viernes, mayo 11, 2012

(Looking for) The heart of saturday night (Tom Waits)


[Al leer, o más bien releer, mi última entrada escrita y publicada ayer, 
no he podido evitar sentir cierto pudor, cierta vergüenza ajena.

Es una sensación que me acompaña desde hace bastante tiempo, más de un año tal vez,
 y que en cierto modo me “impide” escribir aquí. 
Nunca me importó demasiado “desnudarme” a base de palabras; 
contar intimidades, que no privacidades, varias, y aludir a terceras o segundas personas, 
las que tuvieron la suerte o la desgracia de cruzarse conmigo.

Y no es que ahora respete más mi entorno, o lo resguarde con más celo 
o sienta o tenga en menor medida la necesidad de contar; 
porque ésta sin duda sigue ahí. 
De algún modo pienso que no tengo derecho a hablar de alguien que no va a leer esto, 
que no me ha dado permiso para reproducir sus palabras
 y que probablemente de pedírselo no me lo concedería. Pero ni modo…]




Hace tiempo le prometí que le buscaría una novia. Sabía que detrás de su fachada de chico sin compromisos se escondía un tipo que era tan capaz de amar como cualquier otro. Sorprendentemente no me dijo que no. Hasta le hizo gracia la idea y me animó a que a la par le buscara otra para su carnal. Inseparables ambos en las noches de los viernes en las que sin cita previa nos encontramos en ese bar en el que podemos pedir sus canciones.

Supongo que pensó que no iba en serio, o tal vez sí, pero que fracasaría en el intento. No le faltaba intuición. Hice un repaso entre todo el género femenino de mi entorno y o eran demasiado mayores, o demasiado jóvenes o demasiado comprometidas o demasiado… Pero no cejé en mi empeño basándome en la ley del embudo, lo que no es bueno para mí, subirme a una noria, no tiene porqué no serlo para él. Y como el mundo no se acaba entre las cuatro paredes de mi habitación donde siempre son las cuatro y diez por qué no probar más allá.

Confesaré aquí y ahora, aunque no diré su nombre, que de inmediato tuve una clara y firme candidata. Ilustre blogguera y mejor persona. Estuve a punto de escribirle y contarle, pero al final no me atreví. Me imaginé por momentos su cara leyendo mi correo, pero qué me está contando esta romana. Por qué voy a querer yo conocer a quien no conozco. En el fondo debo confesar que soy una romántica con las ilusiones ajenas cual señorita decimonónica. Efectos colaterales de haber leído demasiado a Jane Austen, supongo.

En todo caso la idea no se me fue de la cabeza, que al fin y al cabo una promesa es una promesa, aunque ya nadie espera que las promesas se cumplan y sean más propias de los caballeros sin que esto implique que yo sea una dama.

Es guapo, rockero y futbolero a la manera de Andrés Calamaro. No creo que dichos intereses deban de ser recíprocos, en todo caso si lo tuyo es Camela o el tecno-pop igual no sois muy compatibles, pero por probar, nunca se sabe.

Yo le caigo bien, lo que implica que su buen gusto no se puede poner en duda. Me da que es un tipo de estos de antes, con un alto sentido de la honestidad, el honor, la lealtad a los amigos y todos esos rollos masculinos que tan ajenos nos resultan a algunas mujeres. Me consta que es el perfecto caballero que niega ser y que ese recoger lo que nosotras sembramos sólo es una forma de darle tiempo al tiempo. Le gusta Bruce, por Dior, qué más le podemos pedir…

Como ya dije una vez: Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriréis si tenéis algo de lo que hablar...


daeddalus@gmail.com 









P.D. John Litel, Don Porter y Constance Bennett.



[Y Él ya está aquí. Se levanta el telón.]

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