lunes, agosto 10, 2009

Fernando y el sexo


Mi Fernando (Sánchez Dragó) siempre ha apuntado maneras. Extracto de lo publicado hoy en El Mundo… como para no declararse fan irredenta de su persona.

El artículo completo acá, y más abajo, algunas perlas:

[…]

- ¡Pero si yo nunca he tenido ese problema! Tendría, en todo caso, el contrario, y ahora, con la edad y lo del tantra, más aún. ¿Quieres matarme por agotamiento? ¿Quieres que hinque el pico sobre una chavala después de tirarme ocho horas dale que te pego?

- Pues ahora que lo dices… ¡Menudo notición! Seríamos los primeros en darlo. Bueno, déjate de historias. ¿Aceptas o no?

- Si me pagáis una puta de lujo...

[…]

Tanto más cuanto que a estas alturas de mi ancianidad, para levantar el ánimo y otra cosa una vez a la semana, porque de ahí no paso, me enjareto una galleta María (sí, sí, María… Ya saben), una petaca de whisky, media dormidina y 10 miligramos de Cialis.

¡Menudo mejunje! Eso sí: mano de santo. Resisto dos o tres horas con la bandera izada.

[…]

Por cierto, y a propósito del Cialis (que es un remedio para la disfunción eréctil similar al Viagra y al Levitra)… También me tomo, aparte de los 10 miligramos en situaciones de emergencia, una dosis de mantenimiento de cinco miligramos al día. Eso sirve para estar en permanente situación de ataque. ¿Pasa una gacela? Pues el tigre se abalanza y la adentella. ¿No pasa? Pues tan tranquilo.

[…]

¿Viejas? Sí, como yo, que lo soy verde, y por eso me gustan las jovencitas. Bueno, por eso, no, porque también me gustaban cuando era un mocito barbero. ¡Qué le vamos a hacer! Lo que es, es, aunque la corrección política, el feminismo, el Imserso, Bibiana y la ideología imperante se empeñen en lo contrario.

[…]

Tampoco me voy a ir de putas, porque me meterían prisa, y se trata justamente de lo contrario. Hacer eso, además, es ahora deporte de mucho riesgo. Lo mismo aparece una lechera (no es alusión) y acabas en el trullo. Con Franco tampoco ocurría eso.
Vuelvo a telefonear a Manu...

-Oye… ¿Y si me hago una manuela?

[…]

-Oye, Manu… Que yo, con 20 abriles, aguantaba otros tantos minutos y siempre he ido, en eso, al paso de la edad. Ahora puedo resistir 72, tirando a más, y tan fresco.
En fin...¡Allá que voy! ¿Dónde? ¡Pues a un club de intercambio de parejas! Más estímulo no cabe. Es un plus. Es un extra. Es llegar y besar el santo (y otras cosas), aunque no abunde allí la santurronería.

¿Digo a cuál? ¿Y por qué no? Al mejor de Madrid, por supuesto, que tiene además dos ventajas: no me cobra, por ser parroquiano relativamente asiduo, y no me exigen que vaya acompañado.

[…]

Veni, vidi, vici. Siempre cumplo en las orgías. El gatillazo, en tal circunstancia, es imposible. ¡Hasta en el túnel de Raymond Moody se me empinaría!

Ya sé, ya sé que soy un desvergonzado, un depravado, un libertino, un pervertido, un promiscuo, un todo a cien, y que si la lujuria es culpa, me condenaré por ella.

[…]

I wish I were blind



Me llamarás por teléfono rompiendo nuestra habitual relación epistolar y cibernética. Hace dos, tres, tal vez cuatro meses que no nos vemos las caras, ni recuerdo cuándo fue la última vez, aunque puntualmente y casi a diario das señales de vida en unas breves letras. El trabajo bien, gracias. La vida sigue. Proyectos de vacaciones y conciertos. Nubes (negras) desplazándose a velocidad vertiginosa.

Pero no, miento, sí que nos vimos, por casualidad, cierto. Una noche, que resultó ser la de los encuentros, escudados tú y tu acompañante, quién iba a ser, tras las cervezas de rigor y el asombro. Ya ni lo recordaba, y fue no hace tanto. En todo caso no cambia las cosas.

Sé que llegará ese día y que probablemente no esté muy lejano. Con tu corrección habitual, de la que siempre has hecho gala, al menos con mi persona, llamarás y me dirás que tenemos que vernos. La excusa utilizada será lo de menos, regalos (mutuos) pendientes, un libro por devolver prestado hace un año o un simple “porque sí” y unos bombones de Peñalba. Y nos sentaremos en cualquier bar, probablemente en tu ciudad eligiendo tú el sitio y caerán al menos un par de cervezas antes de que cuentes lo que has venido a contar.

Yo estaré encantada de haber(te)me conocido y charlaré por los codos y sonreiré sin parar, abrumándote con consejos que debería aplicarme a mí misma. Discutiremos como siempre por el modo de enfrentarnos a nuestros miedos y cuando menos me lo espere lo soltarás de golpe y por breves décimas de segundo se me helará la sonrisa, espero que sea un momento lo suficientemente breve para que no lo adviertas y seguirán las sonrisas que ahora serán amargas y un poco forzadas y llegará un redoble de “ya te lo dije” a modo de un no tan velado reproche.

Porque sí, bien lo sabes, te lo dije y muchas, tal vez demasiadas veces. Con convencimiento absoluto. Porque te lo merecías. En aquel hotel con dos camas gemelas una noche tras la otra. Siempre algo más, siempre algo mejor. Y yo, yo intentaré dar lo mejor de mí. Probablemente no lo consiga. Nunca he sabido estar a tu altura.




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