P.S. ¿Y saben? Aunque a ustedes ni les vaya ni les viene, ya tengo otro motivo, para esperar con ansia que llegue el 16 de noviembre... y tiene que ser una buena señal, de seguro...
Escucho el último disco de Willie Nile, y bang, me acuerdo de aquella canción que decía que harían una estatua en tu nombre, y pienso que fue bonito mientras duró... Y aclaro, aunque no debería aclarar nada, que vayan ustedes a saber lo poco, mucho o nada que les importan mis aclaraciones, y al fin y al cabo este es el juego, que yo escribo y ustedes leen e interpretan y a veces hasta se dan por aludidos, sin que yo señale con el dedo, que ustedes solitos y su pretensión se bastan y se sobran, y que a veces aciertan, claro, y otras se equivocan, obvio... pero aclaro, que deseo que le vaya bonito a muchos más de dos, e incluso de tres, que hasta se lo deseo a mi no-compañero de fatigas laborales, que hoy me descubrí dándole consejos sobre cómo afrontar el examen de oposición al que se enfrentará el domingo y en el que por cierto yo estaré al otro lado, sobre la tarima. Pues eso, que a lo mejor es que empiezo a creérmelo, a aceptarlo y a resignarme, respectivamente. Y que les deseo a todos, de lo bueno, lo mejor, siempre que a mí me quede la mejor parte; y pidiendo un último favorcito, para no irme de vacío, que en alguna tarde de éstas que nos quedan de noviembre se acuerden un poquito de mí, aunque no hace falta que me lo digan, que ya no importa, porque probablemente yo sí que no me acuerde de ustedes...
Y ahora debería volver a sonar Lou Reed, pero no quiero correr el riesgo de tener que admitir que tú tenías razón y yo estaba equivocada... y probablemente vuelva a querer que me lo recuerdes... y vuelta a empezar, que ni modo, ¿no?
Si mi madre leyese esto, que no lo va a hacer, supongo, entre otras cosas porque desconoce su existencia, obviamente, y ni oportunidad va a tener, creo que se sentiría especialmente defraudada conmigo, y probablemende decepcionada consigo misma. Diría algo así como que ella no ha educado a su cuarta hija para que estuviera llena de miedos, de temores, de infelicidad, de inseguridades y abismos; y que ni modo, desde luego tampoco para que su felicidad dependa de tener o no un hombre a su lado; ni para que viviera en un cuento de le lechera permanente, haciendo planes de continuo sobre qué hacer con su vida en caso de tocarle la lotería, cuando ni siquiera se compra un mísero cupón de la Once.
Tres hermanas mayores siempre independientes y felices; y un hermano pequeño, el príncipe no precisamente destronado; y yo, la cuarta de cinco, la autónoma y autosuficiente, siempre a solas por los rincones de esa enorme casa con un padre en exceso autoritario y una madre siempre ocupada. Obediente y cabal, rodeada de libros adultos y discos robados a los novios de mis hermanas, Leonard Cohen y Mike Ríos iniciaron el camino que nunca llegaría a Itaca, sino a Atlantic city; construyéndome un mundo a medida en cualquier rincón entre las sombras, siempre pasando desapercibida y tratando de no molestar y no hacer ruido. Una vida que comenzaba al bajarme a las cinco y media de la tarde del autobús, me quitaba el uniforme del colegio mientras merendaba con Espinete de fondo y hacía los deberes sin que nadie me recordara que era mi obligación. Puntualmente a las ocho en la cama con un libro entre las manos, la luz apagada no más allá de las diez y el walkman escondido entre las sábanas. Si ese día, Pilar Miró que estés en los cielos mediante, ponían una de Gary Cooper o de Montgomery Clift, mi madre concedía la excepción que nunca confirmó la regla.
Yo sabía en todo momento lo que tenía qué hacer, cuáles eran mis deberes y obligaciones, cuándo tocaba sonreir y sentarse con la falda bien estirada y las rodillas bien juntas. Cuándo correspondía asentir y dar las gracias y dejarse peinar y subirse los calcetines para pasar revista ante las visitas, ante las tías que siempre me recordaban que yo era rubia y rizosa como ella, pero que ojalá no heredara su carácter y esa total falta de ausencia de buenos modales, sentido común y protocolo. Y mi hermana C., tres años mayor, siempre preguntaba a quién se parecía por tanto ella, y mi tía P. le decía que si mis cabellos brillaban como el oro, los suyos lo hacían como la plata, y ella asentía satisfecha, hasta que un buen día se sentó frente al espejo comparando el tono oscuro de su pelo con la fotografía enmarcada en plata de la foto de bodas de los abuelos... esa misma tarde se acabó mi infancia, que los Reyes son los padres, por si no lo sabías.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.