lunes, enero 14, 2008

Just like a woman?

[Sé que me repito... tan sólo pretendo a base de repetirlo acabar creyéndolo...]


Tú dirás, probablemente, que si una se comporta como una tonta aun no siéndolo, por inoportunidad, mal entendido orgullo o casualidad no se merece otra que ser tratada como tal. Aunque siempre se espere del interlocutor mayor agudeza y no necesariamente visual.


P.D. Supongo que tendré que comprarme un burro si lo que quiero es luchar contra molinos.



Contra mí




De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,


dejar atrás un sótano más negro


que mi reputación —y ya es decir—,


poner visillos blancos


y tomar criada,


renunciar a la vida de bohemio,


si vienes luego tú, pelmazo,


embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,


zángano de colemena, inútil, cacaseno,


con tus manos lavadas,


a comer en mi plato y a ensuciar la casa?



Te acompañan las barras de los bares


últimos de la noche, los chulos, las floristas,


las calles muertas de la madrugada


y los ascensores de luz amarilla


cuando llegas, borracho,


y te paras a verte en el espejo


la cara destruida,


con ojos todavía violentos


que no quieres cerrar. Y si te increpo,


te ríes, me recuerdas el pasado


y dices que envejezco.



Podría recordarte que ya no tienes gracia.


Que tu estilo casual y que tu desenfado


resultan truculentos


cuando se tienen más de treinta años,


y que tu encantadora


sonrisa de muchacho soñoliento


—seguro de gustar— es un resto penoso,


un intento patético.


Mientras que tú me miras con tus ojos


de verdadero huérfano, y me lloras


y me prometes ya no hacerlo.



Si no fueses tan puta!


Y si yo supiese, hace ya tiempo,


que tú eres fuerte cuando yo soy débil


y que eres débil cuando me enfurezco...


De tus regresos guardo una impresión confusa


de pánico, de pena y descontento,


y la desesperanza


y la impaciencia y el resentimiento


de volver a sufrir, otra vez más,


la humillación imperdonable


de la excesiva intimidad.



A duras penas te llevaré a la cama,


como quien va al infierno


para dormir contigo.


Muriendo a cada paso de impotencia,


tropezando con muebles


a tientas, cruzaremos el piso


torpemente abrazados, vacilando


de alcohol y de sollozos reprimidos.


Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,


y la más innoble


que es amarse a sí mismo!




Contra Jaime Gil de Biedma de Jaime Gil de Biedma

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