miércoles, noviembre 24, 2010

Quién me iba a decir a mí que le iba a tener que pedir prestada la frase al insustancial de Federico Moccia...




Esta canción me tiene enamorada...

Ojalá todo fuera tan fácil como enamorarse de una canción.

Sólo es hacer clic en el botón adecuado y la puedes revolver o mezclar y beber de un trago como el tequila, apurado y sin pensarlo.



Y sentir, asentir y repetir y regresar...
Y nunca se va o siempre vuelve, que no es lo mismo, aunque con las canciones siempre sea igual.



Y de Montgomery Clift también me enamoré o sigo enamorada, que a diferencia de con las canciones,
no, ni modo, nunca es igual.



Te dije que iba a ser el mejor de los otoños, ¿verdad?




Cuando se publique esto, esta tarde, yo estaré, no sé, acabando de dar explicaciones, imagino, por enésima vez en mi vida, por cuarta o quinta vez en los últimos siete días; por novena vez en el último mes. Y me repito y me reitero y parafraseo a mí misma, citándome y rescatando frases del pasado que de tan repetidas he acabado por saberme de memoria, y convirtiendo lo que debería ser en todo caso una conversación, un quid pro quo, en un monólogo mil veces repetido, y no por eso menos cierto, o menos veraz o más impostado y fingido. Que si de algo nunca he podido o sabido o querido escaparme es de mí misma, y para lo bueno o lo malo, eso nunca me ha resultado suficiente, ni he aprendido a conformarme.

Y bueno, qué más da, que no voy a programar la edición de esto... y es que es curioso, y últimamente he repetido montones de veces esto de que es curioso (antes todo era raro, ahora todo es curioso), pero a veces tengo cierta vergüenza, siento cierto pudor sobre lo que aquí escribo, aunque las más no haya lugar ni sentido para ello, que nadie o casi nadie sabe de qué o de quién hablo, y aún así me muerdo la lengua,  for if the flies, en sentido figurado, que de lo contrario dolería mucho, más, si cabe; o pienso justo lo contrario, que de perdidos al río y por eso escribo compulsivamente y jamás releo y no contesto a los comentarios porque sería como hacer justo eso que evito. Así que escribo, y de nuevo en sentido figurado, cierro los ojos, you know, y no quiero estar presente frente en la pantalla al hacer click en publicar, como si fuera Pilatos y me lavara las manos y yo no he sido, yo no estaba presente.



Cambiando de tercio, aunque no tanto, en cierto sentido o más bien en ninguno, y aunque no venga a cuento de nada, cómo me gustan las expresiones taurinas, siempre tan acertadas, aunque no me gusten los toros porque me gustan los toros... Me ha venido bien contar, por primera vez, lo que tal vez pensé que nunca contaría, porque, quién iba a entenderme, quién iba a aceptarlo como algo normal, aunque fíjeseustedquétontería, para el valor que le doy yo a lo normal, ni modo, que presumo de ser la chica rara, y no porque yo lo crea firmemente, sino porque fueron otros los que me colgaron la etiqueta y yo, con la pereza que me da eso del envasado y clasificación, decidí aceptarla sin rechistar, sin molestarme a cambiarla, para qué, que al final ser la chica rara viene a ser tan bueno como ser la triste y solitaria o la amarga victimista, o todo junto a la vez o nada de ello a un tiempo, ¿verdad?










Que sí, lo sé, sin que tú, ni Aute, ni nadie, tenga que recordármelo... que de alguna manera tendré que olvidarte, pero no es fácil, you know...



El concurso de traslados se ha ido a la mierda... debería ser educada y políticamente correcta y decir algo así como que se ha ido al garete, que se ha anulado, pero no me apetece, hoy no, hoy no me importa ser malhablada. Hoy queda inaugurado el día de lo políticamente incorrecto. Y no estoy de mal humor, o no especialmente, o no más que otros días. Lo he aceptado, qué remedio, no me queda otra, con resignación. ¿Cuánto tiempo me queda entonces aquí, en esta gris oficina, en este super ordenador al lado de esta ventana con vistas a la calle, todo un privilegio ambas últimas cosas? ¿Un año, dos? No sé, me da igual, ha llegado un momento en que todo me da igual. Tener que seguir aquí, no cobrar la carrera profesional hasta el 2015 como muy pronto (no hay dinero ni para cambiar el tóner, y juro que aunque no real la amenaza ha sido cierta, lo de las impresoras, digo). Pero bien, todo bien, ¿no?

Derecho al pataleo, ¿qué es eso? Lo he olvidado. ¿Qué he pasado a responder cuando me dicen que dónde voy a estar mejor que aquí mirando la vida pasar por la calle Coronel Aranda, nº 2? Pues eso, en ningún otro lado. ¿En qué otro lugar si fuera capaz de emular a Kafka ya habría escrito en estos casi dos años 'La metamorfosis', 'El castillo', y tres cuartas partes de 'El proceso'? Aunque al final esto se haya quedado en una suerte de 'Cartas a Milena', sin el talento de Kafka y cambiándole el género y la inicial a M. 

Pero bien, sí, leo cuatro periódicos al día. Hago cursos, estudio a ratos. Converso, hojeo el Trola vía Youkisoke, 'foreo', me apunto a cenas y comidas de trabajo donde no voy a tener nada de lo que hablar, contesto los escasos emails que me escriben, qué cosas, que siempre se me dibuja una sonrisa cuando veo eso de correo (1) en negrita, y detrás hay alguien real y tangible, que me cuenta algo las menos de las veces, las más, spam (3) en negrita. Y recuerdo canciones que aquí no puedo escuchar, así que busco sus letras y tarareo mentalmente y me acuerdo que sí, que de alguna manera tendré que olvidarte, y del barbas de Aute, que siempre me gustó por esa forma suya de contar lo que otros no cuentan, como me gustaba como contabas tú las cosas que no contabas.

Y para todo lo demás... keep on dreamin', ¿no?






P.D. Katherine Herpburn

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