martes, agosto 24, 2010

Muerte en el olvido



"[...]voy a recorrer esta ciudad
voy a llegar hasta el mar,
el mar me cura la herida,
y voy a saltar
voy a nadar hasta otro lugar[...]"

Berlín de Coque Malla

Camino de casa, pensando en ti. Deseando llegar, y contarte. Deseando quitarme los zapatos (quién dijo que las plataformas son cómodas). Hoy había vuelto a usar tacones después de no sé cuántas lunas. Hoy lucía el cielo gris. Hoy tenía una invitación a comer. Hoy me acordé de ti...


"Yo sé que existo
porque tú me imaginas.

Soy alto porque tú me crees alto,
y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.


Tu pensamiento me hace inteligente,
y en tu sencilla ternura,
yo soy también sencillo
y bondadoso.


Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie lo sepa.

Verán viva
mi carne,
pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo-
el que la habita..."
Ángel González

Encadenada


Ha vuelto a ocurrirme, a no poder justificar mi risa (ven, de vez en cuando me río) ante cierto usuario de la administración pública requiriendo cierto informe rural... Me acordé de Jenna Maroney (Jane Krakowski) en “30 rock”. Un día de estos tendré que pedirle a A. que repita tres veces conmigo eso de ‘rumor rural’, a ver si así se le escapa una sonrisa.

Creo que ya hablé aquí, antes, de la serie de Tina “I can see Russia from my home” Fey, y el gran, gran, Alec Baldwin, de los Baldwin de toda la vida; pero nunca me cansaré de recomendarla, que al fin y al cabo es la única comedia que me hace reír.

Sí, vuelvo a hablar de series. ¿Qué no tengo nada que contar y no se me ocurre más que volver a un tema que siempre da juego? Puede. Aunque si no tuviera nada que contar, simplemente no contaría nada, pues.

Estarán conmigo de acuerdo en que esta semana ya he cumplido, y más allá, hablando de mí, mi mismidad y mis interiores. Así que ahora toca hablar de vidas ajenas. Y al hilo de lo que comentaba, que las personas además de poder dividirse entre mujeres de pelo liso y mujeres de pelo rizado; y hombres posibles, probables, imposibles, improbables y/o descartables; puede clasificarse al personal en función de la televisión que ve. Así que porque yo lo valgo y me apetece escribir de mí, pero sin hablar de mí, voy a analizar, a ver si llego a alguna conclusión conmigo misma, las series que me gustan, las que no me gustan, los placeres culpables y las que me hacen afrontar el día con el optimismo de saber que al final del día me reencontraré con ellas.

En primer lugar, lo que no me gusta. No me gustan, en términos generales, las comedias de situación. Aunque durante un tiempo me dediqué a "Samantha who". Tal vez por la mala leche que destilaba la protagonista ‘antes de’ (malvada, hipócrita, superficial, egocéntrica, egoísta y mala sin piedad). Me gusta, adoro, “30 rock”. Alec Baldwin, de los Baldwin de toda la vida, me parece un auténtico descubrimiento -ahora mismo no soy capaz de recordar ni una sola película de su filmografía y el único dato que retengo es que estuvo casado con Kim Bassinger con quien tuvo una hija llamada Ireland (de nombres también he hablado)- y Liz ‘Tina Fey’ Lemon resume lo que yo entiendo por sentido del humor. No sé, a lo mejor es que me siento identificada con esa mujer (aunque fuera igual de neurótica que Monica "Friends" Geller o si nos ponemos, tan pija e inconstante como Rachel y pelín pirada como Phoebe, sin ser la mitad de entrañable que ella). Pero Liz Lemon es talentosa, sarcástica, sin ser especialmente guapa es guapa, socialmente inadaptada, brillante, no dice tacos, inteligente, con un fuerte, aunque oculto, instinto maternal y pésimo gusto con los hombres. Vamos, igualita que yo, hasta estudió en su juventud en Alemania y busca tipos que sepan estar callados mientras ella ve "Perdidos". A lo mejor, supongo, no sé... digo. Y bueno, claro, luego está “Will & Grace”, aunque en realidad sea más bien “Karen &... Karen” (también he hablado de ella).

Pero nunca he visto un episodio de “The Office”, o de “Modern family”, o de “Como conocí a vuestra madre”. Me tragué algunos de “Me llamo Earl”, todo ese rollo del perdón en un tipo tan desclasado como él me hacía gracia; aunque la gracia me duró cinco capítulos. He visto quince minutos de “Entourage”, me aburrió soberanamente. He visto todas las temporadas de “Friends”, al menos dos veces (algunos capítulos hasta cinco, siempre que llego a un hotel, sea donde sea, y enciendo la tele -es lo primero que hago en una habitación de hotel tras descalzarme- allá aparece Joey Triviani). He visto mucho a “Frasier” y casi tanto a “Seinfeld”, quería autoinducirme cierta dosis de intelectualidad, ni modo.

Creo que sé por qué no me gustan, al margen de que comparto o no su sentido del humor (que va a ser que no). Aunque mis teorías no me sirvan ni a mí. Siento que no me cuentan nada. He llegado a la conclusión de que me gustan las series con una trama que se mantenga en el tiempo, que me cuenten algo. De lo contrario, me aburren. ¿Por qué? Lo ignoro. Por eso no me gustan las series policíacas o de abogados o de hospitales, en las que en cada película se trata y se resuelve un caso distinto. A menos que mantengan intensidad en lo que enlaza un capítulo con otro o el protagonista sea un tal Dr. House. Un tipo cojo y adicto, con un carácter de mil pares de demonios sueltos; y que yo encuentro deliciosamente morboso adorable.

Es cierto que algunas de estas series con tramas individuales me han medio enganchado, aunque acaban por cansarme. Me gustaba mucho, por ejemplo, Brenda ‘The closer’ Johnson, su personaje, digo; en la serie "The Closer", digo. Ella y la panda de ineptos que la rodean y a los que tanto les costó aceptar tener una jefa, no un jefe. Pero acabó por aburrirme. Aunque si ahora encendiera la tele y me la encontrara, me sentaría sin dudarlo a disfrutar de ella.

Tampoco necesito que sean una tomadura de pelo, como “Lost” (no digamos “Flashforward”), pero necesito motivos para sentarme fielmente capítulo tras capítulo, a pesar del atractivo del personaje principal. Lo mismo me pasó con “Shark”, James Woods, otro grande con un papel a medida, pero que a mí acabó por cansarme. Y lo mismo con “Eli Stone”, “Monk”, “La juez Amy”. “Life” todavía me mantiene un poco más atenta, y luego, obvio, está “House”. Que es un mundo aparte porque me da igual lo que cuenten, yo le quiero a él, y no precisamente como médico de cabecera.

En resumen, me gustan los personajes atípicos, de (mal) carácter, caminando peligrosamente por los límites y senderos de la legalidad, la cortesía y la conciencia; y que generen, claro, historias, más allá de dictaminar el lupus de turno, resolver el asesinato de las tres y media o salvar de la cárcel al acusado cuando todas las pruebas apuntan contra él (motivos, escenario, oportunidad y arma del crimen), aun siendo completamente inocente.

Excepciones a la norma; “House” al margen, haberlas, haylas; siempre las hay. ¿Para qué, sino, están las normas? Series de médicos, o mejor dicho, de enfermeras, “Nurse Jackie” es la caña. No sé si me cansaré de ella, no lo creo. Muchos se empeñan en decir que es un doctor House en femenino; la mala leche y las adicciones son claros paralelismos, pero creo que tras la enfermera Jackie hay mucho más (no sólo una familia, un amante cabreado y una doble vida).

“Anatomía de Grey” en cambio, no debía de estar en esta lista. A priori demasiado ñoña, aunque me tragara hasta su ‘spin-off’, “Private practice”. Con lo mucho y bien que pintaba el personaje de Addison Montgomery, qué mal lo han hecho, el final de la primera temporada fue absolutamente surrealista. La pobre Violet (junto con Cooper, lo mejor de la serie), una completa atrofiada emocional (espejo donde mirarme) siendo sometida a una cesárea criminal. No, no me gustan las series de médicos, no van conmigo, ni siquiera si son guapos. Nunca, pese a George Clooney, me gustó “Urgencias”, aunque acabara por ver tropecientos capítulos, incluso después de su marcha, a ratos sueltos, de madrugada. Encendías la tele y siempre aparecía un capítulo de “Urgencias” en la primera.

Pero adoro a Meredith Grey, qué le vamos a hacer. La adoro porque es insoportable. Lo mismo que Yang y que el resto de mujeres de esa serie. No sólo son medio guapas, las que lo son; sino que son neuróticas, no saben comprometerse, ni tomar decisiones, pueden ser profesionales brillantes, cuando lo son, pero un auténtico desastre en su vida privada. Sí, son talentosas, excepto la pobre Izzie, que claro, era la guapa y la castigan con un cáncer. Los hombres, son sólo meros accesorios (aunque ellos sean los guapos, e incluso, supuestamente, más talentosos). Pues bien, a lo tonto me he tragado las seis temporadas, aunque en los tiempos de apariciones del novio muerto (sí, él también cantaba ‘Galway girl’ en “P.D. Te quiero”) mi fidelidad se tambaleó peligrosamente. Además “Anatomía de Grey” ha tenido el mérito de recuperar a Lucio Voreno, y eso, queridos míos, no tiene precio.

Excepciones en las series de abogados, haberlas, haylas, y sin tener que remontarse a "La ley de Los Angeles".  “Damages”, me da tanta pereza como me atrae. Es lo que tiene poner en una misma serie a Glenn Close y a un Ted Danson en estado de gracia, aunque me parezca más tramposa que “Perdidos”. “Boston legal” me entretiene las más de las veces, y si no me he aburrido de ella es porque es heredera directa de “El abogado” y juré serle fiel a su ‘spin-off’ en honor a su memoria. Cómo me gustaba “The practice”, cómo me gustaba Bobby Donnell, cómo me gustaba Eugene Young, cómo me gustaba Berlutti, cómo me gustaba Eleanor Frutt. Por una vez, y sin que sirviera de precedente, un juzgado no era un pase de modelos, los abogados no brillaban por su presencia ni por su conciencia, sus defendidos no eran siempre inocentes acusados injustamente, los acusados a pena de muerte no siempre se salvaban (incluso había quienes la defendían) y podíamos ver a Ben “Perdidos” Linus disfrazado de monja. El brillante abogado defensor, hijo del bedel de un insigne despacho de abogados, primero en su familia católica irlandesa en asistir a la universidad, orgullo de su padre y maldición de su conciencia. Qué grande Bobby Donnell (aunque esto ya lo he dicho, creo).

Series policíacas: "Life" me sigue interesando. Su prota es lo suficientemente aparente como para retener mi atención. Pero tengo que remontarme muchos, muchos años atrás. Aún con Verónica Hamel en la retina como madre de Jack "Lost" Shephard (qué mal ha envejecido). Siempre la recordaré entrando con su abrigo de pieles en la comisaría de Furillo. "Canción triste de Hill Street"... aún soy capaz de tararear la sintonía. Y qué me dicen de "Remington Steele", Pierce Brosnan apuntaba maneras. Y muy especialmente "Luz de luna". Otra que ha envejecido fatal, Cybil Shepherd (a la que siempre confundía con Kathleen Turner, vaya usted a saber por qué). Serie que tuvo el detalle de hacerme enamorar de Bruce Willis (de aquel Bruce Willis, qué mayor soy) y descubrir para el mundo la maravillosamente absurda historia de la señorita Topisto y el señor Viola.

Después, obvio, viene “Sex and the city” y las similares que trataron de recoger el testigo que dejaron Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda. Infructuosamente, todo hay que decirlo, aunque una servidora no sólo se tragó las dos películas (en el cine), se tragaría una hipotética tercera parte, sino que devoró “Lipstick jungle” y “Cashmere mafia”, Brooke Shields contra Lucy Liu. Empate a cero técnico y patatero. “Cougar town”, el intento de devolver a Courtney Cox al estrellato también me dejó fría.

De "Sexo en Nueva York", qué decir que no se haya dicho ya cienes y cienes de veces. Me importa un cuerno si fue revolucionaria, si mostró otra forma de hacer televisión, si los estilismos de Sarah J. (o lo que es lo mismo de Mrs. Patricia) supusieron un antes y un después en el mundo de la moda, si Samantha nos enseñó que otro mundo es posible, que demasiadas chicas descubriéramos que nos parecíamos peligrosamente a Charlotte, que se hablara de ¿sexo? sin tapujos, que presentara por vez primera a un cuartero de mujeres presuntamente liberadas, reales y modernas. Y no me importa, porque a mí simplemente me gustaba. Al fin y al cabo siempre me gustaron los cuentos de hadas con final feliz (precisamente porque ése nunca nos lo contaban) y "Sex and the city" tras sus muchos y variados burdos disfraces era simplemente eso, el cuento de hadas de una princesita venida a más en busca de su príncipe azul. Y claro, al final lo encuentra tras besar muchos sapos (Aidan en todo caso nunca fue un sapo, más bien la sapa fue ella; Mikhail Baryshnikov tampoco). Y mientras se tropieza con ellos tiene tiempo de vivir una vida fabulosa con sus fabulosas amigas. Y ella, la escritora que nunca lee un libro (sólo cuando cuadra que uno de sus ligues es escritor), que es más bien tirando a feucha (acabando por convertirse en un icono de la belleza y la moda) se la pasa paseando Upper East Side arriba y abajo publicitando zapatos, moda y complementos y desayunando con las otras tres, ¿he dicho que eran fabulosas?, cada una de ellas inmersas en su cuento de  hadas personal. Con finales más o menos felices para todas, que ya sabemos que Samantha, la única que se comió al lobo, purgó sus pecados con un cáncer (para una que realmente hace lo que le viene en gana). Lo dicho, si hay tercera película allá que me voy de cabeza, y el día menos pensado me veo las seis temporadas de nuevo. No me cuentan nada que no sepa, no me muestran nada que desconozco... pero la vida puede ser fabulosa.

Primas no tan lejanas son las protagonizadas por falsos adolescentes, “Buffy” también lo era, sí, lo confieso, yo la veía, hasta que dejé de hacerlo, claro. Aunque también veía "Sensación de vivir" y hasta "Falcon Crest". ¿Y he dicho que me gustan las telenovelas? Sí, creo que sí.. Y de “Glee” ya he hablado y de todos es conocida mi pasión por “Gossip girl”, serie de la que una no puede esperar absolutamente nada, y como eso es exactamente lo que ofrece, nada, no te quedas con mal sabor de boca. Por si alguien le interesa, que imagino que no, yo soy muy de Blair Waldorf, de sus estilismos y sus retorcidos juegos con Chuck Bass (aunque haya decaído bastante en la tercera temporada).

A favor de “Gossip girl”, tener al personaje que más odio-amo de la televisión actual. La sin par Jenny Humphrey. Protagonista de las situaciones más absurdas y descacharrantes que una puede encontrarse. Persigue a Nate Archibald como una loba y acaba acostándose con Chuck o la trama de la fiesta en casa del embajador (francés), que fue de penosa risa. Sólo faltó Isabel Preysler haciendo de perfecta anfitriona con sus bombones. La inenarrable historia de las pastillas camufladas en las chapas, botones, cristales de Swaroski o lo que fueran, de la chaqueta, fue motivo de que riera a mandíbula batiente durante un buen rato.

“Gossip`girl” es digna heredera de la gran “Melrose Place”, aquí, y ninguno ha cumplido los 19 (en la ficción), todos se acuestan con todos. Aunque siempre me he preguntado por qué hay dos parejas intocables, Chuck-Serena, Blair-Dan. Anda que no se liaría parda si uno de estos dos interaccionaran. Placer culpable, lo admito.

No llego a entender por qué me interesan las (des)venturas de una panda de pijos falsos adolescentes en el Nueva York que no baja de la calle 72. Donde los únicos personajes pretendidamente reales, léase, los Humphrey, dan risa con su rollo de vivir en Brooklyn, su artisteo y su proletaria conciencia. El personaje de la alternativa Vanessa está metido con calzador y los capítulos con Hillary Duff haciendo de Hillary Duff y montándose un trío con el sosainas de Dan (que le cambien de peinado ya) y la Violetera, pertenecen directamente al inframundo televisivo. Por no hablar de la aparición, por fin, de William van der Woodsen, tras tres temporadas. Pensé que se trataba de una broma al ver a William Baldwin, de los Baldwin de toda la vida. Pero no, iba en serio, era el papá de la cada vez más ceñida Serena (qué derroche de pésimo gusto el de esta chica últimamente).

Pese a la decepción que supuso Blair con todo el rollo ése del Empire State, Blair Waldorf no debería establecer el paralelismo con la peli ésa de Meg Ryan y Tom Hanks, Blair Waldorf tiene algo que recordar -a Cary Grant y Deborah Kerr bebiendo champagne rosado- he visto imágenes de la cuarta temporada, ya saben, last tango, then Paris, y ya me enamorado... de sus vestidos, claro.

Segundo placer culpable, “True blood”…

(Continuará)


Para la rutina siempre hay tiempo


Estoy sentada al lado de una ventana. No tengo demasiado por hacer. Me gusta estar aquí, al lado de la ventana, digo; no en la oficina. Miro a la calle, veo a la gente pasar, los que salen del parking, los que se sientan en los bancos a tomarse un respiro, intuyo las vidas ajenas.

Se rumorea un cambio de ubicación o una reorganización o lo que sea que hace la Administración cuando no tiene un duro y ya no tiene recursos para ahorrar. Pero yo no quiero moverme de aquí, quiero que éste siga siendo mi sitio, mi ordenador y mi ventana.

Tengo el mejor ordenador de la oficina, mejor incluso que el de los Jefes, con una superpantalla de no sé cuántas pulgadas. Me lo merecía, supongo, sólo había uno nuevo, sólo se podía cambiar uno y se hizo encuesta popular, quién tiene el peor ordenador, el más lento, el más viejo. Gané yo, y ni siquiera me postulé porque ese día no recuerdo dónde estaba. Sólo sé que él se acercó con su tumbao y me dijo, Dae, mañana tienes nuevo ordenador; no me lo agradezcas, pero que sepas que eres la única a la que se lo van a cambiar.

Con los meses cambiaron el resto, una parte, no todos. Ordenadores de segunda mano que venían de Justicia (traían las viejas etiquetas). Puede que sea una don nadie aquí, pero tengo el mejor ordenador de todo el Servicio.

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