De cien manos tendidas, cómo saber cuál es la que me lleva a ti...
Tomaba un café hace unos días, la semana pasada, creo, con un amigo; aunque no sé por qué digo café si en realidad yo nunca tomo café, no me gusta, y no recuerdo si él efectivamente lo hizo... creo que sí, pero vamos, poco importa. Lo cierto es que la conversación iniciada entonces siguió días más tarde en un breve y raudo intercambio de correos al filo del anochecer. Bueno, que estábamos dilucidando una cena con el si tú vas yo voy, si tú no vas yo tampoco voy, etc, etc... Sonaba "Racing in the street" (la versión de "The Promise")... entre otras cosas, y yo, en fin, tampoco importa, no sé por qué me entra ese furor por tener que contarlo todo. Y en definitiva, que acabamos o más bien acabé por retomar la conversación mantenida días atrás.
Hablábamos, hablé, cómo no podía ser de otra forma, de relaciones, o de la ausencia de ellas, o de la búsqueda. De que yo no he sido nunca una chica 2.0, de ésas que se recorren media España para quedar con un tipo con el que lleva 'chateando' dos meses y al que no ha visto nunca, entre las cuatro paredes de una habitación de hotel. Algo que sin duda me parece estupendo, y más habitual, de eso me estoy dando cuenta últimamente, de lo que parece. Aunque no pueda evitar pensar que la gente es muy osada o muy inconsciente o muy ingenua o no sé, y que yo no soy nada de eso o puede que todo lo contrario. Y que tampoco entiendo por qué si normalmente no suele haber pudor alguno en reconocer que has ligado con tal o cuál muchacho que conociste en la cola del cine o en la barra del último bar, se guarde en secreto bajo sumario que te subiste a un tren a seis horas de distancia para quedar con alguien y ponerle cara por primera vez a unas letras. No juzgo, no critico, sólo opino, a lo mejor yo también lo guardaría como el mayor de mis secretos, no sé, quién sabe. Me sorprende, en todo caso...
Y me sorprende él, que me dice que también se ha subido al carro de las nuevas tecnologías como medio no sólo de comunicación, sino de ligue. Y no puedo evitar preguntar asombrada que si es cierto, que si se liga de verdad de la buena. A preguntar cómo era eso del ciber-sexo, pues como que no, básicamente porque me parecen dos palabras tan incompatibles y contradictorias y excluyentes entre sí, que descarto el tan sólo imaginar cómo tiene que ser eso. Pero lo otro sí me interesa, porque últimamente me estoy planteando más que seriamente la virtualidad como vaso comunicante. Y tiene gracia que esa incierta decisión me llegue ahora, recién salida de mi letargo existencial y cuando más he socializado y comunicado e interactuado, que es verdad que es la falta de amor la que llena los bares, o tal vez por eso, porque en estos últimos meses he conocido y presuntamente ligado con más personas que en el último año y les aseguro que nunca me he sentido tan sola como ahora, rodeada de gente.
Y hablo del blog, que a lo mejor podría ser un medio, ¿no? Que ahí aparece mi dirección y hasta mis fotos y mis miserias, que dejad que se acerquen a mí. Pero no, llegamos a la conclusión de que este medio no es el medio adecuado. Y él opina que quizás debería abrir uno alternativo, tal vez más anónimo, más cerrado a las tristezas y a mis verdades y anhelos y sueños truncados y todo eso de lo que éste se alimente. Con otro tipo de historias, más insinuantes o pícaras o no recuerdo exactamente el adjetivo que utiliza, que de seguro entonces despierto las curiosidades masculinas ajenas, dice. Y yo pienso, qué poco me conoce, que no sólo es que no tenga talento alguno para el relato semierótico o insinuante o con doble vertiente o cómo se le quiera llamar, es que tampoco tengo ningún interés en algo así, pero ninguno, de verdad de la buena. ¿Que acaso no me quejaba yo hace días de que de pronto y sin venir a cuento y sin yo pretenderlo ni buscarlo, en cierta parte masculina de mi entorno se ha instalado la primavera? Y ya conté aquí que no es que me molestara, ni me ofendiera, que en todo caso me desconcertaba y para nada halagaba, aunque pocos lo entiendan. Y él parece no entender entonces de qué me quejo, si ya tengo eso, hombres dispuestos a ofrecerme sexo a cambio de un rato de compañía, conversación y tal vez una cena sentados entre cojines viendo "Carta a tres esposas". Cómo si no hubiera más que eso, o yo no tuviera derecho a aspirar a otra cosa, a algo que parece sólo existe en mi imaginación, en mi universo paralelo, porque entonces me pregunta qué es lo que tú quieres entonces, como sin comprender que alguien rechace eso o no lo valore o lo aprecie. Y no sé qué contestar, no sé cómo explicar, me resulta tan obvio... que me tomen en serio digo, y nada más pronunciarlo me doy cuenta de lo raro, de lo mal que ha sonado.
Y de repente se me ha ocurrido algo, una estupidez, un desvarío de los míos, al margen del blog, de las barras de los bares, de las redes sociales y el Meetic. Que ya hablé alguna vez del atractivo, de la fascinación que siento por las bibliotecas, por los anaqueles llenos de libros, por la H de Hornby, la A de Auster, la M de Marías y McCarthy, la R de Roth. Elegir una letra, elegir un día, elegir una hora, y bienvenidos al bookcrossing humano tirando del hilo de Ariadne...
P.D. Louise Brooks