y para el otro, de su parte, mientras yo descubría que él sabía de mí lo que yo no sabía de él. No sólo sabía cuál era mi actual puesto sino que le unía una cordial amistad con esos dos, fruto de muchos años en, digamos, intereses y ocupaciones comunes. Cuando les transmití sus saludos no dejaron de alabarle: su integridad, su honestidad, su decencia. Calificativos que yo nunca hubiera usado para describirle.

Días después, cuando comenzó a salir en el periódico y las noticias de la autonómica como firme defensor del oprimido no pude evitar pensar lo poco que había llegado a conocerlo yo y lo poco que habían llegado a conocerlos ellos. Al margen que parecería condición sine qua non para alcanzar cierto puesto de responsabilidad en ésta, nuestra administración, haber pasado por mi cama, o yo por la suya (el orden no altera el resultado).

Fue entonces cuando sin pedir permiso, a traición, sin premeditación y alevosía la desconfianza llamó a mi puerta. Hasta qué punto conocemos a quién creemos conocer. Qué se yo realmente de él y de su vida. Aunque en realidad y es lo más probable, ya ni me importe.

martes, mayo 20, 2008

Crónica de un día cualquiera

La verguenza es un sentimiento revolucionario.

Karl Marx



Es habitual que las adolescentes y no tan adolescentes sueñen y suspiren con actores, cantantes y futbolistas. Los sueños de una amiga los protagonizan toreros de todo pelaje, nunca he sabido ni he querido preguntar el motivo, intuyo que mejor así. Otras en cambio hacen protagonistas a sus vecinos del cuarto, a sus jefes o profesores, al desconocido con el que comparten barra y café por las mañanas o asiento en el metro o autobús. A una conocida le pone su gay compañero de trabajo, a otra George Clooney y Marlon Brando en camiseta (comparto estas dos últimas debilidades). Conocía a alguien que encontraba tremendamente sexy a Santiago Belloch, el de las profundas ojeras, que fue ministro y luego alcalde de Zaragoza, no sé si sigue en el cargo. Era de las mías porque a mí, aunque nadie lo comprenda y comparta, ni falta que hace, los políticos o ciertos políticos para ser exacta me gustan. En realidad el número es de ellos es bastante reducido y últimamente me planteaba seriamente ampliarlo incluyendo a cierto ex-pretendiente de una de mis hermanas que ha acabado de diputado en las Cortes tras las últimas elecciones generales pero como las pulsiones que motivaban esa decisión eran más racionales que hormonales no llegó a buen puerto la idea.


Y todo esto viene a cuento porque recientemente y en mi peor momento, es el tipo de cosas que siempre me pasan a mí, porca miseria, uno de estos, mis sex-symbols particulares, hizo acto de presencia y yo con el pelo mojado.


De cuando en cuando a una le da por travestirse de pija y elegante y se calza tacones, se maquilla y se viste para ir a trabajar. No suele ser demasiado habitual pues el frío que se pasa en mi oficina es antológico y no da para muchas elegancias no por falta de calefacción, que haberla hayla, sino por el escaso uso que se hace de ella. Ni que la pagáramos nosotros, que para eso somos funcionarios. Mi jefe nunca, y nunca es nunca, tiene frío y siempre da por supuesto que el resto nunca, y nunca es nunca, tienen frío. Da igual que nos vea con el abrigo sobre los hombros toda la mañana o envueltas en todo tipo de chales o echarpes, la calefacción no se enciende y si se enciende en el mejor de los casos es durante un par de horas durante las cuales no llega a notarse diferencia alguna de temperatura. De este modo elegantemente vestida, tiritando de frío y con una bufanda al cuello prestada por Rita "la cantaora", de género indescriptible, maxilonguitud y colores varios e incompatibles entre sí y con mi atuendo me disponía a pasar la mañana cuando ella a cambio de la sin par bufanda me pide un favor que consiste en llamar a nuestro Mac Giver particular para pedirle que acuda raudo y veloz a cambiar un fluorescente que no funciona. No llego a preguntar el por qué debo ser yo quién le llame porque ya me conozco la respuesta, con ella (y casi con nadie) no se habla y lo más probable es que no le coja el teléfono, pero tal vez si ve mi extensión conteste. Marco con resignación, tanta como la que se percibe en la voz de Mac con un: -"Dime, Dae...", intuye que le voy a pedir algo y no precisamente para mí. Le transmito la orden y ruego y él me dice no se qué de unas peanas que está pintando y que no puede abandonar... ¿¿¿Unas peanas??? Ni insisto ni pregunto ni le doy explicaciones a Rita, simplemente un "no puede venir" mientras comienzo a negar con la cabeza, no, yo no te lo cambio, que por hacer algo una vez como gran favor y ante la inutilidad generalizada existente una no se convierte en experta, ni me pagan por ello, todo hay que decirlo.


Cómo consiguieron convencerme pasará a los anales de los grandes misterios de la historia y sin comerlo ni beberlo me vi subiendo una escalera colocada previamente sobre a una mesa para alcanzar altura (si nos hubiesen visto los de prevencinón de riesgos), bufanda al aire, remangando la falda y con unos crocs prestados de color chillón a cambio de los tacones que habia dejado en el suelo, esos zuecos indescriptiblemente horribles que parece nos invaden en los últimos tiempos. Cuando ya estoy en lo alto se abre la puerta y entra mi jefe acompañado de dos seres trajeados. Tras el susto de su "qué c* haces ahí subida, nena, te vas a matar" que casi me hace caerme de cabeza al suelo comienzo a sentir que sufro como poco mal de altura porque no puedo creer que una de las caras que me mira entre la incredulidad y la risa sea quién creo que es. Me consta que mi jefe está bien relacionado con las altas esferas y poderes fácticos de esta nuestra administración autonómica de la que por otro lado formamos parte, pero carajos, podría haber elegido otro momento para relacionarse.

Me precipito escaleras abajo aún a riesgo de partirme la crisma mientras me deshago con una mano de la bufanda y trato de liberar mis pies de los horrendos zuecos para acabar en última instancia descalza, de cabeza y casi de rodillas a ras de suelo y ante los pies (nunca mejor dicho) del insigne Secretario General. "Tranquilos", dice la Viudita Alegre conteniendo las carcajadas, " que más abajo no va". Lo que ni más abajo, ni más arriba, hubiera podido ir era mi verguenza y mi dignidad. Esta última la que utilicé para con la mejor de mis sonrisas levantarme y a falta de una frase mejor que decir preguntar dónde estaban mis zapatos.

(Frívola) presentación


Les presento mi flamante bolso Birkin, no es de Hermes, es de El Corte Inglés, pero orgullosa que está una por igual. Imitación, obviamente, pero al menos es de piel, y por unos cuantos eurillos de más que los 30 euros por los que los venden en Blanco con olor a petróleo.

Qué mal me suena esto en mi boca, pero más de una palidecerá de envidia cuando lo presente en sociedad.




En fin, mi frivolidad del día, que hace mucho que no me permitía un capricho y muchos menos los que me permitiré a partir de ahora que intuyo que voy a acabar cambiando mis ahorros por dólares...


To fly or not to fly


Tengo una oferta que no puedes rechazar, me dice (léase esto a lo Marlon Brando en El Padrino para darle pátina de chiste fácil). Y yo que ya tenía planes para mis vacaciones estivales por imperativo legal al margen de que cuando una no tiene ni novio ni apartamento en Torrevieja esto de las vacaciones es un sinvivir de ofertas de amigos y familia que no dejan de ofrecerte y/o preguntarte cuándo, cómo, dónde y con quién. Afortunadamente suelen aceptar el "no" como respuesta sin demasiados aspavientos e intuyo con cierto alivio las más de las veces.

La oferta ciertamente es para no rechazarla, 3 semanas en los States, carretera y manta, pero en agosto, y yo tengo comprometidas mis vacaciones en julio, claro que el viaje merece la negociación o directamente la pelea, los ruegos, besamanos y las peticiones de favor. Pero suponiendo que poniéndome de rodillas y lo implore con lágrimas en los ojos, renuncie a Italia (y a los italianos) y me concedan el cambio de fechas aún tengo dos flecos pendientes. A saber, Bruce Springsteen el 19 de julio en Barcelona (¿alguien quiere dos entradas?, ya puestos igual tengo que comenzar a buscar un posible comprador) y no es que no me duela, que me duele, renunciar al concierto, especialmente después de haberme perdido el del otoño en Madrid y tener que soportar a primera hora de la mañana siguiente a un Henry sin voz de tanto tararear Cadillac Ranch contándome los pormenores de la actuación y su carrera contrareloj para estar puntualmente a las ocho (llegó a las 10:30) en Asturias. Supongo en todo caso que cambiar Atlantic city en vivo y en directo y no me refiero a la canción sino a la ciudad por el Jefe (al que ya tengo un poco visto, aunque no me canse de verle) puede resultar un buen cambio.

Así, de algún modo, salvo el segundo de los obstáculos, pero aún me quedan Los Tigres, y mientras yo vuelo rumbo a New York ellos se subirán en un escenario en Gijón mirando a Poniente. Y a mis Tigres del Norte yo no los perdono, ni modo. No voy a dejar huérfana de mi presencia a Camelia (la texana) o a Martín Estrada Contreras (tahúr profesional) ni por la mísmisima Route 66... o tal vez sí.

Acá les dejo una rola bien chingona pa' que comprendan mi disyuntiva.


domingo, mayo 18, 2008

Patria


Sentíte falar con señaldá

de la tierra que nun tienes,

de la neñez perdida.



Yo, llonxana,

como siempre,

nun acertaba a falar:

pensaba que, si la patria ye un temblor,

tu yes munches,

munches veces,

patria mía.


Ana Vanessa Gutierrez

viernes, mayo 16, 2008

¿Qué me pasa, Doctor Q.?


No diré que me quita el sueño y llevo varias noches sin dormir porque yo debo de ser de esas personas que tienen la conciencia muy tranquila y duermo sin problemas las horas que sean necesarias, pero desde que el primer signo de desconfianza hacia el género masculino en general y hacia Misteriousman en particular hizo amagos de aparecer condenándome a formar parte a mi pesar y pese a mis resistencias al club de mujeres que dicen o piensan "todosloshombressoniguales" o lo que es lo mismo, todo el mundo (me) miente no puedo evitar sentirme preocupada. Al igual que Groucho Marx yo nunca formaría parte de un club que me admitiera como socia.

Al principio me lo tomé como un contratiempo pasajero, consecuencia tal vez de la astenia primaveral. Una crisis de mi conciencia cansada de tomarse en serio a todo el mundo o que simplemente él era tan pésimo mintiendo que ni siquiera yo era capaz de creerme sus mentiras por muchos esfuerzos que implicara en ello. Juro que me empleé a fondo, soy toda una experta en sonreir, asentir, preguntar e interesarme por lo que no me interesa. Pero todo ha sido en balde, la desconfianza se ha instalado en mí y amenaza con quedarse.

miércoles, mayo 14, 2008

Pérdida de tiempo


Coge el libro que tengas más cerca o el que estés leyendo en estos momentos, ve a la página 39 y escribe la línea 5:


"Sólo entonces me di cuenta de que una de sus manos era postiza, como la de un maniquí."

Crónica de una sociedad perdida


Cartel a la entrada de una tienda de informática de Alcudia (Mallorca).


P.D. A quién le interese, publicado en www.mimesacojea.com

El joven Marías


"Nuestra labor no solamente es pueril, sino absurda, una especie de trampantojo, un embeleco, una ilusión, una entelequia y una pompa de jabón. En el fondo está destinada al fracaso y además es imposible"


Javier Marías (Fragmento de su discurso de ingreso a la Real Academia Española - Sobre la dificultad de contar)


Una de mis muchas manías, cada día descubro una nueva, es encender la radio en cuanto me subo al coche. Por las mañanas y camino del trabajo soy adicta a la COPE y a la mala baba del señor Jiménez Losantos. No tengo claros los motivos, tal vez masoquismo o descubrir cómo piensa el "enemigo", o simplemente vacunarme contra las sandeces que tendré que escuchar a lo largo de la mañana, seguro que nada de lo que puedan llegar a decir mi jefe, los jefecillos de medio pelo y colegas varios podrá mejorar (o empeorar, según se mire) lo escuchado en la radio. Confesaré que en determinados momentos acabo haciendo zapping radiofónico y me paso a escuchar al otro, es decir, al Francino. Qué portento de hombre. Ése y David Cantero, presentador de no sé cuál edición de telediario en La primera serían el tipo de hombre por el que alguien me preguntaba, pregunta a la que por cierto, para no variar, no me digné a contestar.

Fiel a mi manía y tras quedarme sola esta tarde después de vaciarme de pasajeros encendí la radio y me encontré con la cadena SER y la voz de Gemma Nierga anunciando una entrevista en breves momentos, tras la publicidad, con el recién nombrado académico Javier Marías. Ya convenientemente aparcada y dispuesta a salir del coche comienza la entrevista y yo me quedo paralizada escuchando la hinóptica y exquisita voz del joven Marías (cortesía del profesor Rico). Con lo que he leído yo a este hombre, todas sus novelas, libros de relatos, recopilaciones de artículos, divagaciones varias, hasta su blog... y nunca había escuchado su voz. La única vez que estuve en su presencia, o él en la mía, y desde entonces ha llovido mucho, fue en una sala de conferencias con más de cincuenta personas por el medio entorpeciendo la visión y una intérprete que opacaba su voz. Al tiempo de conseguir acercarse a él "Corazón tan blanco" en mano, por aquel entonces su novela más reciente, ya había desaparecido por los pasillos del Cervantes hacia la niebla de la calle Leopold.

Lion in winter



ELIONOR

Nun güeyarás más les brunes lloses d’Aquitania

pero besarás les sos torres en ca besu mio.

(Al abellu les besties - Berta Piñán)

martes, mayo 13, 2008

Certidumbres


No tiendo yo a ser muy redicha, aunque haya quien así lo considere, pero si es cierto que si bien huyo de las expresiones y frases hechas, aunque haberlas, haylas, cuando quiero calificar a alguien de malvado y controlo mi genio y verborrea, en pocas ocasiones sucede eso, en lugar de tildar de digamos, cabr* a alguien (e ignoro por qué en este preciso instante el insulto me sale en masculino) suelo decir que es más malo que los antagonistas, es decir los malos, de las novelas de Ken Follet. Como si yo fuera toda una experta en la materia y mi tesis doctoral se basara en la maldad intrínseca de los personajes de las novelas del susodicho, donde los malos que son malísimos suelen ser guapos y ambiciosos, combinación perfecta que les permite triunfar durante 950 páginas de las 1.000 que suelen conformar la novela y durante las cuales les hacen la vida imposible a los buenos que apenas levantan cabeza de nuevo vuelven a besar el suelo. Para que triunfe el bien antes ha debido triunfar el mal un buen número de veces, aunque no me queda del todo claro que las líneas que separan ambos conceptos estén tan bien definidas.

Confesaré que siempre me sentía un poco impostora cuando le soltaba a algún incauto (o incauta) tan terrible sentencia cual maldición, que puede sonar un poco ridícula pero con el tono de voz adecuado y la gesticulación contenida hasta llega a dar un poco de respeto. Y hablo de impostura porque yo sólo había leído una novela de Ken Follet en mi vida (mis esfuerzos me costaron terminarla, pero esa es otra historia), evidentemente, "Los pilares de la tierra" y no me consideraba yo con la legitimidad absoluta de ir soltando a diestro y siniestro la frase de marras así en plural "las novelas de Ken Follet", como si mi biblioteca estuviera forrada con sus tomos y memorias.

Con la publicación de eso que llaman segunda parte de "Los pilares..." pensé que tenía una buena oportunidad de redimirme y comenzar a hablar con propiedad, tomando la firme y sabia decisión de meterme en faena y ventilarme las más de mil páginas. Eso sí, de gorra, no pensaba pagar ni un céntimo pues no dudaba que alguien de mi entorno seguro se la compraba. Mi intución no falló y enseguida una amiga me lo ofreció. Tendría que ser a una semana vista, cuando lo terminara, pero antes me ofrecía otro del mismo autor que era el que más le gustaba de todos cuantos había leído, incluso más que "Los pilares...", y eso que consideraba a esa novela soberbia. Obviamente ella si es una experta en Mr. Follet. Como no quería que me mirasen peor de lo que miran ya acepté el título que me tendía y me uní al coro de voces que alababan la sin par literatura del amigo Ken. A favor de aquel libro diré que no llegaba a las 500 páginas y que la mala de la novela era una mujer, considerando esto toda una innovación, en contra, todo lo demás, incluido "Un mundo sin fin", que fiel a mi autopromesa me leí enterito. Lo bueno que tienen los aeropuertos y ciertos viajes en tren es que brindan horas muertas.

Resumiendo, que para malvados y malvadas voy a quedarme con el personaje de Vanessa Williamsen Ugly Betty, culebrón cuando menos más digno que cualquiera de esas mal llamadas novelas, al menos ella tiene estilo y suena mucho mejor eso de "eres más mala que Wilhelmina", aunque a posteriori haya que explicar quién es la tal Wilhelmina.

P.D. Para resarcirme, literariamente hablando, comencé a leer "El juego del ángel" de Carlos Ruiz Zafón, ya saben, "La sombra del viento" y seguro que también saben que segundas partes nunca fueron buenas así que retorno (retomo) a Xuan Bello y su "Hestoria universal de Paniceiros" que nunca me defrauda en días de lluvia tras el cristal.

domingo, mayo 11, 2008

Apostasía



Aún sentados en la mesa, tras la cena, revolviendo con la cucharilla un café solo que no tengo intención de beber. No sé por qué acabo pidiendo un café en esas circunstancias si a mí no me gusta el café. Tal vez para fingir la apariencia de una normalidad que no poseo, la gente normal toma café, supongo, y aún es demasiado pronto para que conozca mis carencias y defectos.

Me descubro de pronto pensando que no me creo ni una sola palabra de lo que me está contando. Ni de lo que me está contando ahora, ni de lo que me lleva contando toda la tarde ni en las semanas anteriores. En circunstancias normales me hubiera levantado y me hubiera ido sin hacer demasiado ruido y al amparo de cualquier excusa fácil y barata sin importarme demasiado que a él le pareciera precisamente eso, fácil y barata. Claro que en circunstancias normales yo soy de las ingenuas, me resulta más fácil creerme todo lo que me cuentan sin tratar de discernir las verdades y las mentiras y no es que si me dicen que las vacas vuelan de inmediato me asome a una ventana para ver una pasar, pero he aprendido que la mayor parte de la gente que miente se cree sus propias mentiras, y si ellos lo hacen, por qué no hacerlo yo, al fin y al cabo no hay mejor modo de convertir mentiras en verdades que creyéndoselas. Ya cantaba Arjona: si nunca dije la verdad fue porque la verdad siempre fue una mentira y no significa eso que ofrezca mi corazón o mi dignidad al primer mentiroso, digo postor, que puje por mi alma.

Debería creer sin vacilación por tanto todo lo que me dice. Aceptar ese trato que me propone. Dejar de lado las imposturas propias de los primeros y vacilantes pasos de una posible, no sé si probable, relación. Pero no lo hago, no le creo. Da igual lo que me esté contando o me haya contado. No percibo más que sombras y dudas en sus palabras, y lo peor de todo es que no me importa, le dejo hablar y no planeo una huida. Aunque ya haya tomado una decisión.




lunes, mayo 05, 2008

Grandes esperanzas

Tiempo, el que me falta. Ganas, las que me sobran. Días de luto y celebraciones. Se murió Chema, el panadero, y una con cierta decepción leía en el periódico que su muerte se debía a una innombrable enfermedad, como si la muerte digna para una vieja gloria (¿lo fue?) sólo pudiera encontrarse en un sucio portal de... pongamos Malasaña. ¿Recuerdas aquella máquina del tiempo? El accidente de coche y las madrugadas en Nordfriedhof. La misma decepción y el Robe (Iniesta) como coartada. Octubre en el horizonte. La impaciencia que por momentos me desborda. El cuentakilómetros a cero y el falso Birkin de El Corte Inglés en camino. ¿Hacemos un trato?

domingo, mayo 04, 2008

Antònia Font



Qué mejor para volver a la normalidad que hacer gala de una absoluta anormalidad.

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