jueves, septiembre 16, 2010

My own worst enemy




Una vez alguien del ramo de la medicina, esquina psiquiatría, me dijo que yo era una persona muy fuerte; en el fondo, que no en las formas. Que no era de hielo, como yo creía, y que por tanto ni yo ni mis alas nos derretiríamos por acercarnos al sol. Que estaba hecha de un material frágil en apariencia, pero ni modo. A mí me gustaba bromear y considerarme un diamante en bruto. Aunque tampoco era eso.

No le hice nunca demasiado caso, que ya se sabe que en casa del herrero, cuchillo de palo; al margen de que me recomendaba tener algún animal de compañía, por eso de paliar mi soledad y no, no se vayan a creer, no hablaba de un gato, animal totémico de toda mujer blanca soltera busca, y no porque yo no soporte a los gatos, no; hablaba de peces, porque los peces, Dae, no se tocan... no sé si lo entienden.

También me decía, y me dice, algo de lo que ya hablé varias entradas atrás, que yo retroalimentaba mi baja autoestima fijándome en hombres que jamás se fijarían a su vez en mí, reforzando por tanto la idea de que no merecía ser querida o que la autoritaria figura del progenitor, que por cierto compartimos, condicionaba mis relaciones o más bien la ausencia de ellas...

Nunca me tomé demasiado en serio todas esas teorías y prefería elaborar unas propias (ya saben, ser chica de pelo rizado), especialmente porque siempre he dudado de mi fortaleza. Por ejemplo ahora, recién llegada a casa, la última en salir de nuevo de la oficina a una ciudad en fiestas, subiendo a pie hasta el quinto piso, pese a los dos ascensores (siempre subo a pie), sentí precisamente la ausencia de esa fortaleza. Sólo venía cargando con mi maxibolso lleno de cachivaches innecesarios y absurdos, pero tuve que parar en el rellano del tercero, volver a hacerlo en el del cuarto y al llegar a mi puerta pararme a controlar mi respiración antes de atinar a meter la llave en su cerradura. Estoy cansada, terriblemente cansada, físicamente cansada (sé que tengo anemia y me resisto a tomar la mierda esa de hierro que me ha recetado el médico, que he discutido cienes y cienes de veces que esa no es la solución, que no lo asimilo), y puede que mis cargas al lado de las suyas sean ridículas, pero a mí me pesan terriblemente. Me pesa la tristeza, el desamparo, la soledad...








P.D. Mary Anderson



[Don Luis me ha invitado (Vd. paga, que a mí me han bajado el sueldo)
a un milhojas en el Rialto y después a lo que se tercie,
unos tequilas cantando por los Tigres, por ejemplo.
Si alguien se anima (Solitaria, tú también estás invitada, que el güelito blue eyes paga),
que deje allá o acá acuse de recibo]

Triste cuando deseo y cuando no. Triste cuando con un cuerpo y cuando no. Triste cuando con su sonrisa y cuando no.




[Nota mental: El traje nuevo del emperador]



Nada más que decir.









[Y llueve. Y tengo cervezas en la nevera, y nunca bebo a solas.
Y ayer se me olvidó
que no se debe abrazar una almohada sin haberse quitado antes el rímmel...]

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