La última vez que jugamos al dos por dos yo acabé con el uno equivocado y no fue consuelo saber que nadie contó con la suerte en el reparto así que fue un alivio ver que por primera vez nuestros gustos caminaban en direcciones contrarias, los mismos que siempre comían del mismo plato, cediéndose, por supuesto, educadamente, los turnos.
Que yo no entendiera qué carajo encontraba ella en semejante tipo era lo de menos. Yo no le pedía su opinión sobre mis respectivos, consciente de que en muchos casos ésta sería completamente reprobadora. La base de nuestra amistad ha sido siempre el respeto y tratándose de dos personas adultas y supuestamente maduras poco espacio queda para recriminar a la otra los errores que en nuestra opinión se cometen. Nunca le dije nada malo acerca de él, tampoco bueno, es cierto, y no por falta de múltiples esfuerzos por mi parte en tratarle y conocerle con el fin de descubrir esas maravillosas cualidades de las que ella siempre alardeaba. Es tan buen tipo, siempre decía… Pero yo sólo veía a un tipo gris, de media sonrisa, feo, esto probablemente fuera lo de menos, porque sobre todo era pobre, pobre de espíritu. Claro que en noches deslenguadas le hacía entender que esa "no relación" era una pérdida de tiempo. Nunca he entendido el sentido que puede tener amar a alguien que te ignora, que te llama con el cambio de estaciones o cuando le ha dejado plantado su última novia.
Nunca me ha gustado dar consejos ni acudir a moralidades, las más de las veces estúpidas, pero el amor es demasiado valioso para desperdiciarlo con quien no merece la pena…