"Si me pides perdón socorro pido, si te sobra un orgasmo me lo ingresas en el banco de semen del olvido."
Joaquín Sabina
Que levante la mano la mujer que nunca, nunca en todita su vida (sexual) haya fingido un orgasmo y de inmediato la colocaré en el altar reservado a mis Diosas particulares, al ladito de Maria Felix, a la derecha de Lucinda Williams y delante de Martirio (tengo un hueco vacante y una vela aún sin consumir con olor a arándanos). No veo muchas manos levantadas, ni siquiera la mía. Y no, no me miren así, mi honestidad (sexual) en entredicho. Yo lo he hecho, no una, sino varias veces. Las suficientes, demasiadas. ¿Qué quieren que les diga, que entre mi honestidad y un tipo que me aporrea los ovarios me quedo con la honestidad? Pues no, me quedo con que el tipo en cuestión sea capaz de terminar pronto y ni se le ocurra volver a llamarme, porque de no llamarle ya me encargo yo. Una vez hice llorar a un hombre, fui muy cruel, dijo él, eso no les pasa a todos, dije yo. No vuelvas a buscarme, dijo él, no pienso hacerlo, dije yo. Los hombres no lloran, tienen que pelear, dijo Bosé (Miguel). Me gustan las lágrimas, las propias y las ajenas. Pero las que saben a sal en las heridas, las que huelen a despedida en una estación de tren, las que me embargan de ternura cerrando cicatrices imposibles de borrar derramadas en la oscuridad de cualquier cine, no las de los orgasmos perdidos y nunca recuperados, no las de una virilidad desorientada. Para malinterpretar el orgullo y la dignidad ya estoy yo. Los escasos metros cuadrados de una cama y no digamos ya del asiento trasero de un coche, no tienen cabida en ellas.
"Si tocas tu entrepierna y encuentras un bulto, escucha mi mensaje y el que avisa no es traidor. Que escuche el ignorante, que escuche el inculto; contaré por qué tus polvos ya no tienen color.
Tu chica no finge, simplemente se calla. Yo sé la causa de que lo hagas fatal. Cinco palabras, la clave que no falla. Repite: NO EXISTE EL ORGASMO VAGINAL.
Te gritó que le gustaba, mira que eres inocente; confiabas en tu rabo apetitoso. Y te enteras de repente que tu novia miente. ¡¡MUERTE AL MIEMBRO, VIVA EL DEDO HABILIDOSO!!
Te crees Lorenzo, el rey de las camas. Tu cultura sexual nos parece de chiste. Te has equivocao, te lo juro por mi mama; EL ORGASMO VAGINAL NO EXISTE.
Tu la metes, tu la sacas, tu lo pasas genial, y terminas dejando mi chumi escocío. Tu te crees que he tenío un orgasmo vaginal y yo creo simplemente que es que no me he corrío.
Me preguntas si me gusta; te grito que si, pero no es suficiente si no tocas mi botón. Está un poco más pa arriba de donde hago pipí. Al principio es pipetilla y al final es pipetón.
Quién pudo inventar semejante pegolete, el orgasmo vaginal quién pudo pregonar. Saca mete, mete saca, mete saca, saca mete ES TEOREMA DE UN SER UNICELULAR.
Tu chica no finge, simplemente se calla. Yo sé la causa de que lo hagas fatal. Cinco palabras, la clave que no falla. Repite: NO EXISTE EL ORGASMO VAGINAL.
Quién pudo inventar semejante pegolete, el orgasmo vaginal quien pudo pregonar. Saca mete, mete saca, mete saca, saca mete ES TEOREMA DE UN SER UNICELULAR."
"One of these days, you'll miss your train and come stay with me We'll have drinks and talk about things, any excuse to stay awake with you You'll sleep here, i'll sleep there, but then the heating may be down again at my convenience we'd be good, we'd be great together."
Good night and go - Imogen Heap
Escasos 35 minutos de trayecto, de los cuales 20 los hago inesperadamente acompañada. Los suficientes para recordar, por si se me había olvidado, por qué no nos hemos mantenido en contacto con el paso del tiempo. Pocas personas tienen la virtud de sacarme de quicio, ésta se lleva el primer premio.
En torno al minuto doce y en un ataque de mal entendida vanidad, no importa a cuento de qué, confieso que escribo en un blog desde hace años.
-¿Y sobre qué escribes?
Me sorprende la pregunta, más el interés, que parece sincero. En todo caso no me conoce ni mucho, ni poco, pero sí lo suficiente como para intuir que no escribiré sobre física cuántica o la reproducción del berberecho salvaje. Ni que esto sea un trasunto del Sartorialist.
-De mí. Hablo de mi yo, de mi mismidad y circunstancias. De mi ego y vanidades varias. De mis hechos y desechos. Sobre las personas que se cruzan conmigo y en algunos casos cambian el curso de mi vida.
Se le ilumina la mirada mientras pregunta, con voz queda, si acaso es una de esas personas. Como si nombrarlas aquí fuese un inmerecido honor que se acepta con falsa humildad. La pregunta ofende, no ha cambiado ni el mal humor con el que me levanto por las mañanas. Pero el que calla otorga y se acerca su parada. Nos despedimos entre vagas promesas y se funde con la marea de gente que abandona el tren.
He escrito sobre mucha gente, al margen de mí. Probablemente sean muchas y muchos más sobre los que haya caído un manto de silencio. He hablado sin parar, pero he callado lo que de verdad me atormenta. He mostrado mis sueños, pero no mis insomnios. Me quedan en el tintero muchas historias que probablemente nunca verán la luz y otras en cambio que sí me gustaría contar pero tal vez nunca lo haga. Por ejemplo siempre he querido hablar de ti, y nunca lo he hecho.
De cuando en cuando has sido una inicial seguida de su correspondiente punto. Algún comentario sobre lo que me dices, tus consejos siempre son sabios. Un par de líneas acerca de nuestras vivencias, también pocas. Yo no les di tiempo.
No sé si lees esto. Creo recordar que en su momento lo hiciste. Desconozco si sigues haciéndolo. En aquel momento pensé que si eras capaz de entrar aquí y leer mis miserias sin perder ni las ganas ni la sonrisa es que merecería la pena. Tu respuesta fue besarme, la mía, romper mis defensas, justo antes de salir corriendo.
Leía (veía) en algún lado la noticia de que el poeta Luis García Montero abandonaba la docencia en la Universidad por todo ese lío que tuvo con un colega, sentencia judicial incluida. Hace mucho, muchísimo que no leo a Montero. Supongo que el tiempo pasado es proporcional al que invertí en su momento en su poesía. Náufragos de aquellos días flotan en mi memoria retazos y frases de “Habitaciones separadas” o “Completamente viernes”, poemas al completo en muchos de los casos, como en éste. Y no me pregunten por qué, no es un ejercicio de memoria selectiva, a veces, simplemente, sobran los motivos.
"Mañana de suburbio y el autobús se acerca a la parada.
Hace frío en la calle, suavemente, casi de despertar en primavera, de ciudad que no ha entrado todavía en calor. Desde mi asiento veo a las mujeres, con los ojos de sueño y la ropa sin brillo, en busca de su horario de trabajo.
Suben y van dejando al descubierto, en los cristales de la marquesina, un anuncio de cuerpos escogidos y de ropa interior. Las muchachas nos miran a los ojos desde el reino perfecto de su fotografía, sin horarios, sin prisa, obscenas como un sueño bronceado.
Yo me bajo en la próxima, murmuras. Me conmueve el recuerdo de tu piel blanca y triste y la hermandad humilde de tu noche, la mano que dejaste olvidada en mi mano, al venir de la ducha, hace sólo un momento, mientras yo me negaba a levantarme.
Que tengas un buen día, que la suerte te busque en tu casa pequeña y ordenada, que la vida te trate dignamente."
Estoy dispuesta a que esta semana que comienza sea la primera del resto de mi vida. Sé que cosas importantes van a suceder, buenas o malas, o tan sólo anodinas, quién sabe lo que el destino me depara cuando doble la esquina. Yo estaré preparada para recibirlas.
Siempre quise dedicarte una canción. No lo hice cuando aún leías esto. No era fácil amoldar tus gustos a los míos, al menos musicalmente hablando. Tampoco encontraba la canción adecuada, o quizás no era el momento y eso de "que te vaya bonito" lo tenía demasiado gastado. Las despedidas nunca se me han dado bien, aunque los que las hayan sufrido opinen que soy una experta en cerrar puertas y borrar mis huellas. Pero no, no es pericia ni empeño, tan sólo desidia. Resulta fácil no mirar hacia atras, no vaya a convertirme en estatua de sal.
Soy testigo de una de las situaciones más estúpidas y absurdas de mi vida laboral. Dudo, no sé si debo decir algo, pero no, callo, me convierto en muda testigo. Mi intervención ni hubiese sido oportuna ni bien recibida.
Un par de horas después en el corrillo femenino al que incomprensiblemente nos vemos avocadas las mujeres de ese Servicio, mientras comentamos la "jugada", yo expongo mis dudas. Estuve a punto de decir... Cinco pares de ojos me miran entre el estupor, el asombro y el horror, con cara de "afortunadamente no abriste la boca". Toma la palabra una de ellas:
-"No es tan terrible que piensen que una es antipática, seca, sin sentido del humor e inaccesible. Pero sería imperdonable que dijeran de ti que eres una mogijata. Afortunadamente no abriste la boca".
¿Seca?, sí, ¿antipática?, también, ¿sin sentido del humor?, desde luego no comparto el suyo. Pero ¿inaccesible? y ¿mogijata?.
Dícese en el diccionario de la RAE:
mojigato, ta.
(De *mojo, voz para llamar al gato, y gato).
1. adj. Que afecta humildad o cobardía para lograr su intento en la ocasión. U. t. c. s.
2. adj. Beato hazañero que hace escrúpulo de todo. U. m. c. s.
Se publica una noticia “curiosa” hoy en el periódico “El Mundo” en referencia al tan traído y llevado viaje de Zapatero (y familia) a los States. No recuerdo el titular exacto en estos momentos, pereza me da buscarlo, pero viene a decir algo así como: La foto que ZP no quiere que se publique.
Parece ser que una foto que iba a ser distribuida por la agencia Efe, de las hijas de Zapatero y Sonsoles escuchando atentamente a Obama en la ONU fue “retenida” o puesta fuera de circulación en aras de preservar la intimidad de las menores. De todos es sabido que el matrimonio Zapatero Espinosa ha tratado siempre de mantener a sus hijas al margen de cualquier exposición pública y hasta donde yo recuerdo, con relativo éxito. A un lado dejo el tema de la incongruencia que supone por tanto que lleve a la familia de viaje oficial a los EEUU, aunque con agenda privada, según matizaban los noticieros, y obvio las críticas que desde ciertos sectores se le han hecho acusando de usar fondos públicos para pagar las “vacaciones” a la familia. En todo caso supongo que serán cosas del protocolo de allí y que una foto con el matrimonio Obama (me declaro fan de Michelle Obama aquí y ahora) no tiene precio, para todo lo demás ya tenemos a la Vicepresidenta de la Vogue (por la que también declaro mi admiración). Ya saben, todo ese rollo de la Primera Dama y demás (a alguna, como a Ana Botella, pretendida aspirante a tan honorable puesto, se le olvidó que ya estaba ocupado).
El asunto no daría para mucho más, al menos no para mí, sino fuera porque El Mundo, me atrevería a decir que con aviesas intenciones, ilustra el artículo no con esa foto, que nadie ha visto y nadie verá, sino con otra que parece ser ha sido publicada en la página web de la Casa Blanca, a modo de fotografía oficial.
En la foto aparecen Barak y Michelle, Sónsoles y José Luis y las hijas de estos últimos. La pregunta que queda en el aire sería por qué no aparecen las hijas de los Obama saliendo las niñas de Zapatero, aunque a la vista de las fotos no sean tan niñas, sino un par de adolescentes góticas a modo de trasunto de las hermanas Llanos en los inicios de Dover.
De un tiempo a esta parte cuando una le quiere tomar el pulso a ésta, nuestra sociedad, suele pasar de leer las noticias e irse a los comentarios de los lectores directamente. Suelen ser absolutamente deliciosos y terrenales, facciosos y llenos de descalificaciones e insultos, intolerantes y en algunos casos impagables. Parto de la idea de que gran parte de los lectores acérrimos de El Mundo son igualmente acérrimos opositores al actual presidente que nos ha tocado en suerte y que en el amor y en la guerra (política) todo vale.
La foto, siendo sinceros, es cuando menos curiosa, pero que en estos tiempos en que tanto se propaga, se defiende y se preserva la intimidad de los menores (y menores en este país a día de hoy son los que no han cumplido los 18 años) no deja de ser incongruente que una buena parte de los lectores de esa noticia (incluyendo algunos de mis compañeros de trabajo) hayan encontrado en ella un motivo de escarnio y humillación hacia dos adolescentes que el único delito que han cometido es vestir como les ha dado la gana (y quién no lo ha hecho y lo hace) y no ser, aparentemente, agraciadas físicamente. Vergüenza de país que da un paso hacia delante y tres hacia atrás.
Little Jimmy Jackson is jackin’ up his Bronco He’s gonna lay a little rubber later on at the truck pull All the girls are getting’ pretty sprayin’ on the White Rain Yeah they’re gonna get a rowdy tonight down at the football game
We let it rip when we got the money Let it roll if we got the gas It gets wild yeah but that’s the way we get down In a Hicktown
Well you can see the neighbors butt crack nailing on his shingles And his woman’s’ smokin’ Pall Mall’s watchin’ Laura Ingalls And Granny’s getting’ lit she’s headin’ out to bingo Yeah my buddies and me are goin’ muddin’ down on Blue Hole Road You know You know
We let it rip when we got the money Let it roll if we got the gas It gets wild yeah but that’s the way we get down In a Hicktown
We hear folks in the city party in Martini Bars And they like to show off in their fancy foreign cars Out here in the boondocks we buy beer at Amoco And crank our Kraco speakers with that country radio
We let it rip when we got the money Let it roll if we got the gas It gets wild yeah but that’s the way we get down Oh Oh We let it rip when we got the money Let it roll if we got the gas Its buck wild yeah but that’s the way we get down In a Hicktown In a Hicktown It’s the way we get down In a Hicktown Yeah in a Hicktown
Oh we aint finished yet We got you’re country boys and you’re redneck girls It’s the party heard round the world Right here in Hicktown Yeah In Hicktown The whole town’s gettin’ down"
Sé que no te gustaría, pero a mí sí... y eso es lo único que cuenta...
Hay días muy grises, de esos que me gustan, aunque este principio de otoño no esté siendo generoso con ellos. Otros luminosos, de esos que desconciertan, amanecen helados y el sol del mediodía invita a quitarse la ropa de incipiente abrigo. Los hay tristes pese a todo, frenéticos y apurados. Otros son lúgubres y sombríos, interminables los segundos, que parece que no han durado 24 horas los primeros. No sabría etiquetar los días que estoy viviendo ahora, los tuyos son apáticos, transcribo tus palabras. Debería ser un consuelo, un símbolo de victoria, la mía, poco más que la más amarga de las derrotas maquillada de orgullo mal entendido y barato victimismo. Hace mucho que los psicólogos llaman a eso conducta pasivo-agresiva. No hemos inventado nada.
"Somos dos de las personas más atrofiadas emocionalmente que conozco. Y no progresamos en nuestra vida personal, no crecemos como personas. Ahora tú vas a casarte, yo estoy embarazada..."
Le dice Violet a Cooper, mis dos (únicos) personajes preferidos de "Private Practice". Y yo ni voy a casarme ni estoy embarazada, aunque no me importaría ni lo uno ni lo otro y no necesariamente en ese orden. Pero sí es cierto que soy una de las personas más emocionalmente estancada que conozco, y conozco a unos cuantos. Tan sólo quiero seguir dentro del armario... un rato más...
Se ha muerto Patrick Swayze. Me lo cuenta mi compañero de trabajo, el mismo que se pasa media mañana leyendo periódicos y la otra media fingiendo que trabaja. Lo de compañero es un decir, más bien alguien que trabaja en el mismo lugar en el que trabajo yo. No recuerdo los motivos de su muerte, alguna innombrable enfermedad probablemente. Nunca me gustó especialmente, me parecía demasiado soso e inexpresivo, y en películas como "Ghost", un bodrio infumable en mi no tan humilde opinión, yo iba con el malo. Pero confesaré que "Dirty Dancing" fue una de las películas de mi adolescencia, la otra fue "Sufre mamón", nunca volví a ver la segunda, infinidad de veces la primera. E. se sabe media película. Es su película preferida, no puedo culparla. Yo me sé diálogos enteros de "Johnny Guitar" o de "Ser o no ser". Todas soñamos con bailar con Patrick Swayze. Tuve un vinilo con su banda sonora. No me gustaba bailar, pero cerraba los ojos, le recordaba en "Norte y Sur". Que mal ha envejecido Lesley-Anne Down, como Veronica Hamel como madre de Jack Sephard en Lost (Perdidos), ya saben, el teniente Furilo. Supongo que le recordarán en alguna tele. Me juego lo puesto a que emitirán "Ghost" a modo de recuerdo. Me conformaría con volver a ver "Dirty Dancing", pero me encantaría que alguien se acordara de "Rebeldes". Patrick Swayze será recordado por las dos primeras, yo le recordaré por la tercera. Diane Lane sí ha sabido envejecer, es lo que tienen las pelirrojas.
P.D. Emilio Estevez, Rob Lowe, C. Thomas Howell, Matt Dillon, Ralph Macchio, Patrick Swayze y Tom Cruise en "Rebeldes".
"I never loved nobody fully Always one foot on the ground And by protecting my heart truly I got lost in the sounds I hear in my mind All these voices I hear in my mind all these words I hear in my mind all this music"
Regina Spektor
El afán proselitista en mi persona es prácticamente inexistente. No pretendo iluminar a los demás, ni guiar ni desbrozar los caminos. No me gusta pasear con alguien cogido de mi mano, ni elegir las corbatas. Ante la duda, siempre elijo la izquierda, aun contradiciendo al GPS y con riesgo de quedarse atrapado en un bosque de Vermont sin salida y sin gasolina. No soy práctica. No sé hacer café. Odio trasnochar y los días de verano. Adoro las telenovelas. Tengo infinidad de pares de zapatos que no me pongo nunca y más de una gabardina en el armario que aún no ha visto la luz. Odio los cacahuetes y los loros. Tengo mal carácter, humor sombrío y días grises. Me gustan las paredes de blanco, aunque no esté de moda. Poseo un acusado síndrome menstrual y estoy llena de interrogaciones y silencios. No me gustan los animales, aunque una vez tuve un perro y como es obvio, odio los gatos. Me gustan las mañanas heladas, los días tristes de otoño. Tengo un móvil de tarjeta, según uno de mis sobrinos, el más chungo del mercado. Un trabajo de ventanilla y vuelva usted mañana donde el tiempo pasa lentamente y un piercing en el ombligo. Ejerzo adicciones varias, los sugus de cereza y los regalices, las carreteras secundarias y el asiento trasero de su coche. Y como escribió Alejandra Pizarnik: He tenido muchos amores, pero el más hermoso fue mi amor por los espejos.
P.D. John Wayne y Maureen O'Hara en "El hombre tranquilo".
Cuentan los mentideros que a María Felix, La Doña, la mujer más guapa que ha parido México (sic), de la que se dice nació dos veces, cuando la alumbraron y cuando ella se inventó, en una ocasión le preguntaron si era lesbiana:
-"Si todos los hombres fueran tan feos como usted, pues sí sería lesbiana”.
Me lo pregunta alguien a mí. Querencia que le tiene la gente a clasificar, a etiquetar, a colocar en compartimentos estancos.
Soy asocial, asexual y apática. Y al igual que Maria Felix, si todos los hombres fueran, no ya tan feos, sino tan tristes, como el que me preguntó, tendría la misma respuesta.
Me he convertido en ese personaje de "Mujeres de Manhattan", la mujer en crisis que se pasa los días encerrada en casa viendo pelis en blanco y negro. Veo una estúpida película de Lubitsch, "La viuda alegre". No me gustan los musicales. Los odio con toda la fuerza con la que se puede despreciar lo que se desconoce. Sal siempre dice que ese disgusto habla de mi sensibilidad. A. una vez me recomendó que me comprara peces como animales de compañía. Los peces no requieren contacto físico. Los peces no se tocan. En eso me parezco a mi padre. Estaba tan obsesionada con no ser como mi madre que he acabado pareciéndome a él.
"One can only guess what would happen if I got all my questions answered. Then we'd know for sure who's got the quickest draw, who's laying dead and who's above the law."
Ben Lee
No digas que fue un sueño. Título de una novela de Terenci Moix que nunca leí. Alguien me la regaló. Se perdió en alguna mudanza antes de que tuviera siquiera tiempo a leer su primera página.
Había una serie en televisión. Playas de China, con Dana Delaney y Diana Ross y las Supreme poniéndole banda sonora (Reflections). Hoy nadie parece recordarla. Yo sí.
Nunca me gustó su risa. Me parecía falsa, impostada. Tardé en comprender que simplemente me gustara o no, se reía así. Probablemente no sabía o no podía reírse de otra manera. Ayer descubrí que la odiaba porque se reía exactamente igual que P.L.. No sé cómo no me di cuenta antes.
Cree que no es cierto lo que ve, que como todos, mi tarea es la de fingir que soy la que no soy. Que las distancias que recorro son ficticias, que lo que cuento, que lo que muestro y lo que doy no es real. Cree que me conoce, que va a anticiparse a mis silencios o a mis actos, que sabe lo que hay detrás de mi fachada. No sabe que por vez primera me mostré como era, sin maquillaje ni artificios. La sucia realidad a veces empaña la ficción.
Agotados los temas de conversación triviales y típicos, el repaso general a la vida, obra y milagros de los presentes y muy especialmente de los no presentes y ausentes, la conversación deriva, como no podía ser de otra manera, hacia los temas de actualidad que últimamente copan las portadas de los periódicos: botellón en Pozuelo, Belén Esteban y el Defensor del Menor (de la Comunidad de Madrid) y el sexo de pago. No necesariamente por este orden ni en reparto equitativo de tiempo dedicado a cada uno de ellos.
Yo apenas opino. Desconocía hasta ese momento el tema de la Esteban. Afortunadamente alguien me gana y ni siquiera sabe quién es. Sí, es posible, aún hay gente que vive al margen de determinadas realidades, y que les dure.
El tema de Pozuelo, por otro lado, me aburre, lo dejo en manos de conciencias más doctas que las mías, algunas con hijos preadolescentes, que dictan sentencia a padres, hijos, fuerzas del orden y estamentos públicos.
Con el sexo (de pago) la conversación se caldea. La cuasi-unanimidad alcanzada con los dos tema anteriores se volatiliza y de pronto nos vemos (se ven) enfrascados en una discusión con dos tonos de voz más elevados de lo que sería considerado correcto. A un lado los promotores de la libertad del individuo por encima de todo y pese a todo, a otro los firmes defensores de unos valores y una dignidad perdida. Yo sigo sin opinar. Arreglar el mundo ha comenzado a parecerme una tarea ardua y terriblemente tediosa.
En honor a otros tiempos en los que para mí la discusión era un arte, alguien me pregunta mi opinión. Y qué voy a decir yo. Tal vez recordarle a J., que considera que quiénes somos nosotros para juzgar e interpretar un mero intercambio comercial, que no opinaba lo mismo cuando muchos años atrás pasábamos camino de nuestra compra semanal al Carrefour por cierta calle poblada y habitada por mujeres negociando meros intercambios comerciales. Putas de la vieja escuela, españolas en su mayoría, por aquel entonces la presencia de inmigrantes en las calles de Gijón no era demasiado común, atrapadas por el infierno de la heroína. Dudo que nunca, jamás, tuvieran la oportunidad de elegir.
Pero no digo nada y sigo escuchando a G., que vive en Rumania, donde le ha mandado la multinacional para la que trabaja, cobrando un sueldo que multiplica por seis al mío. Que pese a ello no sabe situar a Valaquia o Bukovina en un mapa. Me miró como si fuera una marciana, tal vez lo sea, cuando le hablé de un futurible viaje siguiendo la ruta que Bram Stoker dibujó para Jonathan Harker. Desprecia al país que lo acoge y a sus gentes y sostiene que es lógico que sus ciudadanas prefieran trabajar, conscientemente, de trabajadoras del sexo en España, que fregando los suelos de su duplex en Bucarest. No le recuerdo la rabia e impotencia, las lágrimas que caían desde su casi metro noventa de estatura cuando fuimos testigos primero y oyentes después, de la perra vida y de las palizas que sufrió C., travesti callejera que a principios de los 90 inmortalizó muchas de nuestras noches de estudio, con la que compartimos alguna noche de desenfreno en algún tugurio de Cimadevilla, pocas, y de confidencias, muchas.
Después opina S., desde su digna posición de novia vestida de blanco frente al altar de la Iglesia de San Pedro en un par de semanas. Apela al abuso de las mujeres, a la falta de dignidad de los clientes, al sometimiento y a la violencia. Le queda un discurso muy emotivo sobre la fragilidad de la condición humana que bajo ningún concepto debe ponerse en venta. Me abstengo de preguntar si acaso ella no recuerda haberse puesto en venta dos veces por semana hace algunos años. Ella ofrecía su cuerpo, él un anillo de compromiso.
Sigo sumida en el mutismo más absoluto, pero todas las cabezas se dirigen hacia mí, la única que no ha hablado ni ha opinado hasta ahora. Y aunque supongo que ya no les sorprende mi falta de opinión, hace tiempo que dejé de tenerla cuando se habla de todo y de nada a un tiempo, me instan a que hable.
"La otra tarde vi un reportaje de investigación en la tele". Palabras mágicas, reportaje de investigación, siempre sugiere sexo, drogas y botellón. Consigo mantener la expectación pese a que alguien pregunta cómo es posible si yo nunca veo la tele. Obvio la pregunta y sigo. Trueques con sexo, ese era el tema objeto de “investigación”. Será consecuencia directa de vivir en provincias, pero yo nunca lo había oído. Todos asienten. Sale un tipo con voz distorsionada y sin que se le vea la cara, ha puesto un anuncio en el periódico en el que ofrece alquilar una habitación a cambio de un polvo diario con la posible inquilina. Teniendo en cuenta que la periodista que se hace pasar por presunta interesada está de buen ver el tipo parece encantado y dice que pueden llegar a un trato en ese mismo momento, diferente sería, añade él, que fuera de cuarenta, años, se entiende, entonces el posible acuerdo podría peligrar. Juraría que el tipo en cuestión no cumple los cincuenta, y no le acuso de que le gusten las jovencitas, es lógico, además es él el que pone su casa. Sólo pretendo ser lo más exacta posible. Estrechan sus manos y se ponen de acuerdo. Entonces él añade que deberían pagarle unos 100 euros al margen de los servicios sexuales requeridos. Digo yo que serán para los gastos de luz y agua y todas esas cosas. El mundo al revés, todos asienten.
Pero lo mejor viene tras la publicidad. De nuevo anuncio en el periódico. Se busca asistenta para limpieza de hogar y puta a partes iguales. Quitas y echas un polvo a un tiempo. Voz distorsionada de nuevo y sin apariencia de rostro, pero en este caso se dan más datos. Es hombre, de 40, vive con sus padres pero tiene un piso propio. Inciso, qué hace un tipo de cuarenta viviendo con sus padres y máxime teniendo una casa. La respuesta está en el viento.
Sólo pretende que pase la fregona un par de veces a la semana, dos horas, 15 euros y antes o después, no lo aclara, todo lo demás también. Como no vive allí, especifica que hay poco que limpiar. Intuyo yo que cambiar las sábanas y recoger los condones usados. Dice que es una persona “normal”, de gustos “normales” y que quiere las cosas “normales”: caricias, besitos y demás, no aclara si la normalidad se circunscribe a la postura del misionero o el sexo anal u oral entran en esa categoría. Dudo mucho que un hombre que pague por mantener relaciones sexuales con una mujer no baraje esas posibilidades. Quién c* va a acostarse con un tipo a cambio de 15 euros teniendo que limpiarle además la casa, me pregunto yo y todos asienten. La candidata acompaña a semejante “mastuérzano” al piso en cuestión, donde se discuten los métodos anticonceptivos a usar. Me equivocaba en mi suposición anterior cuando decía que probablemente la limpieza se limitase a cambiar sábanas y recoger los preservativos usados. A estas alturas me da que es de los que no cambian las sábanas y que no tiene ninguna intención de usar condones, pero no, el tipo ha pensado en todo, y tiene su propio método anticonceptivo, se administra vía vaginal mediante unas jeringuillas, que el disculpa diciendo que son de las “pequeñitas” y que no hacen daño. Pero qué está contando este romano. Todos asienten.
Aprovechando el desconcierto emocional en el que todos se han sumido; elucubraciones mentales acerca del tamaño de las jeringas, incluida S., que pese a ser enfermera se estremece, me levanto y me despido. Todos asienten.
El tipo del fondo de la barra no ha dejado de mirarme en toda la noche, y yo si he cambiado las sábanas.
No sé por qué me gusta esta canción... bueno, sí, lo sé, podría haberla escrito yo, pero plantear la duda es lo adecuado cuando se habla de La quinta estación, una no puede confesar públicamente y quedarse tan ancha que le gusta una canción suya.
"If you get close to her, kiss her once for me I always have respected her for busting out and gettin' free Oh, whatever makes her happy, I won't stand in the way Though the bitter taste still lingers on from the night I tried to make her stay."
Bob Dylan
Hace demasiado tiempo que no me reconozco. No sé a ciencia cierta cuándo dejé de ser yo y me convertí en esa maraña de pelo castaño enmarcando la tristeza de mi mirada que me devuelve el espejo. No sé dónde fueron a parar mis sueños y mis promesas, los latidos de un corazón con arritmias. Sólo sé que yo no soy yo y que tampoco sé a qué estoy esperando para recuperarlo. De seguro que no será en todo caso este fin de semana.
A mi hermana A. le parece una pésima idea. A mil kilómetros de distancia y vía telefónica recibo sus directrices acerca de la futura reforma. Quiero cambiar el suelo, odio el parquet, o cómo se llame y se escriba. Soy muy dada a arrastrar muebles, no me pregunten por qué, y eso siempre acaba pasando factura. El laminado no es una opción y la tarima sería una regresión a los suelos encerados de mi infancia, hasta que la modernidad, en forma de barniz, llamó a la puerta de mi madre, pero como ella no era la que enceraba, ni barnizaba, ni pasaba la aspiradora ni la mopa, ni en general, la que limpiaba, no la abrió. Ella sostenía, y sostiene, que el parquet tradicional es demasiado brillante, y que tanto brillo es una vulgaridad. A. me ha recomendado mantener el suelo actual pero metiéndole un buen fregado con algún producto semitóxico para que se vaya el brillo. Sí, lo han adivinado, también ella opina que es una falta de buen gusto pisar suelos que parezcan espejos.
En cambio a mí me gustan los suelos de tarima lacados de blanco, y me gustan por impropios motivos... A. puso el grito en el cielo (y los pies en la tierra) recordándome que se trataba de un apartamento de poco más de 50 metros cuadrados en Oviedo, no de una casa de verano en Jutlandia o en Schleswig-Holstein. Muy a mi pesar tuve que estar de acuerdo con ella. Descartada, pues, la tarima blanca, que sin embargo tuvo su momento de gloria cuando ya me soñaba caminando descalza sobre ella. Me transmite una calidez asombrosa y no precisa por tanto de alfombras, ni de aspiradora, un gasto menos siempre es de agradecer, en todo caso las odio, las alfombras, digo. El binomio tarima encerada más alfombras era un auténtico hit en casa de mis padres, y yo acabé por odiar ambas cosas, lógicamente.
Y sí, lo sé, últimamente estoy monotemática, pero que le voy a hacer, a partir de ahora mi vida se va a limitar a esas cuatro paredes y a tratar de llegar a fin de mes pagando el mayor número de facturas posible. No tengo nada claro que vaya a merecer la pena. ¿Pero cuándo hice yo algo que mereciera la pena?.
Leo a Mariam Keyes, "Un tipo encantador" o algo así. Nunca le hago demasiado caso a los títulos. Leo y olvido, rápido y sin dolor. Sus novelas no dejan huella. Tanto mejor. Me he pasado media vida tratando de borrar las mías, pasando de puntillas. Por momentos creo que lo he conseguido. Bienvenidos a mi circo, ante ustedes la portentosa mujer invisible.
Hoy aquí es festivo. Al igual que en no sé cuántos más sitios. Hace demasiado calor para plantearse seriamente hacer algo y yo me había planteado seriamente decapar, lijar, curar y remendar un mueble, pero hacerlo a pleno sol no es muy tentador y ni siquiera es para mí, de lo contrario tal vez haría el esfuerzo. Así que me he metido en la casa que en breve dejará de acogerme, aunque espero que siga haciéndolo los fines de semana, y he cerrado contraventanas y bajado persianas, he expulsado al perro, también de prestado, de mis dominios, apagado las luces, encendido un cigarrillo (hace siglos que no fumaba), pero alguien los dejó olvidados, me he preparado un gin-tonic con los restos de la Bombay azul del fin de semana, cuando veinte personas estábamos sentadas en esta misma mesa, he puesto a Miles Davis y me he acordado de ti por enésima vez en lo que va de mes. Te he arrancado promesas para ayudar en la mudanza, con la pintura de las paredes y los paquetes planos de Ikea y no sé si debo sentirme satisfecha.
Se han acabado los cigarrillos, y la ginebra. Las tiendas están cerradas, aunque la tienda más próxima esté a cinco kilómetros. Y debería lavar el coche, y no debo olvidar que prometí regar las plantas y las jardineras de los balcones y echarle la comida al perro... pero lo único que deseo es seguir tumbada, en la oscuridad, sola...
No quiero que mi padre lo conozca. Y no, no me importa su opinión, sin duda contraria a la mía, ni me haría cambiar de parecer, pero sé que no va a gustarle. Demasiado pequeño, demasiado oscuro, demasiado deslocalizado... Ya he recibido suficientes críticas y juro que no soportaría una más.
Tampoco pretendía que mi madre lo viese. Mismos motivos, aunque raramente (nunca en los últimos 15 años) me han dicho lo que tengo (o no) que hacer. No supe ver que ella contaba con más recursos, y con total traición y alevosía le pidió al portero que se lo enseñase. Se guardó, y mucho, obviamente, de hacer comentarios, y sólo se le escapó, intencionadamente, sin duda, que entendía que no podía permitirme algo mejor, pero que "de momento" serviría para cumplir mis expectativas (vaya usted a saber qué pretendería decir con eso).
Sé que lo que a ambos les hubiera gustado sería un piso de unos 200 metros cuadrados en alguna calle de la Vetusta señorial, con portero físico (en eso les he complacido) y que compartiera mi hipoteca con algún apuesto caballero que me superara en años, altura, moralidad y posición económica. Como de momento eso ni es posible ni probable, me temo que se conforman con que mi compromiso al menos sea con un banco (su anillo de compromiso seguirá esperando, el que prometió que sería para mí, al fin y al cabo, las otras, mis tres hermanas, hace tiempo que recibieron los suyos correspondientes).
En cambio si quise contar con la opinión de ellas y de sus correspondientes apuestos caballeros. Decisión poco meditada, de haberlo hecho la habría borrado de mi lista de pendientes, y que así, de pronto, me pareció ideal. En calidad de propietarios de diversos inmuebles se me ocurrió pensar, ingenuamente, que seguro que a ellos no se les escaparían los detalles que a mí, inexperta en cuestiones inmobiliarias, sin duda se me pasarían por alto.
Dado que las vacaciones suponen reunificación familiar salvando los mil kilómetros de distancia que nos separan organicé turnos de visita. Tres turnos de hermana, cuñado y en algunos casos sobrino o sobrina o sobrinos (gran error esto último, me temo que la superficie total de mi futuro hogar equivale a su cuarto de juegos, aunque con su exquisita educación germana no lo hicieron notar). Mi hermano pequeño, en calidad de no propietario, no estuvo invitado a la tourné. Dudo que se sintiera desplazado y/u ofendido.
Primer turno. Hermana y cuñado número uno. Sólo hacen comentarios de las vistas. No tendrías que poner cortinas, apunta mi hermana. Un parque al otro lado de la calle, sin vecinos ni edificios, al fondo la sierra del Aramo. Mi cuñado hace referencia a lo "apañao" que parece el portal (se reformó hace un par de años). De todo lo demás, no saben, no contestan.
Segundo turno. Mi sobrina de 2 años no opina, pero le gustan los columpios que hay al otro lado de la calle, aunque como comenté anteriormente los 50 metros cuadrados no pueden competir con su dormitorio. Su hermana de nueve meses duerme plácidamente y no es de recibo importunarla. Su madre, mi hermana, sólo dice que no tiene balcón, ni terraza y que ella jamás se compraría un piso sin una mísera terraza o balcón donde asomarse. Me abstengo de comentar que ella jamás se compraría un piso, a secas, y que aquí las terrazas se usan para tender la ropa y que yo a Dios pongo por testigo que lo primero que haré será quitar ese horrible "nosécómosellama" artilugio para tender y comprarme una secadora, dónde colocar la secadora es algo que decidiré mañana. Mi cuñado número dos, cuyo abuelo era conde, familia de Prusia oriental venida a menos, efectos colaterales de la Segunda Guerra Mundial, descubre lo que es un patio de luces, asegura, y le creo, que es la primera vez que ve uno. Tras asomarse por la ventana de la cocina reiteradamente a dicho patio cae en un mutismo absoluto. Es un quinto piso, murmuro, podría ser peor. La luz y todo eso...
Tercer y último turno. Hubiese deseado cancelar la visita. Pero no tuve valor y creo que a mi hermana mayor, ilustre propietaria de tres inmuebles, le hubiese parecido un feo. Mi cuñado número tres, tan expansivo como siempre, sólo repite que lo importante es "Lage, Lage, Lage", o lo que es lo mismo, la ubicación. Cinco minutos andando, por reloj, hasta mi trabajo y a diez de la Calle Uría (para los profanos, la arteria principal de Oviedo). No le parece suficiente. Se me olvidaba que él se crió a medias entre el barrio de Schwabing y la calle Fruela (prolongación de Uría). Ella por el contrario sólo hace un comentario, se asoma al patio de luces, al que define como tragaluz, y afirma más que pregunta: "quitarás eso", aludiendo al artilugio para tender ropa anteriormente mencionado. Afirmo rotundamente y aclaro que me compraré una secadora. Arquea una ceja... ¿y la lavadora?. Deberías quitarla de la cocina, donde está actualmente y poner en su lugar un lavavajillas. Pero dónde las colocarías, porque deberías comprar por separado la lavadora y la secadora y colocarlas en torre. En la cocina no, obvio. Apunto tímidamente que aunque no sea la mejor opción, en realidad es la única, había planeado, aún no sé cómo, montarlo en el baño. Me miran, ambos, con cara de horror, mirada que devuelvo con resignación. No hay sitio para una washküche, claro, murmuran, no tienes sótano... No, ni una casa con tres pisos, ni buhardilla, ni trastero, sólo 50 metros cuadrados y un baño y un salón con cocina americana, y claro que no es el piso de mis sueños, ése está en la 77 oeste, pero "de momento" es mío (o será mío) y a Dios pongo por testigo, de nuevo, que en cuanto lo pinte y lo reforme no volverán a mirarme con esa cara de circunstancia, y lo que voy a ahorrarme en cortinas.
-¿Qué quieres que te traiga de Londres? (léase London, la pendantería nunca jugó a su favor. Los tópicos, tampoco).
-Nada (yo raramente vuelvo con regalos de mis viajes, excepto que sean para mí misma. Obvio que las excepciones se rompen de cuando en cuando, pero ni quiero ni exijo reciprocidad).
-Siempre decís lo mismo y en realidad queréis algo (no me molesto en preguntar a quién engloba en esa segunda persona del plural).
-Conoces mis gustos, y especialmente mis disgustos (me rindo fácilmente)... pero por favor, si te empeñas, que no sea una de esas horribles (e inútiles) bolsas de Harrods.
Y me trajo una bolsa de Eclairs, perdición en mi infancia y que hacía siglos que no probaba. Bueno, en realidad un par de meses (pero pasaron siglos desde mi infancia hasta ese par de meses, en Cambridge)... Aún sigo dándole las gracias, a veces soy de un simple...
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.