Hay noches de lluvia y de ceniza envenenándose de azules, y en esas noches los recuerdos no son nunca suficientes
A veces hago cosas raras... que una tiene que mantener su imagen. Aunque parta de la idea de que la frontera entre normalidad y excentricidad es muy difusa, por no decir inexistente, que al fin y al cabo todos la establecemos en función de nuestra propia realidad. Pero supongo que sí, que a veces lo hago, y digo cosas que otros callarían por considerar impropias. O siento y vivo y percibo; y a lo mejor los demás también lo hacen, pero no lo dicen, no sé. Tampoco tiene importancia, supongo.
Así que el sábado pasado cuando subía los cinco pisos a pie obviando el ascensor, tatareaba eso que canta Coque Malla. No sé, tal vez porque era sábado y hacía frío y creo recordar que llovía y era ya de madrugada. Sí, eso de recorrer la ciudad hasta llegar al mar, porque el mar cura las heridas, y saltar y nadar hasta otro lugar, tal vez hasta Berlín, quizás para toda la vida. Y cuando me quito los zapatos y me recojo el pelo y apago todas las luces y subo la persiana para que la única luz que me ilumine sea la de las farolas más allá de mi ventana y veo mis ojeras reflejadas en el cristal, siento que el frío y los recuerdos me envuelven de nuevo. Y recuerdo su voz, que me susurraba al oído que nunca sería tarde, aunque nos traicionara la noche, que ya lo decía Battiato, sai che d'Inverno si vive bene come di Primavera.
Y suena Gastelo diciendo que nadie se queda, que probablemente tenga tanto miedo a perder que por eso siempre pierda... Y alguien me recuerda a Juan Pardo, y de nuevo pienso que es curioso, casualidades, que hace tan sólo una semana me encontré de nuevo, tras bastante tiempo sin verlo, con ese tipo que tanto se le parece. Ése que no sabe que existo y con el que me he cruzado en ¿cuántos?, ¿dos años?, tan sólo un escaso puñado de veces en interminables reuniones en las que yo nunca tengo nada que decir. Sí, estábamos allí sentadas Mony Penny, esa señora del Jurídico tan divertida y yo. Y la del Jurídico en cuanto lo ve entrar y sentarse y tomar la palabra me da un codazo y entre susurros me pregunta quién es ese tipo tan aparente. Y yo entre susurros le cuento, y le explico y hasta sobre el papel le dibujo un organigrama jerárquico, mientras ella asiente embobada sin quitarle la vista de encima, hasta que cuando por fin se termina y salimos y nos tomamos un café, bueno, en realidad ellas se lo toman, de pie ante la máquina, ella vuelve a preguntar por el tipo aparente con un aire a lo Juan Pardo. Y dice exactamente eso, que se parece a Juan Pardo, pero que claro, cómo voy a saber yo quién es Juan Pardo, que soy demasiado joven.
Sí, claro, el de Juan y Junior... contesto. El Junior de Rocío Dúrcal. Ése que nació en Filipinas, como Aute, ¿o era Miguel Bosé?. No, era Aute, creo que Miguel Bosé donde nació fue en Panamá. El que está enfrentado a los hijos por temas de la herencia desde que se murió la Dúrcal, la del "me gustas mucho" y eso de "así son los hombres, todos son iguales". Sí, los mismos hijos que rivalizaban con los Parchís compartiendo una sopa de ¿amor? para dos... Y ella me mira un poco entre el asombro y la diversión y nos olvidamos por momentos de nuestro doble particular de Juan Pardo, que pasa a nuestro lado dejando atrás nuestras risas, sin amago de saludo alguno, y hablamos de la boda de Shaila, que fue portada del Trola y se casó con un tipo cuyo nombre no recuerdo pero que a mí me recuerda a Juan Gabriel cuando era joven, suponiendo, que es mucho suponer, que Juan Gabriel alguna vez haya sido joven.
Y como no hay una sin dos... sí, lo sé, en realidad no hay dos sin tres, y puede que hasta sea cierto, pero como soy rara y oportunista, yo digo que no hay una sin dos... ayer me vuelvo a cruzar con mi doble preferido de cantante venido a menos. Yo bajo y él sube por Pérez de la Sala y ambos nos miramos, él con esa mirada que dibuja la insistencia de una parte del cerebro puesta en funcionamiento, ésa que te dice de qué conozco yo a esta chica; y yo, bueno, porque está arrebatadoramente guapo, cómo no podía ser de otra manera. Porque una tiene sus contradicciones, que aunque a mí mayoritariamente me gusten las chaquetas de cuero y las barbas cuidadosamente descuidadas y las camisas de cuadros (nota mental, tengo una foto de mi Bruce con camisa de cuadros que quita el sentío y debería colgar aquí para compartir mis alegrías con quién quiera, sepa o pueda apreciarla), también me gustan eso que algunas llamamos maduros interesantes, y esos ojos verdes enmarcados en una barba canosa, y ese jersey negro de cuello vuelto al más puro existencialismo francés. Y de nuevo una nota mental y estética, que Bernard-Henry "no sin mi camisa blanca abierta hasta los límites de la decencia" Lévy debería tener en cuenta. Y una parte de mí que no controlo hace un vago saludo, un gesto con la cabeza a modo de reconocimiento que se ve recompensado por una luminosa sonrisa y un 'hasta luego' entre dientes.
Y cuando mucho rato después soy yo la que subo por Pérez de la Sala, y tras subir los cinco pisos a pie pese a los dos ascensores, y tras quitarme los zapatos y recogerme el pelo y encender las luces y bajar las persianas, no queda otra, comienza a sonar Juan Pardo y no, no es que me moleste que me sigan, porque a fín de cuentas ¿quién soy yo?
Pero y tú... ¿quién eres tú?
Y cuando mucho rato después soy yo la que subo por Pérez de la Sala, y tras subir los cinco pisos a pie pese a los dos ascensores, y tras quitarme los zapatos y recogerme el pelo y encender las luces y bajar las persianas, no queda otra, comienza a sonar Juan Pardo y no, no es que me moleste que me sigan, porque a fín de cuentas ¿quién soy yo?
Pero y tú... ¿quién eres tú?
P.D. Charles Boyer