Hoy he recibido, por fin, una buena, digo buenísima, noticia. Extraoficial, oficiosa, adelantada en tiempo y formas y espero que real, que se confirme... en forma de fecha, de un día de diciembre, de un lunes, que por una vez y sin que sirva de precedente será el mejor de los días. El lugar ya se presupone.
Me ha pasado algo extraño mientras al otro lado del teléfono la Viudita Alegre me escuchaba jurar y poner a Dior por testigo que jamás usaré el nombre de los States en vano (this great nation... es lo que tiene haberse tragado enterita en directo la convención demócrata de Denver... yes, we can) y por detrás me interrumpía la voz del consorte... "dile a Dae que la toma de posesión...". Tenía que haber pegado saltos de alegría, soltar el auricular de la mano y ponerme a bailar un foxtrot, cuando menos, descorchar una botella de champagne, no de cava, o simplemente alegrarme y quedarme muerta, pero no, llevo tanto tiempo esperando oir eso, aunque fuera de forma oficiosa, que no he sentido nada... "Estupendo, que gran noticia"... y seguí contándole mis andanzas allá y mis cuitas aquí.
Supongo que nos pasa a menudo, esperamos tanto una cosa que cuando por fin nos llega ya hemos malgastado todo nuestro tiempo y energías en esperarlo que apenas nos queda nada.