(No) reasons
He decidido callarme. Desconozco cuánto durará mi buen propósito, intuyo que no mucho tiempo. Nunca he sabido hacerlo, igual que no sé sonreír cuando no me apetece o reírme de un chiste que no me hace gracia. No sé hablar cuando simplemente hay que hablar y callarme cuando nadie espera que hable si yo sí considero que tengo algo que decir. Oscilo entre el silencio y la incontinencia verbal sin límites ni censuras. Soy consciente de la incomodidad que ambas situaciones generan, he intentado ‘corregirme’, nunca lo he conseguido. Así que hasta nuevo cambio mientras sea capaz de tener la boca sellada trataré de no caer en el error de creer que verbalizar mis deseos es el camino más rápido para hacerlos realidad.
Por eso me callé y no dije lo que pensaba. Aunque mi media es mucho más elevada consideré que ya era suficiente que me tomaran por pirada una vez, no quería batir mi récord esa noche.
Preguntaste mi nombre, de dónde era… “¿en qué curras, por dónde paras?”. Esas cosas que yo ya he olvidado que se preguntan en las barras de los bares, que me aburren y no me divierten a partes iguales. Callé, punto en boca, esbocé una media sonrisa, contesté con evasivas a tus preguntas y me fui perdiendo entre el humo de conversaciones ajenas. Probablemente me perdí una conversación insustancial apurando un par de copas, unos cuantos besos cual adolescentes en celo, la búsqueda de un taxi y quién sabe, tal vez un intercambio de teléfonos y la promesa de futuros encuentros.
D. siempre dice que somos culos de mal asiento, seres inconformistas y complejos, y que por eso la simplicidad a la que está avocado el mundo que nos rodea nos resulta tan ajena. Y no, no estoy de acuerdo, lo que somos es unos inadaptados sociales, que le gritamos al mundo que se pare para bajarnos, pero como tenemos demasiado miedo para hacerlo en marcha, seguimos en él. Somos prepotentes, ególatras, vanidosos y unos cínicos orgullosos de serlo. Atrofiados emocionalmente.
Pensé, qué guapo, pero qué simple es este chico. Y no dije nada, no lo hubieras entendido. Cómo ibas a saber tú cuando te acercaste a esa desconocida que ibas a encontrarte conmigo.
Por eso me callé y no dije lo que pensaba. Aunque mi media es mucho más elevada consideré que ya era suficiente que me tomaran por pirada una vez, no quería batir mi récord esa noche.
Preguntaste mi nombre, de dónde era… “¿en qué curras, por dónde paras?”. Esas cosas que yo ya he olvidado que se preguntan en las barras de los bares, que me aburren y no me divierten a partes iguales. Callé, punto en boca, esbocé una media sonrisa, contesté con evasivas a tus preguntas y me fui perdiendo entre el humo de conversaciones ajenas. Probablemente me perdí una conversación insustancial apurando un par de copas, unos cuantos besos cual adolescentes en celo, la búsqueda de un taxi y quién sabe, tal vez un intercambio de teléfonos y la promesa de futuros encuentros.
D. siempre dice que somos culos de mal asiento, seres inconformistas y complejos, y que por eso la simplicidad a la que está avocado el mundo que nos rodea nos resulta tan ajena. Y no, no estoy de acuerdo, lo que somos es unos inadaptados sociales, que le gritamos al mundo que se pare para bajarnos, pero como tenemos demasiado miedo para hacerlo en marcha, seguimos en él. Somos prepotentes, ególatras, vanidosos y unos cínicos orgullosos de serlo. Atrofiados emocionalmente.
Pensé, qué guapo, pero qué simple es este chico. Y no dije nada, no lo hubieras entendido. Cómo ibas a saber tú cuando te acercaste a esa desconocida que ibas a encontrarte conmigo.