Esta ye la mio señardá
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No puede evitar preguntarse qué sentido tiene exponer la intimidad aquí, en un blog, a la vista de casi cualquiera; en el supuesto de que lo hiciera, de que todo lo que contara fuera cierto, íntimo y privado. Y bien, sí, lo es, cierto, pero no se trata de mi intimidad. Puede que nuestro concepto sobre esa palabra difiera y lo que para él es privado para mí no tenga valor.
Para mí no es íntimo contar con quién me acuesto o quién me hace estremecer, la música que me gusta o los libros que leo, la televisión que me hace perder el tiempo o el tiempo que pierdo rememorando un pasado que ya tuvo lugar. Iniciales y lugares que en el mejor de los casos siguen latiendo o que nunca volveré a nombrar o pisar. Poco importa que cuente que ayer he llorado, que mi actual jefe es bien chingón o que simplemente estoy sola y que tengo hipotiroidismo, que mi pelo no es largo ni corto, que mido por encima de la media o que ya no recibo flores, busco piso y calzo un 39, ya me fui de vacaciones en Junio, carretera y manta enfundada en unas Hunter por la campiña inglesa y los acantilados de Cornwall, que cultivo un jardín aunque mi sueño de ver crecer los rododendros (ya saben, anoche soñé que volvía a Manderley) se tiene que conformar con geranios en el balcón; porque nunca he hablado de mi miedo, y desde luego nunca he hablado de ti.