Como alguien me dijo una vez... tú y yo somos una mentira que se encuentra todas las tardes
Ya que no he enviado ni una sola felicitación navideña, estaba pensando que tal vez estaba a tiempo de corregir el mal rumbo de mi sociabilidad menguante y desear al mundo mundial una buena entrada y salida de año. Pero sigue sin apetecerme demasiado enviar un email o un SMS colectivo, que ya se sabe que las nuevas tecnologías se imponen. Y en parte es porque no me apetece cribar o determinar a quién sí y a quién no, que nada me gusta menos a mí que recibir impersonales felicitaciones navideñas de gente a la que no has visto en un largo tiempo y de repente, por obra y gracia de la magia de la Navidad, aparecen en tu bandeja de entrada. Como aquél que te felicita por tu cumpleaños y una sospecha que más bien se trata de figurar en la agenda que maneja su secretaria que en su conciencia.
También descarto los propósitos de año nuevo, que al fin y al cabo con el propósito que tengo para esta noche ya me resulta suficiente.
Lo que me queda, claro, es hacer un resumen del año que se está acabando. Aunque para eso bastaría con coger este blog y ponerse a leer la infinidad de tonterías escritas a lo largo de estos doce meses que comenzaron con la H de Hornby y están acabando en la X, regodeándose en la E que siempre me ha perseguido y pasando por chicos raros desaparecidos.
Qué pereza, por cierto... si yo sólo quería que pareciese un accidente.
P.D. Jean Harlow y Primo Carnera