jueves, febrero 19, 2009

Yo, mi, me, contra mí


Me sucede a menudo. Invariablemente en los aviones de Iberia. Las azafatas y azafatos (areomozos, como bien me gusta decir a mí) siempre me ofrecen la prensa extranjera (si es que la ofrecen), pasando de largo ante mí con su voceo de periódicos nacionales. Mi compañero de asiento, leyendo los recuerdos de Carmen Franco sobre su padre, el Generalísimo, es obsequiado a petición propia con El Mundo y La Razón y a mí me ofrecen el Financial Times mientras la diligente sobrecargo pregunta si la señorita habla español. Dado que estoy sentada en la salida de emergencia es su obligación, así lo dice, es mi obligación; enseñarme el procedimiento de apertura de la puerta.

En el vuelo de ida, mismo trayecto, pero a la inversa, una atribulada madre de familia acompañada de su prole, marido y cuñado (según deduje de la conversación, los españoles siempre a gritos y marcando el paso allá donde se encuentren) se dirige a mí en inglés; el avión aún no se había movido de Barajas, para solicitarme un cambio de asiento, ya se sabe que la familia que vuela unida permanece unida.

En el vuelo de vuelta y pese a la eficiencia alemana se anuncia un cambio de puerta poco antes de la hora de embarque prevista, anunciado en inglés y alemán. El grupo de españoles que acaban de pasar unas vacaciones en la nieve dado su atuendo y equipaje de mano, de incierta procedencia, he contabilizado una pareja de gallegos, unos cuantos madrileños, un probable vasco, algunos inciertos andaluces y sin duda un par de asturianos, se alborota, preguntándose unos a otros, como no podía ser de otra manera, a grito pelao qué han dicho por los altavoces. Tan sólo que han cambiado la puerta, de la 22 a la 16, les aclaro educadamente y a mi favor, a ver si se callan de una maldita vez. Me temo que mi intervención no surte el deseado efecto, pues uno de los presuntos andaluces, que por cierto resultó ser extremeño, una vez localizada la persona de la que proviene la aclaración, mi persona, y tras estudiarme seriamente durante escasos segundos tras la inevitable pregunta de "¿hablas español?", decide ilustrarme acerca de sus problemas con el idioma, con el agua, "en este puto país sólo se bebe agua con gas", con el alquiler del "puto coche" y "las putas autoridades germanas" y su uniforme marrón que tanto temor le inspiraban, tanto que dejó su cosecha de maría en Badajoz. Cosecha a la que me declaró formalmente invitada una vez dejáramomos atrás este "puto aeropuerto". Confieso que me aturdía tanta alusión a tan vieja profesión y el desconcierto debió reflejarse en mi cara. "Hablo demasiado ràpido para ti". Sí, va a ser eso...

Sé que no soy la típica niña morena y mona prototipo de española de las que cuando besa, besa de verdad ni tampoco respondo al perfil de rubia pepera de mechas y excedida de rayos uva, pero carajo, acaso tengo tanto aspecto de guiri. Tendré que aumentar la dosis de autobronceador.


Something good this way comes



"The trouble, doll
Is not moving mountains, but
Digging the ground that you're on
If it's true
That good fortune gives no chase
We got just what it takes."



Canciones como ésta se están convirtiendo en la banda sonora de unos días ya olvidados. El optimismo ha vuelto. Se ha vuelto a dibujar una sonrisa, un guiño saluda desde el otro lado del espejo y ya sólo se ve reflejada mi cara. Hoy mi felicidad depende de mí, mío es el mañana y la esquina que estoy a punto de doblar. Sea lo que sea lo que vaya (o no) a encontrarme en el camino.

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