Dato autobiográfico
Se ha muerto Ángel González, eso ya lo saben (o deberían saber) todos. También Pepín Bello, memoria viva de la Generación del 27. Ambos en edades avanzadas, más el segundo que el primero. Recibirán homenajes sin duda. Al menos a González, cuyas cenizas Oviedo ya espera, le aguardan dos, la Universidad y el Ayuntamiento, cada uno por su lado los están preparando. Tal vez mañana lunes alguien se acerque a una gran superficie, con menos probabilidad a una librería al uso y compre uno de sus libros movido por la curiosidad, sin llegar al extremo del que hablaba Joaquín Sabina (bendiciéndole) deseando que se agotaran todas sus obras en los días venideros. Sería hermoso sin duda.
Por lo pronto a Paco I. Taibo II le quedan unos cuantos meses para decidir quién le sustituirá y aunque siempre fuera más de lo mismo una le echará de menos, que como siempre dice mi amigo Henry, recita(ba) tan bien.
Probablemente hasta las cucarachas lo hagan…
Por lo pronto a Paco I. Taibo II le quedan unos cuantos meses para decidir quién le sustituirá y aunque siempre fuera más de lo mismo una le echará de menos, que como siempre dice mi amigo Henry, recita(ba) tan bien.
Probablemente hasta las cucarachas lo hagan…
Cuando estoy en Madrid,
las cucarachas de mi casa protestan porque leo por las noches.
La luz no las anima a salir de sus escondrijos,
y pierden de ese modo la oportunidad de pasearse por mi dormitorio,
lugar hacia el que
-por oscuras razones-
se sienten irresistiblemente atraídas.
Ahora hablan de presentar un escrito de queja al presidente de la república,
y yo me pregunto:
¿en qué país se creerán que viven?;
estas cucarachas no leen los periódicos.
Lo que a ellas les gusta es que yo me emborrache
y baile tangos hasta la madrugada,
para así practicar sin riesgo alguno
su merodeo incesante y sin sentido, a ciegas
por las anchas baldosas de mi alcoba.
A veces las complazco,
no porque tenga en cuenta sus deseos,
sino porque me siento irresistiblemente atraído,
por oscuras razones,
hacia ciertos lugares muy mal iluminados
en los que me demoro sin plan preconcebido
hasta que el sol naciente anuncia el nuevo día.
Ya de regreso en casa,
cuando me cruzo por el pasillo con sus pequeños cuerpos que se evaden
con torpeza y con miedo
hacia las grietas sombrías donde moran,
les deseo buenas noches a destiempo
-pero de corazón, sinceramente-,
reconociendo en mí su incertidumbre,
su inoportunidad,
su fotofobia,
y otras muchas tendencias y actitudes
que -lamento decirlo-
hablan poco en favor de esos ortópteros.
Dato autobiográfico de Ángel González