martes, marzo 30, 2010

Dudosa geografía urbana


Paseo por Oviedo un domingo por la mañana y me doy de bruces con un lugar increíble, aunque sea más que probable que sólo sea increíble a mis ojos, pero eso es lo que cuenta. Es curioso que tras tantos años paseando por estas calles sea capaz aún de descubrir lugares, aunque la lectura que igualmente pueda sacarse es que camine sin ver, siempre a paso rápido y llegando tarde a cualquier sitio; o que finalmente una recorra una y otra vez las mismas calles. Y es que este lugar me gustó porque por momentos no parecía estar en Oviedo. Si hubiese sacado una foto y te la mostrase y te retase a averiguar de qué ciudad se trataba, en ningún caso hubieses mencionado Oviedo; tal vez Lisboa, aunque sin ropa tendida o Roma, echando en falta a esos italianos de impecable vestimenta y miradas lascivas. No, en Oviedo los domingos por la mañana una sólo se encuentra con dignas señoras con peinado lacado y collar de perlas saliendo de misa de doce; algún que otro estudiante alargando demasiado la noche del sábado y ejemplares familias vestidas de domingo acompañadas de sus vástagos (siempre más de dos y menos de tres) camino del paseo dominical en el Campo San Francisco. Aunque el domingo de Ramos el laurel y las palmas pusieran alguna que otra nota de color junto con los primeros turistas despistados que ya pugnaban por ser los primeros en fotografiarse junto al insigne viajero en la Plaza de Porlier.

Me dice que hay que reconocer que Gijón es una ciudad eminentemente fea. Me siento (casi) ofendida. Si eso lo dijese alguien de Oviedo sería natural, ya saben, esa absurda rivalidad entre ambas ciudades. Casi un miedo atávico para reconocer las virtudes de la otra (y ambas tienen virtudes, probablemente tantas como defectos). Pero como yo no soy ni de una ni de otra, ni carbayona (aunque ahora lo sea de adopción), ni “culo moyao” (también fui acogida por ella en su momento) me cuesta mucho comprender que tanto unos como otros se empeñen en descalificar a su respectiva oponente y sorprendentemente, porque me sorprende a mí misma mi propia reacción inmediatamente sofocada, tampoco acabo de aceptar del todo que un foráneo (aunque desde hace años residente) opine tan gratuitamente de la supuesta fealdad de una ciudad como Gijón; que no, que ya sabemos que no es Santander; no digamos ya San Sebastián; y sí, la fachada que da al paseo marítimo es un atentando urbanístico en toda regla; el barniz de ‘pseduomodernidad’ autoimpuesto en ocasiones resulta en exceso impostado cual Patti Smith recitando a Bolaño; pero en Oviedo, la muy leal, muy noble, benemérita, invicta, heroica y buena; es prácticamente imposible encontrar un domingo un buen restaurante abierto para comer; y contra eso Gijón gana por goleada (obviamente el Sporting sí juega en Primera).

P. D. Audrey Herpburn y Gregory Peck en “Roman holiday” (Vacaciones en Roma).

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