Cuando leía a un desconocido Óscar invocando la lluvia y rememorando a su primer amor no pude evitar caer en la autoarqueología sentimental y tratar de recordar quién fue el mío. Supongo que uno suele tener claro ese tipo de cuestiones, hay quien dice que no se olvida el primer amor, el primer beso y sin duda la primera vez. Pues bien, o sufro de alzheimer galopante (no me gusta bromear con tragedias ajenas) o amnesia irreversible y autoprovocada o simplemente memoria selectiva porque a duras penas puedo evocar semejantes recuerdos.
Es obvio que una olvide la primera vez. No hubo violines por Paganini, sino Sabina; ni velas, sustituidas por el humo de la hierba; ni caricias, no había tiempo con las prisas. Sólo el asiento trasero de un coche, el del mejor amigo del chico al que supuestamente estaba predestinada. Fui precoz en traiciones, aunque ya estaba en la universidad y por tanto no lo fui tanto en el otro asunto. El colegio de uniforme primero y la residencia estudiantil de monjas después, hicieron muy bien su trabajo de represiones varias. Tiempo antes habría recibido el primer beso, supongo. De labios de alguien que no consigo recordar, desdibujada su cara por el paso de los años. Tal vez fuera un tal Oliver, recuerdo su voz, aquel inexpugnable acento de Sttugart. Pero queda bastante lejos de poder serle otorgado el calificativo de primer amor. Y en todo caso aunque si fue el primero no fue la primera, juegos de niñas queriendo hacerse adultas. Descarto a la ONG con patas en la que se ha convertido veinte años después (quién nos ha visto y quién nos ve cruzándonos por la calle y fingiendo no reconocernos) con la que tan sólo paseé de la mano por los Jardines de Luxemburgo y a aquél melenudo con aspiraciones de rock irredento aunque no se apeara de sus Levi's y su Lacoste que acabó de ingeniero en Dubai y que ante la duda eligió y no a mí precisamente.
En fin, qué se puede esperar de alguien que ni tan siquiera recuerda a su primer amor. Para que luego algunos traten de comprender por qué soy tan rarita.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.