martes, octubre 05, 2010

Quiero que en mi cumpleaños me regales flores amarillas





"Hay demasiadas cosas
de las que preocuparse,
siempre distintas, siempre imprescindibles,
y nunca se termina,
y apenas se respira... Y además
está el muchacho que jamás nos mira,
la chica que no sabe que la amamos
Y Platón predicando represiones...
Y a esto le llaman vida..."











[Lo último que recuerdo son las palabras de Anna Gavalda... la vulgaridad de corazón es algo indecible... y de pronto abro los ojos, suena el teléfono, publicidad... no podia ser de otra manera; pasan de las siete y llevo algo así como una hora durmiendo. Las gafas sobre la punta de la nariz y el libro aún entre las manos. No soy consciente de haberme quedado dormida... esta noche lo recordaré, sin duda. Cuando vuelva a meterme en la cama y me quede mirando de nuevo al techo, dibujando sombras con mis manos y redecorando mi vida.]








Siempre lo digo, lo sé, me repito, es irrenuciable...
jamás respetaré a un tipo al que le guste Sabina... pero, de cuando en cuando...


Igual que se tienen sueños... y una acaba despertando, abriendo los  ojos y viendo que en realidad todo sigue en el mismo lugar,
que se sigue siendo la misma aunque se sea distinta,
que tenemos las canciones,
que ya lo cantaba el gran Leonard,
we'll never mind we are ugly, but we have the music,
 que aún nos quedan las personas curvas,
y que aún tenemos las flores.








Tiene que llegar el momento de volver a ser lo que nunca debí dejar de ser

Todo es mentira en las películas... aunque yo siempre me lo crea y quiera que mi vida sea una de ellas





No me gusta la gente que siempre es amable y tiene una sonrisa en los labios, que se diría ocultan un as en la manga y parecen caer bien a todo el mundo. Creo que esa actitud tiene que ser calculada, fingida, buscada e impostada. Desconfío de la gente que a todo tiene que sacarle punta, que a todo le encuentra la gracia, y de la que se ríe de los chistes ajenos aunque a leguas se vea que no le hacen ni la más mínima gracia. Y con lo que a mí me gusta reírme. Bueno, en realidad me gustan muchas otras cosas...

Uno puede pisar un charco y echarse a reír, incluso tropezar y bajar unas escaleras a trompicones y acabar estampada contra el suelo, los papeles volando hasta el menos 3... y echarse a reír. Yo misma, esta mañana, entre los gritos de P.: "Ay, por Dios, Dae, que te escoñas". Y claro, fue escuchar eso de "te escoñas" y no poder parar de reír. Por si les interesa, estoy bien, algo magullada y avergonzada, todo hay que decirlo; pero una no puede escoñarse y no reírse. Que al fin y al cabo si no lo haces tú, otros lo harán por ti.

Me venía bien echarme unas risas, aunque fueran a mi costa. Quiero reírme, de esas veces en las que no puedes parar, que encadenas unas risas con otras. Y aunque últimamente he sonreído bastante, casi tantas como llorado, hace demasiado tiempo que no me río, de veras, con ganas, aunque no tenga demasiado sentido, aunque no tenga motivos... tengo que encontrarlos y supongo que antes, obvio, buscarlos.

Cuando me río soy otra, probablemente si estuviera frente a un espejo no me reconocería. Y al contrario de lo que dicen muchos, que la risa sienta bien, no estoy más guapa (suponiendo que lo fuera... guapa, digo). Veo mis fotos en las que salgo riendo y no me gustan, no me reconozco, no soy yo.

Ahora, por ejemplo, en lugar de estar concentrada en la pantalla debería estar riéndome a mandíbula batiente con el último chiste que circula y en este preciso instante un compañero está escenificando con todo lujo de detalles. Entenderán que se lo ahorre, va de mujeres y sus atributos. Culo, tetas y ¡ay. Omá, qué rica! Se agradecería que un día de estos, una de dos, o cambiaran de repertorio o se acabasen los chistes.

Bien, vale, a lo mejor es que soy una hipócrita. No soporto los chistes con alusiones racistas, escatológicas y sexuales. Y no, no soy racista, o eso creo. Las visicitudes intestinales ajenas deberían sufrirse en silencio y sobre sexo, qué decir, que es estupendo hablar sobre él, pero como seres adultos, no en plan post-adolescentes en plena efeverscencia hormonal. Pero lo segundo mola y lo primero asusta, parece. Que es como reírse de los chistes malos, uno se ríe aunque no tengas ganas y menos gracia te hace; y uno bromea y hace alusiones más o menos explícitas y siempre graciosas, o eso se pretende, de su vida sexual, aunque el único polvo que conozca sea el que se acumula sobre la mesilla de noche. Pero  mis favoritos y aclaro, modo generalización-meter-a-todos-los-tíos-en-el-mismo-saco-y-todos-los-romanos-son-iguales on, son aquellos que te abren la puerta, autoinvitan a su lengua a darse un paseo por tus amígdalas y no dejan de quejarse de que ellos sigan siendo los que tienen que tomar la iniciativa. Curiosa expresión que nunca he acabado de llegar a entender del todo, porque siempre que he llevado a cabo lo que yo entiendo por eso, me he visto envuelta en una película que podríamos titular "El cazador cazado", donde a la manera de Bette Davis en "Qué fue de Baby Jane" me quedo de protagonista absoluta, y claro, sin tener a una Joan Crawford al lado para que me conceda la réplica. A lo mejor es que la noche me confunde... sí, va a ser eso.













P.D. Janet Margolin




[No viene a cuento... pero no es justo para los que vivimos en provincias que un concierto sea un miércoles y en la capital]

Crónica del laberinto


[Anoche me pasé dos horas y media (por reloj) dibujando sombras en el techo desde la cama, donde me dio tiempo tiempo a repasar mi vida, obra y milagros de los últimos meses. Consecuencia, he redecorado mis ideas.

Tras la ventana, siempre abierta, no entraban las sombras; ni el rumor del viento entre las hojas del sauce; sino las voces de una radio con José Ramón de la Morena a la cabeza (si al menos hubiese sido el "Hablar por hablar", que ni siquiera sé si sigue existiendo). Consecuencia, no volví a tener sueños extraños, no me dio tiempo o en todo caso no lo recuerdo.

Cuando parecía que acababa de dormirme, sonó el despertador, lo apagué y acabé por levantarme tarde, siempre tarde. No he desayunado, me duele la cabeza (a mí que nunca me duele absolutamente nada y por tanto nunca tengo ni una mísera aspirina) y estoy en esos días en los según ciertos anuncios es maravilloso ser mujer. Consecuencia, muerdo.

Llego a la oficina, el jefe brilla por su ausencia, en el registro de salida hay atasco, como ayer me quedé hasta relativamente tarde, para mis horarios, no tengo ningún pendiente. Y hoy no quería escribir, quería darles un respiro a mis sufridos lectores (en todo caso si un día me voy me iría sin despedirme, pero este no es el caso), se me presenta una mañana absolutamente vacía (por el momento). Leo vuestros comentarios. Consecuencia...]




Es la segunda o tal vez tercera vez que digo lo mismo. No tengo ni la más mínima intención de moderar los comentarios, ni la he tenido nunca. En términos generales no me importan, ni me molestan, ni me resultan desagradables. No podría ser de otra manera, si una expone públicamente sus miserias debe entender que éstas pueden ser replicadas por otras; aunque se parta de la idea de que la buena educación deba estar siempre presente, parece que que no todos lo comparten, y que quién voluntariamente, se supone, lee esto, lo hace porque por el motivo que sea le entretiene, para lo bueno y parece ser que también para lo malo.

Será que me he levantado con el pie izquierdo del lado derecho de mi cama, y lo que normalmente no me molesta y me resulta indiferente, hoy sí me duele. No sabría explicar por qué hoy sí y otros días no, en fin, poco importa. Dudo ser tan importante como para que tú busques aquí cinco minutos de fama, no creo que ése sea tu objetivo, en el caso que tengas alguno; pero el mal humor me hace ser generosa, así que te los brindo.

No sé quién eres, y me repito, tampoco importa, tú tampoco sabes quién soy yo; aunque parezcas haberte formado una estupenda y profunda opinión sobre mí. Bien, como este mi universo paralelo, mi realidad alternativa, pongamos que te imagino mujer (puede que seas hombre o mediopensionista); que estás, digamos, en Sevilla (a lo mejor es Cuenca o Tetuán); que te dedicas a la docencia (aunque puede que seas recolectora de naranjas o conductora de autobús) y que tu profesión frustrada es la de médico psiquiatra, on line y gratuito, se presupone.

Tengo un gran defecto, tengo muy buena memoria, para lo bueno y para lo malo. Y esto es especialmente peligroso con las cosas buenas, porque las recuerdo y siempre me las creo. Suele olvidárseme que ante ellas hay que contar hasta 100 antes de tomártelas por ciertas, y no digo que mientan, los otros, los que dicen; no, seguro que son sinceros o creen serlo al menos en el preciso instante en el que pronuncian esas palabras. Pero de mi ingenuidad galopante que renace de sus cenizas cual ave fénix ante un nuevo desafío, ya hablaré en otro momento.

Porque también recuerdo las malas, aunque me las tome con mayor distancia y crea encajar bien las críticas. Pero qué quieres que te diga, chica (ya he dicho que lo seas o no, he decidido que seas mujer), no considero que como críticas u opiniones puedan considerarse tus comentarios. Unos pocos ejemplos de los últimos tiempos: estoy como una regadera, si soy más tonta no llego a nacer, estoy tarada, sufro bipolaridad y estoy maniaco-depresiva, mi mente es insana, soy una guarra, sufro de diarrea mental y por supuesto soy una ninfómana.




"la uña de mi pie dijo...
Entre las uñas de los pies, y la regadera que tienes por cabeza, tu blog queda reducido a un batiburrillo de incoherencias dirigidas al tío que te dejó(o dejaste, lo mismo da que da lo mismo)"

4 DE OCTUBRE DE 2010 21:50



¿Y soy yo la que debo hacérmelo mirar? Probablemente... pero ni te imaginas lo equivocada que estás, aunque agradezco sin duda el tiempo que dedicas a leerme, que sin duda no merezco, y tus buenos deseos agenciándome un tipo al que echar de menos. Con lo lista que debes de ser y no te hayas dado cuenta de que todo es humo...

Y no, precisamente ninfómana no soy; ni de pensamiento ni de obra; que no habré repetido por activa y por pasiva mi atrofia sexual y emocional.








P.D. Joan Crawford

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