No sé cómo, ni por qué, pero acabamos hablando de calles, de sus nombres, del número en las que hemos vivido. Gana J. que ha vivido en tres continentes, en el doble de países y casi el triple de ciudades y por tanto de calles. Pierde Jota, que a lo largo de sus casi cuarenta años, sólo ha conocido una dirección.
Elegimos el nombre de una calle, de todas ellas, el que más feo, más redundante, nos parezca, y gana S., que de niña vivió en la calle Milicias Nacionales. Elegimos el más hermoso, el más sonoro, y gano yo, que un tiempo viví en el Camino al Valle de los Abedules (Birkentalweg), aunque, y esto ellos no lo saben, ni era un camino, ni conducía a un valle, más bien acababa en bosque cerrado, y por supuesto no había abedules, sino abetos; y un pequeño lago con barcas de remos, el Bärensee o Lago del Oso, que puntualmente cada invierno se helaba y me despertaba el que alguien calificaba como el más irracional de los miedos, aunque para mí fuera completamente coherente temer que el hielo se resquebrajase bajo mis pies.
Cuando ya agotado el repaso por nuestras respectivas geografías privadas y alguien bromea con que su próxima e inminente mudanza le llevará a cohabitar la calle número trece, yo pregunto cuál podría ser nuestra calle favorita, al margen de nombres, que eso ya lo hemos dilucidado. Y no entienden, y tengo que explicar que hay muchos motivos por los que te puede gustar una calle. Porque te gustan sus edificios, o el estado del tráfico, o sus escaparates; o porque te lleva todo los días de vuelta a casa, a la tuya, o a la suya; o porque en ese semáforo te cruzaste con tu amor una tarde de noviembre o alguien te saludó al pasar desde el coche con la ventanilla bajada; o por ser la que tiene más chigres por metro cuadrado, o tiendas de Tous, o más bancos donde sentarte a tomar el sol, o más terrazas o estudios de baile, o tiene esa tienda de vinilos a medio desahuciar; o por ser la única calle empinada en una ciudad horizontal, o porque fue en la que encontraste un billete de cincuenta euros tirado en la acera o te gusta el dibujo de sus baldosas... Vamos, que motivos hay miles, incluso la ausencia de motivos es un buen motivo en sí.
Así, tras L., que nombra a la Quinta Avenida a la altura del escaparate de Saks, voy yo... la calle Leganitos, y se inicia una discusión sobre si está o no está en Malasaña, aunque para mí no haya nada que discutir, que soy de la opinión, y que alguien me corrija si me equivoco, que por poquito se queda fuera. Y con el si sí y el si no, se olvidan preguntarme los motivos de mi elección, y casi mejor así, porque razones, lo cierto es que no las tengo, o no las tenemos, porque fue una decisión a dos, tomada en común con mi amiga C., que lástima, en ese preciso instante deba estar en no sé qué centro social de Rivas o de Alcorcón o de Colmenar, no recuerdo, representando una obra; así que no sería propio llamar para preguntarle por qué aquella madrugada de regreso, bajando por Leganitos, cogidas del brazo y tambaleándonos sobre nuestros tacones, tomamos la deteminación de que debíamos elegir cuál iba a ser nuestra calle y por qué decidimos que precisamente fuese ésa y no por ejemplo María de Molina, Salitre, la calle de Mira el Sol o aquella en Puente de Vallecas en la que pasamos una noche y de cuyo nombre no quiero acordarme. O por qué no elegimos el Templo de Nebod (sic), que a ella tanto le gusta, o el Parque Berlín, que tanto me gusta a mí. Que en el caso de que hubiera habido motivos, o bien los ignoro o los he olvidado.
Así que ya saben lectores míos, sean madrileños de adopción, circunstanciales, visitantes, paseantes o residentes; acuérdense de una cuando pasen por la calle Leganitos y no olviden transmitirle mis recuerdos y decirle que en mi próxima visita, en breve espero, le llevaré unas flores. Espero que le gusten las violetas.
"Oh, the city was changing
The cigarette hit the spot
Oh, a simple distraction
From to have and have not
And the radio went silent
And all our heroes had died
Now you can buy revolution
In any color or size
Standing on a corner watching people walk on
Thinking about a photograph
How so many people choose a lesser evil?
Living in the aftermath
Oh, she never got famous
She was the star in my life
'Til we drifted like runoff
Or two ships in the night
Standing on a corner watching people walk on
Thinking about a photograph
How so many people choose a lesser evil?
Living in the aftermath
Down a long hard road
Such a long hard road
To hold on and move on
And I hope she's happy
And I hope she's free
Somehow we choose our own destiny
From the eve of destruction
To the valley of tears
Before it all went to voice mail
And we rang in the year
And the midnight martyrs
Well, they still hang on the cross
You can die in the gutter baby
Or learn to live with the loss
Well, I've standing on a corner watching people walk on
Thinking about a photograph
How so many people choose a lesser evil?
Living in the aftermath
Well, I keep standing on a corner, everybody's talking
Ayer me vestí de domingo, pero sólo cinco minutos antes de salir por la puerta cambié de idea y haciendo malabarismos, he llegado a ser una experta en recorrer cremalleras por mi espalda, me quité el vestido, me puse los jeans de diario y me vestí de negro y plata, consiguiendo, pese a todo, ser fiel a mi puntualidad casi británica.
Ayer me peiné, y hasta me sequé el pelo, y supongo por eso volvieron a besarme, no una, ni dos, sino varias veces; pero tuve que hacerlo con los ojos abiertos, porque si los cerraba sentía que eran otros labios los que lo hacían; diez años y un mes después. Y sentía que los dos últimos abrazos que di o recibí en este otoño que tan esquivo me está resultando, dos ciudades distintas, dos escenarios distintos, dos personas diferentes en diferentes aceras, dos chaquetas de cuero casi iguales; duraron segundo y medio más de lo preciso, y que ninguno de los dos se dibujó con un beso; que me hubiera gustado, que me besara como nadie lo ha hecho en diez años desde la última vez que él lo hizo, que me hubiera gustado despedirme con un beso de ti.
Y anoche, mientras otro lo hacía bajo la lluvia de madrugada, siempre oportuna para camuflar mis lágrimas negras, abría los ojos para evitar sentir y querer y pensar y desear que eras tú el que lo hacías con lo besos que hace una década él me brindaba.
Que el mundo es injusto, chaval, bien lo decía Sabina... que yo también sé jugarme la boca, yo también sé besar.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.