Crónica de una (no) noche de viernes
Hoy, ahora, esta noche de viernes, debería estar en Gijón. Bueno, debería tal vez no, verbo demasiado impositivo, iba a estar en Gijón. Había quedado con D. en visitar la Semana Negra, hoy se inaugura. Para los profanos, la Semana Negra no es semana, dura unos diez días, y lo de Negra tan sólo es una excusa para montarse una feria con aires e ínfulas pseudointelectuales invitando a los de siempre a beberse el güisqui de Paco Ignacio Taibo II. Se echará por cierto en falta este año a Ángel González, siempre fiel a la cita a altas fiebres de la madrugada y al que supongo homenajearán de algún modo. Pese a todo y para evitar falsas impresiones me declaro fan absoluta de este evento (y de sus bocatas de calamares).
Iba a ir hoy, decía, pero aquí estoy, con Anette* de única compañía y la televisión de fondo. A un lado los restos de mi cena, helado de dulce de leche de esa marca de difícil pronunciación:
Aunque hoy me haya guardado la melancolía en los bolsillos y no sea uno de esos días de no hablar con nadie me siento terriblemente cansada y sólo deseo dormir (sola).
P.D. 1 La foto... como esta semana no me han mandado flores me tengo que consolar con las anteriores... que no las últimas.
P.D. 2 Maravillosa la canción de Russian red.
*Léase "mi portátil".