(Looking for) The heart of saturday night (Tom Waits)
[Al leer, o más bien releer, mi última entrada escrita y
publicada ayer,
no he podido evitar sentir cierto pudor, cierta vergüenza
ajena.
Es una sensación que me acompaña desde hace bastante tiempo,
más de un año tal vez,
y que en cierto modo me “impide” escribir aquí.
Nunca me
importó demasiado “desnudarme” a base de palabras;
contar intimidades, que no
privacidades, varias, y aludir a terceras o segundas personas,
las que tuvieron
la suerte o la desgracia de cruzarse conmigo.
Y no es que ahora respete más mi entorno, o lo resguarde con
más celo
o sienta o tenga en menor medida la necesidad de contar;
porque ésta
sin duda sigue ahí.
De algún modo pienso que no tengo derecho a hablar de
alguien que no va a leer esto,
que no me ha dado permiso para reproducir sus
palabras
y que probablemente de pedírselo no me lo concedería. Pero ni modo…]
Hace tiempo le prometí que le buscaría una novia. Sabía que
detrás de su fachada de chico sin compromisos se escondía un tipo que era tan
capaz de amar como cualquier otro. Sorprendentemente no me dijo que no. Hasta
le hizo gracia la idea y me animó a que a la par le buscara otra para su carnal.
Inseparables ambos en las noches de los viernes en las que sin cita previa nos
encontramos en ese bar en el que podemos pedir sus canciones.
Supongo que pensó que no iba en serio, o tal vez sí, pero
que fracasaría en el intento. No le faltaba intuición. Hice un repaso entre
todo el género femenino de mi entorno y o eran demasiado mayores, o demasiado jóvenes
o demasiado comprometidas o demasiado… Pero no cejé en mi empeño basándome en
la ley del embudo, lo que no es bueno para mí, subirme a una noria, no tiene
porqué no serlo para él. Y como el mundo no se acaba entre las cuatro paredes de mi habitación donde siempre son las cuatro y diez por qué no probar más allá.
Confesaré aquí y
ahora, aunque no diré su nombre, que de inmediato tuve una clara y firme candidata.
Ilustre blogguera y mejor persona. Estuve a punto de escribirle y contarle,
pero al final no me atreví. Me imaginé por momentos su cara leyendo mi correo,
pero qué me está contando esta romana. Por qué voy a querer yo conocer a quien
no conozco. En el fondo debo confesar que soy una romántica con las ilusiones
ajenas cual señorita decimonónica. Efectos colaterales de haber leído demasiado
a Jane Austen, supongo.
En todo caso la
idea no se me fue de la cabeza, que al fin y al cabo una promesa es una
promesa, aunque ya nadie espera que las promesas se cumplan y sean más propias
de los caballeros sin que esto implique que yo sea una dama.
Es guapo, rockero
y futbolero a la manera de Andrés Calamaro. No creo que dichos intereses deban
de ser recíprocos, en todo caso si lo tuyo es Camela o el tecno-pop igual no
sois muy compatibles, pero por probar, nunca se sabe.
Yo le caigo bien,
lo que implica que su buen gusto no se puede poner en duda. Me da que es un
tipo de estos de antes, con un alto sentido de la honestidad, el honor, la
lealtad a los amigos y todos esos rollos masculinos que tan ajenos nos resultan
a algunas mujeres. Me consta que es el perfecto caballero que niega ser y que
ese recoger lo que nosotras sembramos sólo es una forma de darle tiempo al
tiempo. Le gusta Bruce, por Dior, qué más le podemos pedir…
Como ya dije una vez: Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriréis si tenéis algo de lo que hablar...
daeddalus@gmail.com
P.D. John Litel, Don Porter y Constance Bennett.
[Y Él ya está aquí. Se levanta el telón.]