jueves, noviembre 22, 2012

There's a seat on the corner. I keep every night wait til the evening begins. I feel like a stranger from another world but at least I'm living again*



Apareció ella, Lucinda, de riguroso negro, o al menos eso parecía desde la no excesiva distancia del patio de butacas. Sonó Lake Charles y las lágrimas llamaron a la puerta. Más tarde, días después y ya de regreso al otro lado del mar, supe que el día anterior había cantado Passionate kisses. De haberlo sabido… Pero no lo sabía, obvio. 

Y en realidad tampoco sabía que iba a encontrarme con ella a orillas del Támesis en aquella sala que no era el Royal Albert Hall, en una tarde de domingo de un otoño que ni parecía otoño ni parecía domingo. Las casualidades no existen y la suerte, siempre tan esquiva, hace tiempo que se rindió a mis pies para tras un triple mortal y dos piruetas largarse doblando esa esquina que tal vez yo ya nunca alcance.





P.D. Días frenéticos con un abrigo prestado dos tallas más grande, tal vez tres, y el agradecimiento que tomó forma de galletas de mantequilla que nunca llegaron a su destino. Porque es fácil, tal vez demasiado, acostumbrarse, aún sin querer. O queriendo, que sin ser lo mismo viene a ser igual cuando uno deja de ser un extraño


 *Til I am myself/Blue Rodeo

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