jueves, octubre 28, 2010

Si tú estás, me vale cualquiera...



Parece ser que sí, que esta vez es la buena y que habemus concurso de traslados. Desde hace unos días circula un borrador con vacantes y todas las novedades que parece ser se incluyen en la forma de provisión. Y que sí, que ésta es la buena, la buena noticia, se entiende.

La mala, la cara B... después de esperar casi un año podrían haber esperado unos meses más, hasta febrero, por ejemplo, que es cuando cumplo yo dos años en este puesto de trabajo y así poder optar a cualquier plaza fuera de la Consejería que tan amablemente me acoge. Pero no, como no alcanzaré los dos años por poquito, sólo puedo moverme dentro de ella. Primera reducción drástica del número de plazas a las que puedo optar.

Segunda reducción al descartar las plazas en las que ganaría aún menos de lo que gano ahora. Me muero por salir de aquí, pero el maldito parné me hace más falta que nunca, que acaban de revisarme la hipoteca. Así que un puesto base sin complemento alguno no es opción.

¿Qué me queda entonces dentro de esta Consejería y con algún tipo de complemento como el que ya tengo? O quedarme donde estoy, que tampoco es una opción, o cínco míseras plazas que estarán más solicitadas que Carlos Chaouen en un día de feria.

De esas cinco, en realidad, debería quedarme con cuatro. Porque una se va a ir para alguien que conozco, interesado y con bastante más antigüedad que yo.

Otra está situada tres armarios más allá de la mía y sospecho que está tan vacía de contenido como ésta, sin contar que mi actual ordenador es mejor y que renunciar a la ventana y a ver la gente pasar por la calle Coronel Aranda es mucha renuncia.

En resumen sólo tres opciones, que dada mi escasa antigüedad y lo solicitadas que imagino estarán, me dejan en bastante mal lugar y con pocas, poquísimas posibilidades. Pero no desisto, y la esperanza es lo último que se pierde, que claro, está la opción de irme fuera de Oviedo, y pongamos elegir Tineo o Cangas del Narcea... que obviamente no es opción, aunque en ese caso no tuviera rivales.

Habrá que comenzar a sacar velas y conjurar a la suerte que siempre tan esquiva me resulta...



Y en realidad esto no es más que una excusa para escuchar a Carlos Chaouen...




"Qué te diría
Después de tantos años que me identifican
Tras algunos colchones de casas ajenas
Y desayunos con otras en camiseta


Qué te diría
Después de los partidos de cada domingo
Fui más cauto en el ilusionismo
Y la avería del mundo sigues sin vida 


Te diría que tengo los zapatos sucios
El alma desangrada de tantas mentiras
Te diría que tengo sólo el tiempo justo
Sin embargo tengo todo el tiempo del mundo


Dame la mano que contigo es más llevadero
Este camino que conduce del cielo al infierno
En mis descuidos no me tomes muy en serio
Dame un papel protagonista en tus sueños


Qué te diría
Despues de las palabras detrás de la hoguera
Algunos revolcones en otras melenas
y canciones sonando en cada estrella


Qué te diría
Que a veces me pierdo en mi fantasia
Y me gustan los bares donde se hace de día
Y los amantes que buscan las esquinas


Te diría que tengo las manos cansadas
Pero las tengo a punto para otras batallas
Te diría que tengo sólo el tiempo justo
Sin embargo tengo todo el tiempo del mundo


Dame la mano que contigo es más llevadero
Este camino que conduce del cielo al infierno
En mis descuidos no me tomes muy en serio
Dame un papel protagonista en tus sueños


Dame la mano que contigo es más llevadero
Este camino que conduce del cielo al infierno
En mis descuidos no me tomes muy en serio
Dame un papel protagonista en tus sueños".




P.D. Katherine Herpburn (que digo yo que no necesita presentación).

Como Joni Mitchel, quiero que me dejes hablar y escupir mi amargura nacida del dolor y de las noches sin dormir



No me gusta, imagino que como a tantos, escuchar las conversaciones ajenas vía teléfono móvil. En el autobús, a punto de subirse al avión o al bajarse, en las estaciones de tren, o en plena calle, en la cola del supermercado, en la del cine e incluso a veces, dentro de la propia sala. Y tampoco me gusta, obvio, que se escuchen las mías. Por pudor, básicamente, y porque siempre me siento extraña con un teléfono en la mano. Aunque después sea capaz de mantener interminables conversaciones telefónicas si se da el caso, que se da, alguna vez, pocas.

Suelo caminar muy deprisa. Muy, muy deprisa cuando voy a solas, y bastante deprisa cuando lo hago acompañada. Casi parecería, y en muchos casos así es, que llego tarde a algún lado. Así que, aunque odie ir caminando y hablando en plena calle por el móvil, raramente mis conversaciones son captadas por oídos ajenos. Paso como una exhalación.

Hace un rato volvía de una interminable, y todo hay que decirlo, divertidísima, reunión, cuando suena el teléfono y aparece la voz de mi amiga Sal al otro lado con el clásico "¿puedes hablar?"... Pues sí, puedo, que voy camino a la oficina, y estoy en la calle, aunque intuyo que va a ser una llamada interminable, que ha vuelto a la fase ni contigo ni sin ti. Pero no, es bastante concisa, sorprendentemente... ha decidido dejarle, sí, pero no del todo. Que bueno, que se ha levantado con la convicción del ya no más, pero a lo largo que ha ido pasando la mañana la determinación se ha ido diluyendo. Y vuelta a empezar. Que digo yo que si somos amigas desde hace casi veinte años será por qué algo tendremos en común.

Y como es sí, pero no, y vuelta a empezar aunque ya no más, ha decidido recurrir a las clásicas listas de pros y contras, que a ella en estos y otros casos, siempre le funcionan. A un lado lo bueno, al otro, lo menos bueno; porque malo, lo que se dice malo, desde hace un par de horas que no encuentra nada... y de repente se queda sin nada más que contar o que querer contar, y esto, cuéntame tú algo, que tú también deberías hacer una lista a dos columnas... Y yo, esto, ¿por qué?, si a mí todo me va bien, si yo siempre bien, si las cosas están bien, tú sabes, siempre bien, todo bien...

Y no sé, pero de repente rompo a hablar y a contar... y no paro. Aunque sé que ella ha dejado de escuchar hace un rato, que yo siempre he sido muy cómoda de tratar porque nunca rompo diques ajenos, hasta que lo hago, en ese preciso instante, y empiezo a contarle una historia de la que nunca antes le había hablado, o muy poco y a grandes rasgos, pasando casi de puntillas, contando sin contar. Y de repente me veo parada en un semáforo, hablándole en voz alta al teléfono y con un tipo mirándome con una media sonrisa a mi lado escuchando lo que estoy contando... Hacía mucho tiempo que no cruzaba un semáforo en rojo.





P.D. Y creo que sí, que haré esa lista a dos columnas... y la colgaré aquí, obvio.

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