Mañana de domingo que coincide con la de Reyes. Quedamos para desayunar, saludable costumbre heredada de tiempos pasados y centroeuropeos. Introducimos haciendo honor a la tradición un roscón de Reyes en el menú aunque a mí no me gusta y tal vez por eso me encuentro la figurita escondida. Nunca he llegado a saber con certeza si eso implica que debes pagar tú o si por el contrario implica buena (o mala) suerte. Más tarde aparecerá una segunda, una especie de judía. Parece que el reparto está claro.
Tópica conversación post-vacacional aludiendo a la pereza de tener que volver a trabajar y yo sólo puedo decir que en realidad lo estoy deseando, volver al trabajo. Me encontré con unas vacaciones inesperadas, también necesitadas, cierto. Pero ahora anhelo volver a mis rutinas, al orden que impone un despertador sonando a las siete menos cuarto de la mañana, a las comidas rápidas y a las cenas en soledad delante de la televisión, a mi única compañía.
Dos pares de ojos me miran con desconfianza aún dormidos y con efectos de una reciente y visible resaca diciendo sin querer decir que estoy peor de lo que se temían. Intercambian un gesto de asentimiento y la propietaria de uno de esos pares me dice, también sin querer decir, que anule todos los planes para el lunes, si es que los tengo, porque me lo han comprometido sin mi consentimiento ni conocimiento… -“Porque estarás de acuerdo conmigo en que lo que necesitas es un buen polvo.”
Bien, ya estaban ahí las mágicas palabras de las que echar mano ante cualquier crisis existencial. El sexo es mano de santo (según ella y para ella), tan sólo seguido del alcohol y la más absoluta de las improvisaciones.
Y qué decir que ella ya no sepa. Que yo ya no me emborracho, que raramente lo hice y tan sólo por accidente. Que tan sólo deseo (y busco) aunque sólo sea por momentos sentir que el suelo no se mueve bajo mis pies y saber no ya qué pasará dentro de una semana, pero sí mañana. Y que odio las citas a ciegas, aunque alabe su buen gusto y sus mejores intenciones y que un polvo, incluso aunque sea bueno, a mí no me arregla nada. Pero no digo nada y quedo para comer (dentro de una hora) con un ilustre desconocido. Espero que a eso de las 15:30 suene mi teléfono móvil y la artífice de la cita me de la posibilidad de una excusa si el desconocido no resulta tan ilustre, aunque ella así lo afirme.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.