Podría mentir, aún sé hacerlo, nunca lo he olvidado... Podría decir que cada vez que hablo de ti no es de ti de quién hablo, sino de otro
Estoy a punto de irme, así que cojo el bolso que he dejado tirado en algún punto intermedio entre las montañas de expedientes que he ido acumulando estos dos últimos días sobre el armario y ese par de plantas que nunca me acuerdo de regar. Estoy hablando con Mony Penny y Doble M, que se diría que las tardes funcionariales son cosa de chicas, y Doble M, siempre tan parca en palabras se queda mirándolo y dirigiéndose a Mony Penny hace un gesto hacia él alabándolo, diciendo algo parecido a 'qué monada', mientras ésta última asiente, como yo asiento sin nada que añadir.
Pero Doble M parece esperar algo más de mí, y a mí sólo se me ocurre que tal vez puedo decir que es la primera vez que ve la calle desde que lo comprara allá por junio, fíjese Vd. que tontería, gastarse una pasta indecente en un bolso para mantenerlo casi seis meses guardado en un armario. Pero pienso que no es más que un bolso, una monada de bolso, cierto, pero no más, que lo que quiero es irme a casa y no comenzar una conversación intrascendente, así que no digo nada. Y Mony Penny con su oportuno sentido del humor me echa un cable, 'que digo yo que le podrás dar las gracias por el cumplido'...
Y yo no entiendo que el que alguien te alabe el gusto en elegir un bolso, o más bien en pagarlo, sea digno de mérito; y ellas no deben entender que yo no sea capaz de entender, así que deciden pasar a lo siguiente, que es preguntar dónde lo he comprado, y después de lo anterior dudo si mentir e inventarme cualquier tienda o lugar, porque lo cierto es que no recuerdo dónde lo compré, y descarto Zara, H&M, Mango y hasta Hazel, y a punto estoy de decir que en una minúscula tienda de la calle Fuencarral, que al fin y al cabo ha sido testigo habitual de mis compras, pero no, lo encuentro demasiado pretencioso; aunque sea tanta su insistencia que acabo por contar que no recuerdo el nombre de la tienda, que lo compré en junio, que es el día de su estreno, que no, que no fue en Oviedo, que no fue en Madrid, que no, que no fue en Gijón, que sí, que fue en Düsseldorf, que no, que no recuerdo dónde, que no, que yo no opino que sea una de las ciudades más elegantes de Alemania, y que sí, que hace juego con mis zapatos... aunque hasta que ella lo menciona no me había dado cuenta, que odio ir conjuntada, aunque las más de las veces lo acabe haciendo, que es lo que tiene que ser the girl in black, aunque últimamente sea más bien the girl in grey, pero más allá del negro no me gusta que bolso y zapatos sean del mismo color o tono... que no sé si eso es o no es tendencia, que me da igual, que no me gustan los uniformes, será eso... que no se me puede olvidar regar las plantas...
Supongo me dejan por imposible, a ver quién va a ser el valiente o la valiente que se vaya a sentar a mi lado en la comida de confraternización laboral de jueves, vista mi incapacidad para mantener la más elemental de las conversaciones. Así que echo mano de mi gabardina, me cuelgo la monada de bolso en bandolera y chequeo la calle en busca de rastros de lluvia tras el cristal, que para variar estoy sin paraguas, pero no, no sólo no llueve, sino que luce el sol. Y en ese preciso instante, más allá de llevar bolso y zapatos a juego de color camel, me doy cuenta de que voy vestida de azul, que gracias a la casualidad y a mi blue raincoat y a mis vaqueros, azules, obviamente, soy the girl in blue. Y se me despejan las dudas.
Y sí, de repente todo es posible. Bien lo dijo Cohen, que nunca deberíamos olvidarlo, que siempre nos quedarían los sueños, bueno, en realidad él dijo la música, pero al fin y al cabo no sólo el cine, sino también las canciones, son una fábrica de sueños, you know. Y quién sabe, tal vez llegue a la tienda y en la cola alguien me mire, alguien dipuesto to walk the line.
Supongo me dejan por imposible, a ver quién va a ser el valiente o la valiente que se vaya a sentar a mi lado en la comida de confraternización laboral de jueves, vista mi incapacidad para mantener la más elemental de las conversaciones. Así que echo mano de mi gabardina, me cuelgo la monada de bolso en bandolera y chequeo la calle en busca de rastros de lluvia tras el cristal, que para variar estoy sin paraguas, pero no, no sólo no llueve, sino que luce el sol. Y en ese preciso instante, más allá de llevar bolso y zapatos a juego de color camel, me doy cuenta de que voy vestida de azul, que gracias a la casualidad y a mi blue raincoat y a mis vaqueros, azules, obviamente, soy the girl in blue. Y se me despejan las dudas.
Y sí, de repente todo es posible. Bien lo dijo Cohen, que nunca deberíamos olvidarlo, que siempre nos quedarían los sueños, bueno, en realidad él dijo la música, pero al fin y al cabo no sólo el cine, sino también las canciones, son una fábrica de sueños, you know. Y quién sabe, tal vez llegue a la tienda y en la cola alguien me mire, alguien dipuesto to walk the line.
Y justo ahora suenan una y otra vez The way, y Racing in the street, y Candy's boy, y The breakaway, y de nuevo The way y The promise y The brokenhearted y de nuevo Candy's boy... y The little things (my baby does) y... y todavía no he llorado... aún... Y sé que tú, estés donde estés, estés con quién estés... estarás sintiendo lo mismo.