El peor recuerdo que tengo de cuando aún salía con hombres (allá por el pleistoceno) era que siempre, uno tras otro, en todas mis citas; ellos acababan hablándome de sus padres (en masculino). Otras mujeres siempre se quejan de que sus ligues les toman por sus mamás; está muy extendido el complejo de Edipo y hay demasiados hombres que creen firmemente en la certeza de que madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle. Pero no es mi caso. Seré yo poco maternal (aunque desearía tener un hijo), porque a mí me ven más con un rollo institutriz, a lo Fräuelin Rottenmeyer. Tanto lo he oído que he acabado por creérmelo y probablemente a actuar en consecuencia, cual Galatea dada a la vida por Pigmalión.
De este modo, la próxima vez que me acode en una barra o me siente en una mesa o me meta en tu cama, por favor te pido, seas quién seas (si es que en algún momento vas a ser), que no me hables de tu familia. Puedes contarme lo que quieras, incluso lo desgraciado que te hacía tu ex-novia (otro tema recurrente, la insensibilidad de las mujeres precedentes), que cantas por Bustamante en la ducha (yo lo hago por la Jurado, estaríamos en paz) o que eres usuario registrado en Forocoches (yo ni siquiera estoy en el Facebook); pero queda terminantemente prohibido que me digas a qué se dedica tu padre, lo mucho que lo admiras, el referente que supone para ti y que de mayor quieres ser como él. No lo soporto, tú eliges; o me hablas de ti o me hablas de él; y yo de ser tú elegiría lo primero…
Por algo prefiero las ‘no citas’, aunque de èsas tampoco tengo ninguna…
P.D. Audrey Herpburn en "My fair lady".