martes, enero 20, 2009

La distancia adecuada


Iba a ir a Madrid este fin de semana. Nada me gusta más que un fin de semana madrileño empapándome de asfalto y con alojamiento gratis. Exposición, teatro, calle Serrano arriba y abajo, parada obligatoria en Loewe, algún concierto, muchas cervezas y la noche que allí tiene caras distintas. Con mi plan anticrisis orientado a convertirme en futura hipotecada me saqué el billete en el Alsa, y ahora acabo de anularlo, se quedan con un 10%. Soy redomadamente imbécil, además pierdo dinero... pero no sería buena compañía, ni siquiera para mí misma. También he dado por perdido el plan de febrero, he sido nominada como madrina, pero lo seré en la distancia, a 2.000 km. Ahora sólo quiero meterme en la cama, dormir, que no suceda lo de ayer y que mañana suene el teléfono y al otro lado esté el anuncio de que si bien no todo, algo si va a cambiar.

Y la distancia adecuada, como canta la Rosenvinge, es en este caso la que me separa de ti. Ahora sólo me queda ser capaz de recorrerla una vez he conseguido interponerla, aunque para ello mi presente se reduzca a la renuncia, el precio, supongo, que siempre toca pagar.


Claudicando



Presumo de tener la conciencia (muy) tranquila y consecuencia de ello son mis irrenunciables nueve horas diarias de sueño pese a escasas (y muy buenas) motivaciones que de cuando en cuando me lo impiden. No fue el caso de la noche pasada.


Esta mañana las ojeras me llegaban a los talones. Anoche perdí la cuenta de las vueltas que di en la cama, de las veces que me levanté, encendí la tele, apagué la radio, apilé los libros pendientes en la mesilla de noche, saqué lustre a los zapatos... no soy experta en insomnios y ni siquiera comenzar a releer a Proust por enésima vez sirvió de antídoto. Pese a todo llegué tarde al trabajo, sin desayunar, sin maquillar, con tacones.


Tras los buenos días, las inevitables alusiones al frío y a la previsible nieve viene el tópico: "Tienes mala cara, ¿te encuentras bien?". Y sí, sé que ni siquiera es educación o cortesía, sino pura inercia, que ni le interesa ni va a escuchar mi respuesta y que lo aceptable es contestar con evasivas y un he dormido mal, pero todo bien. Pero no puedo evitarlo y contesto que no, que no me encuentro bien, y no, no tengo gripe ni me duele la cabeza, ni siquiera tengo la regla, simplemente no estoy bien.


Vamos a tomar un café, y sí, ya sé que no te gusta el café... pero eso es lo de menos... Hay días en los que pese a todo la vida te sorprende.


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