viernes, noviembre 05, 2010

El tiempo se columpia y se disfraza de impostura


Si me dijeran, pide un deseo, no, no pediría un rabo de nube, que yo nunca he sido muy de Silvio, aunque sea escuchar los primeros acordes de "La gota de rocío" y por inexplicables razones, comenzar a tararear sin piedad. Pero no, haría trampa, y pediría que se me concediesen todos los deseos que fuese capaz de dibujar, como único deseo, y después ya decidiría qué hacer con ellos y por donde empezar. Tal vez celebrar un amagüestu contigo, que seguro que ni sabes lo qué es y a mí ni siquiera me gusta... pero noviembre es lo que tiene, que me gustan sus días que se acortan; y las noches largas es lo que tienen, que dan cabida a los sueños.






P.D. Henry Fonda y James Stewart

Vestida con la desnudez de corazones sin horario



Apenas pasaban de las nueve y ya era noche cerrada al salir a la plaza de Alfonso II 'El Casto'... 'Esto parece Londres', dice alguien a mi lado mientras nos vemos envueltos por la neblina y las sombras que rodean a Ana Ozores. Siempre he pensado que en noches de otoño como ésta, más de un turista desubicado debe haberla confundido con una señorita decimonónica despistada en el transcurso del tiempo. Y es precisamente por esto, por noches así, por las que me gusta noviembre. Por noches perdidas entre la niebla y la humedad de las aceras mientras subo El Rosal y enfilo Pérez de la Sala, ya a solas, apenas distinguiendo la vida entre las sombras, y ya en las cercanías del Auditorio, a lo lejos, aunque cada vez más cerca, la brasa de un cigarrillo apurado entre los labios de alguien que camina frente a mí. Y la sorpresa envuellta en su cuero negro y mi gris, que últimamente siempre visto de ese color, aunque sea de forma involuntaria y él me diga que no he cambiado nada aunque hayan pasado, cuántos, ¿diez años?, casi, probablemente, que sigo siendo the girl in black, aunque ya no vaya de negro, o no siempre, y ya no sea pelirroja y él en cambio sí siga fiel a sus costumbres, que enciende otro cigarro y se refugia en el cuello subido de su chaqueta de cuero, aunque ya asomen las canas y su sonrisa tiña de arrugas sus ojos. Y nos quedamos en silencio, sin nada que decirnos, escrutando el paso del tiempo, siempre victorioso, en nuestras miradas.




Related Posts with Thumbnails