A veces no hay que tener motivos, simplemente porque sí, porque me apetece, me late... porque me da la gana y te mereces unas risas y estoy segura de que a ti, como a mí, esta canción te hace dibujar una enorme sonrisa... quiero oirte desde mi norte cantar a pleno pulmón...
"Well I got some beer and the highway's free And I got you, and baby you've got me. Hey, hey, hey what you say Sherry Darlin'"
Ayer, como casi todos los domingos independientemente de la hora a la que me haya acostado el sábado o de lo que haya hecho, fui a misa. Sí, no me lean con esa cara, esta que aquí escribe es católica, obvio lo de practicante porque no concibo ese sustantivo sin ese adjetivo, y voy a misa los domingos y fiestas de guardar.
Mentiría si dijera que soy una ferviente creyente, porque no lo soy, envidio la fe de por ejemplo mi madre, que en la religión y en sus rezos encuentra permanentemente amparo y consuelo. Al margen de que sea obvio que motivos para la excomunión tengo cientos, no me he caracterizado por ser precisamente fiel a determinados preceptos de la Iglesia. Me limito a los ritos, me reconfortan las iglesias, el silencio, la oscuridad, el olor a incienso y la cera ardiendo. Habrá quién dirá que para el estrés y las tensiones está el yoga y el pilates y no la religión, pero si a estas alturas, ustedes que me leen, no han puesto en duda mi cordura quizá sea el momento de que lo hagan. Tampoco importan los motivos. Una férrea educación religiosa en un colegio de monjas, una familia tradicionalmente practicante y de fuertes convicciones católicas, tal vez la costumbre, el ejemplo a seguir de cierta Iglesia que quizá no coincida del todo con la jerarquía eclesiástica. En todo caso carece de importancia.
Suelo ir a misa a las diez. Nada de la grandilocuencia de la misa de doce en la catedral o en San Juan. No, un humilde convento de frailes en un barrio obrero donde la envejecida feligresía ronda una media de 70 años y no luce ni visones ni collares de perlas. Donde uno es católico a secas, sin apellidos de Opus Dei, ni de catecumenados, ni de kikos, ni de Legionarios de Cristo, tan aficionados últimamente a tomar las calles y en erigirse, con permiso de la curia, en la voz de los cristianos.
Ayer, Domingo de ramos, inundada la iglesia por el laurel y el romero, fiel a mi cita. Misa, periódico y croissants para el desayuno (que una desayune sola no implica que tenga que hacerlo mal) y a mi regreso, dando un largo rodeo, cuando a una no la espera nadie en casa nunca se tiene prisa en regresar, me cruzaba con parejas engalanadas de domingo frente a mis vaqueros desvaídos. Ellas, encaramadas en sus tacones y luciendo piernas sin medias, es Ramos y hay que estrenar el vestidito de tirantes comprado en Zara, maquilladas como puertas, recién retocadas las mechas el viernes y peinadas en la peluquería el sábado. Arrastrando al niño de turno en pantalones cortos con las piernas moradas del frío entablando una batalla de samurais con el primo que aún tiene más frío, un par de años menos y empuña sin demasiada convicción esa palma regalo de la abuela sin tener la menor idea de su significado. El padre, por su parte, que se quedará fumando un cigarrillo con los otros padres a la puerta de la iglesia mientras la madre entra con los niños, lleva de su mano a la hija, que más bien parece un repollo con lazos, su vestidito rosa, la rebeca insuficiente a la cintura y la dignidad con la que se pasea palma en alto. Y yo, pese a ser del vive y deja vivir, no puedo evitar que me irrite toda esa impostura. La historia que siempre se repite en las bodas, bautizos y comuniones. Ni que andara falta la Iglesia de falsedad e hipocresía.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.