viernes, julio 15, 2011

Va a ser eso, que yo no lo entiendo


Me dice alguien que las personas a las que no nos gustan los animales nos fatal el corazón. Y me incluye y habla en segunda persona del plural. No lo reprocho, es cierto, no me gustan los animales. Considero que los gatos son lo peor, sólo en circunstancias muy determinadas tendría un perro (y dependería del tipo de perro), encuentro completamente absurdo convivir con un loro, con una tortuga o con una iguana, por poner varios ejemplos. Y aunque alguien hace mucho tiempo me recomendó comprarme un acuario (los peces no se tocan, fue su argumentación), no le hice caso.

Hablamos de esa droga legalizada que es el alcohol; de los gin-tonics, que se han puesto diríase que de moda. Con la vertiente de que te pueden cobrar sus buenos euros por uno mal preparado con la excusa de que la ginebra es del tal marca y la tónica ni siquiera es comparable a la Fever Tree (nota por cierto para ovetenses y foráneos, en el Riscal, en la calle Cabo Noval, y dependiendo del camararero que te toque en suerte, sí merece la pena emplear esos buenos euros pese a todo). Y acabamos hablando de Ortega Cano, de su desgraciado accidente, de las víctimas mortales y de los matatoros.

Y yo digo que no, que a mí no me gustan "lostoros". Que no me interesan, que soy norteña y ajena a todo ese mundo y cultura, y precisamente por eso mantengo una posición ambivalente y no acabo de ponerme conmigo misma de acuerdo a favor o en contra de su prohibición, a determinar si es arte, tradición o cultura; o una aberración, que fue lo que opiné hace unos días cuando por casualidad al encender el televisor me encontré con unas imagénes de las fiestas de no se cual pueblo en las que un toro acababa en el agua ante el regocijo de los espontáneos, por no hablar de los San Fermines recientemente finiquitados.

Así que a falta de definirme taurina, que va a ser que no, pero tampoco lo contrario, y ante mi rotunda afirmación de que a mí los animales no me van, ni siquiera la inmensa mayoría de los de dos patas que caminan erguidos; se me acusa de ser insensible, sin entrañas, no poseer corazón (eso ya lo sabía), ni alma, ni sensibilidad alguna (se repiten). Que ya se sabe que si no te gustan los bichos eres una culebra ponzoñosa, un animal rastrero, que diría la gran Paquita (la del Barrio).. En fin, que me queda perfectamente claro que no soy una persona digna de confianza porque no se puede confiar en alguien a quien no le gusten los animales.

Y yo sólo recuerdo que Hitler era un vegetariano militante gran amante de los perros y que debo incluir en la maleta repelente para los mosquitos.

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