martes, octubre 12, 2010

Pierdo la razón si hablo, pierdo los años si callo*




"There's a seat on the corner. I keep every night
wait til' the evening begins
and I feel like a stranger from another world
but at least I'm living again..."




Hoy no ha sido un buen día, tampoco malo, supongo... perezoso, sin motivos ni consecuencias. Para no perder las buenas costumbres me he comportado como una imbécil, he hablado más de la cuenta y no he sabido callar a tiempo; he tenido ganas de llorar pero finalmente me he contenido manteniéndome alejada de las no menos de cien canciones que me ponen triste, muchas de las cuales me hacen acordarme de ti. He tenido un par de conversaciones interesantes, una dudosa autoinvitación, una confesión forzada y otra inesperada que me ha subido dos enteros mi autoestima más frívola; me he enterado de que tengo un lector olvidado, carabanchelero y arrabalero para más señas (hola J.); me he puesto a escuchar a Muchachito, que no sabía que existía y al que me presentaron el sábado pasado en un garito  de la Latina bajo el nombre de Jairo, dos sonoros besos y una hermosa sonrisa; prácticamente no he comido, creo que entre la mierda ésa del hierro que me quita las ganas de comer, el eutirox y la falta de sueño he bajado dos kilos en este comienzo de semana, bien perdidos sean; me he quemado las manos con decapante, consejo gratuito, no se pongan a hacer manualidades con guantes comprados en el bazar chino más próximo a su hogar; me he enfadado, gritado y reconciliado conmigo misma; he conseguido sonreír, aunque creo que no me he reído en todo el día; tuve una llamada de teléfono que no llegó a los tres minutos, de mi madre, para preguntarme algo que ya he olvidado; me he enamorado, una vez más, de una canción; y sigo sin querer renunciar a mi sueño chiquito, y quiero que todo siga como hasta ahora, y quiero volver a perderme en tus ojos de un color que no sabría definir, y quiero volver a ver tus sonrisas y a saber de ti y a escuchar tu voz y tu ligero acento... puede que no me lo merezca, pero no quiero volver a ser una extraña para ti, no ahora que te acabo de encontrar.










P.D. Dorothy Malone






*Alejandra Pizarnik

No, tú no... yo, probablemente sí lo sea

Dressed for success




Alguien me ha dicho hace poquito que soy simpática, guapa, inteligente y atractiva... y agárrense, que vienen curvas, y no precisamente las mías, que despierto, literalmemte, una llamada sexual altamente peligrosa...

¿Me lo creo o no me lo creo?

P.D. Dorothy McGuire


[Y ésta ha sido una confesión voluntaria... ]

Tengo una pregunta para usted

Llevo media tarde tratando de importar el blog a Facebook, algo que tendría que ser absolutamente simple y no hay manera. Le he dado tantas vueltas que casi me lo cargo, lo que sinceramente no es que fuera una gran pérdida, cinco años de mi vida en todo caso. De hecho he abierto otro de prueba y ése sí lo importa. ¿Alguien puede indicarme dónde puede estar el fallo?

Y por cierto, con tanta investigación se me han anulado todos los blogs que sigo, tengo que ir recuperándolos poco a poco.


No sé tú, pero yo...



Puede que sea cierto que nos parecemos mucho. Que ambos seamos inseguros, reservados, patológicamente tristes, bipolares, narcisistas y llorones. Que busquemos de continuo refrendar nuestro ego, sentirnos queridos y admirados. Creo que me he acostumbrado tanto a ello que ya no soy consciente de ser una Popea de tres al cuarto subiendo o bajando el dedo. Hace un ratito hablaba con alguien y no cejé en mi empeño de conseguir que me dijera lo que no quería decir pero que yo quería oír aunque no hiciera falta que me dijera porque ya yo sabía perfectamente, para luego con toda la fingida candidez posible contestar que no me había dado cuenta, que me halagaba, me sorprendía. Y ni siquiera es una victoria, ni siquiera es una satisfacción, me deja absolutamente fría saber, bueno, ser consciente de eso... y es la cuarta vez y el cuarto hombre en cinco días. Esto no es ser honesta, no es ser sincera, no es ser una buena persona... es ser una... bueno, me ahorro la palabra.






P.D. Jacqueline Bisset

En ti es de noche



Es curioso, últimamente han sido varias las personas que me han hablado de ti. Mal, todo hay que decirlo, y ahora intuyo que las que lo hicieron medio bien se callaron una parte. Yo te defendí ante las primeras, ante el completo desconocido que no te conocía y ante el que te mal describían, son unos exagerados, si es un encanto, dije con convencimiento... aún sabiendo que tenían razón, probablemente, supongo. Ante las segundas me callé, será cuestión de orgullo, pensé, el rechazo, ya se sabe, es lo que tiene... aún sabiendo que probablemente, supongo, tenían razón...

Y ahora aún no he decidido qué decir sobre ti cuando sea yo la que tenga que hablar a otros de tu persona... cuestión de orgullo, el rechazo, ya se sabe, es lo que tiene... probablemente, supongo.






P.D. Clara Bow

A partir de la cuarta línea he dejado de saber de qué hablaba



Nunca he sido capaz de descolgar un teléfono y llamar a alguien simplemente para hablar, para oír la voz de alguien querido, para que me escuche y escucharle, para llorar, para quejarme, para contar todas las cosas que cuento aquí, supongo que si hiciera esto último me colgarían sin demasiados miramientos.

A lo mejor es que no tengo a nadie lo suficientemente cercano como para contarle mis tonterías o que me sentiría ridícula llorándole a alguien y hablándole de lo cansada que estoy, de esto y de lo otro. Aunque curiosamente alguna que otra persona sí lo haga conmigo, me llame o me invite a un café para sentarse frente a mí y contarme lo cansada que está y me hable de esto y de lo otro. Pero nunca siento que hay reciprocidad. No siento que a esa persona vaya a interesarle lo que yo pueda contarle. Yo creo que escucho con interés, y no juzgo y trato de no dar consejos absurdos e inútiles, sólo escucho y asiento y me posiciono si no tengo más alternativa. Pero no cuento, casi nunca, aunque me pregunten qué tal estoy, porque en realidad estoy bien, tengo dos brazos y dos piernas, y una cabeza sobre los hombros y un trabajo estable y una hipoteca a fin de mes y una familia que me quiere y mis ternuras, que van y vienen, aunque últimamente están tardando en regresar. Y en el fondo no me pasa más de lo que me pasa, que estoy sola, sí, como tantos, y que echo de menos, sí, que no he sido yo quién ha inventado la nostalgia.

Ayer por ejemplo me llamó E., cuando ya era tarde y yo luchaba con mis desvelos. Quería venirse aquí, él vive en otra ciudad y necesitaba compañía. Bien sé que yo soy siempre la primera opción en ese caso, él también la fue en el mío en su momento, pero de eso hace demasiado tiempo. Y no es que no me apeteciera verle, nada más lejos de la realidad, bienvenida sea la compañía, anoche la necesitaba, pero no la que él estaba dispuesto a ofrecerme. Nunca he acabado de entender del todo porque mis (ex)amigos llegan a la conclusión de que el hecho de estar y vivir sola, ser soltera, sin compromisos aparentes y ser una chica triste y solitaria desemboca en que mi cama esté siempre de guardia. Que lo que tú necesitas es un polvo, me dicen siempre, ellos, y especialmente ellas. No acabo de entender por qué todo se reduce al sexo, cuando a día de hoy y en este preciso instante es en lo último que pienso. Anoche decía que no quería dormir sola, y era cierto, como hoy tampoco quiero hacerlo, como tampoco quiero estar sola estos días, aunque lo vaya a estar y nadie vaya a ocupar el lado izquierdo de mi cama. Pero una cosa es querer compañía, afectos, abrazos, cariño y otra todo lo demás. Que lo segundo es fácil de encontrar, sexo salvaje en el que te sientas completamente sola, en el que no haya afecto, ni un abrazo, ni cariño, ni siquiera besos, que yo como las putas, no beso en la boca a quien no quiero y sólo deseo. Y no entiendo por qué lo segundo me resulta tan fácil y lo primero tan esquivo.

E., que siempre dice que somos iguales, almas gemelas, aunque yo no lo crea y nunca se lo discuta pese a eso, contándome ayer el capítulo XXVIII de una cualquiera de sus muchas historias, me decía que el problema que teníamos ambos es que le teníamos tanto miedo al compromiso que siempre nos fíjábamos en personas que jamás se comprometerían con nosotros y que por tanto nos hacían de forma inconsciente el trabajo sucio. Teoría alternativa a la otra, que creo que va más conmigo, que es la de colgarme de tipos inalcanzables que por tanto refuerzan mi falta de autoestima y la creencia de que no merezco ser querida. Puede que lo primero se aplique a él, pero sin duda no a mí, yo soy más de lo otro.

No sé por qué me da tanto miedo estar sola pero al mismo tiempo no caigo en el error de irme detrás del primer tipo no tan aparente que me mire a los ojos. No, no puede gustarme ese tío tan simpático que me llama cada poco para invitarme a salir, para tomar una cerveza o ir al cine; o el vecino del cuarto que me sonríe tres segundos más de lo cordial cada vez que compartimos puerta o ascensor. Que son cercanos, afables, que están ahí... no, tiene que gustarme alguien que no voy a tener nunca, alguien a quién nunca he buscado, un completo extraño que está demasiado lejos de aquí.

Voy a salir a la calle y cruzo los dedos para que el primer tipo con el que me cruce me mire a los ojos.






P.D. Virginia Mayo

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