Es la vida... la tuya, la suya, la nuestra... pero ha podido ser un sueño
Si hay algo que a Sal le gusta tanto como las listas, es hacer miniencuestas en su entorno más inmediato sobre cuestiones propias. Que no sabe qué camino seguir, qué decisión tomar o qué color le sienta mejor a su tono de piel, pues pregunta aquí, allí y más allá y suma, resta, y multiplica dibujando tablas a dos columnas y concluye.
De este modo, esta mañana, decide preguntar en su entorno laboral, eminentemente masculino, sobre mi invitación de este viernes. Evidentemente sin permiso, el mío, se entiende. Poco importa, porque aunque me hubiera preguntado y le hubiese dicho que no, que ni se le ocurriera, lo habría hecho igualmente.
Así que en su quinto email de la mañana -el primero fue para enviarme un enlace sobre una noticia de Bruce en Roma que ya había leído, el segundo para decirme que habían salido las notas (corte en 70 con 80 aprobados en el turno libre y de 35 con 26 en la promoción), el tercero para confirmar que sí, que está embarazada quién yo sé, que ya es oficial y que tiene 41 (los correos son más discretos que las llamadas telefónicas extensión a extensión), el cuarto para decir que el café a las 11:10- me envía un estudio pormenorizado del resultado de su breve encuesta, las respuestas del respetable masculino a la pregunta: ¿Si una chica te invita a su casa un viernes noche a ver una película del año de la polka en blanco y negro, probablemente "The gosh and Mrs. Muir" en versión original subtitulada, cómo lo interpretas, polvo o película, truco o trato?
Y yo me doy por vencida. Que luego la inmadura soy yo, la infantil e ingenua, y sigo sin entenderlo, tal vez por eso. Me he pasado media vida escuchando decir a los hombres que las mujeres somos complicadas y retorcidas, que nunca decimos lo que pensamos o que en todo caso decimos justo lo contrario, que preguntamos sólo para que nos reafirmen y escuchar lo que queremos escuchar, que ellos son más honestos (en esto estoy de acuerdo, pero sólo consigo mismos), que están cansados de los malentendidos, de los juegos de palabras, de las dobles intenciones, de que no tomemos la iniciativa y luego resulta que si invitas a alguien a casa a VER UNA PELÍCULA, te estás insinuando; pero si le dices literalmente que lo que quieres es acostarte con él, sale huyendo asustado.
Porque si yo quisiera lo segundo, que no lo quiero, lo diría sin ambages, y parece que no, que eso también es un error. Que Sal, la voz de mi conciencia me lo recuerda:
-'¿No te acuerdas, bonita, de que llamaste energúmeno a aquel tipo que se abalanzó sobre ti en el sofá al que te había invitado para el último café y tú, aunque ni siquiera te gusta el café, aceptaste porque tenías curiosidad por conocer su casa; o de aquel bombero que se empeñó en enseñarte su colección de vinilos o de lo que me contabas hace dos días, que te envía E. un SMS a eso de las diez porque se está preparando una pizza y te invita a cenar y a que te pases por su casa y como tú respondes que ya has cenado, tres SMS's después no le queda otra que decirte a las claras que lo que quieres es que te presentes con un abrigo y nada debajo... intuyo que cenó solo; o por qué crees que el que yo considero que hubiera sido el perfecto padre para tus hijos te acompañó el viernes hasta casa donde tú le despediste antes de entrar en el portal con los dos besos de rigor y un hablamos? ¿Te recuerdo lo que pasó la última vez que le dijiste a un tipo, al extraño, ¿follamos? o quiero follar contigo", que no recuerdo, desde un taxi y a altas fiebres de la madrugada?... Pues eso, métete en esa linda cabecita que nunca peinas, que la última copa nunca es la última.
Lo asumo, mi mente es plana, hablo un lenguaje diferente, tendré que agenciarme un diccionario Daeddalus-Resto del mundo/Resto del mundo-Daeddalus... y o anulo la cita o a ver cómo le explico a mi expediente X que sólo habrá película en blanco y negro y en versión original...
P.D. Kim Novak y William Holden en "Picnic"
[Escuchando a Los Madison, que con permiso de "The Promise", ésta está siendo su semana]