De un tiempo a esta parte, y con cierta relativa frecuencia, por motivos laborales, mantengo largas charlas telefónicas con cierto tipo encargado de cierto organismo relacionado con circunstancias que a mí me resulta muy ajenas y extrañas (la inseminación artificial de razas autóctonas).
Tiene una de esas voces.... bang, que te hacen estremecer entera, de pies a cabeza. Además de ser educado, amabilísimo, interesado y con sentido del humor, telefónicamente hablando. Y a una, que en lo primero que se fija, palabrita de mi santo Malverde, es en las manos, en que los zapatos no estén esmeradamente lustrados, en que no le guste Sabina y en la voz, no puede caer rendida a sus pies cada vez que suena su voz al otro lado del teléfono (en realidad hay una quinta cosa, pero eso sólo llega si se superan las cuatro primeras). Si a mí no me gusta la voz de un hombre, ya puede ser el mismísimo Hugh Jackman, que sólo despertará en mí indiferencia.
Bien, hoy finalmente ha aparecido por aquí, y como no podía ser de otra manera es igualmente educado, amable, atento, etc, etc... y su voz gana incluso en el vivo y en directo. Pero ya se sabe, si la voz de la radio te enamora, no te pases por la emisora...
Ni siquiera es que sea feo, es que es normal, es vulgar, podría ser cualquiera y eso en este caso resulta imperdonable... pero es que esa voz sólo hace juego con un físico como el de Hugh Jackman... Lo sé, soy una pretenciosa sin remedio y la imaginación vuela demasiado lejos, pero las voces me pueden... y aún siguen haciéndolo.
[Feliz fin de semana. Me esperan las calles de Madrid]
P.D. Mae Clarke