Al hilo de lo anterior... el tercer suceso no tan horrible.
Dispuesta a romper las normas, a hacerlo por completo. Nada de fichar y 20 minutos escasos acodada en la barra del bar deseando estar en otra barra y en otra compañía. No, mejor irse de compras. Pero no, nada de rebajas. A esa pequeña tienda donde de pasada vi ese brazalete de plata que decía "cómprame, cómprame". Resistí la tentación... entonces. Siempre me queda a desmano. Pero dando un rodeo... No tengo hambre. Nada mejor que hacer. El chico de la esquina está de vacaciones y hoy toca pollo, y con todos los respetos, estoy hasta las narices de comer pollo... No tardé mucho en autoconvencerme. Como habrán comprobado, mis argumentos eran más que convincentes.
Dispuesta a romper las normas, a hacerlo por completo. Nada de fichar y 20 minutos escasos acodada en la barra del bar deseando estar en otra barra y en otra compañía. No, mejor irse de compras. Pero no, nada de rebajas. A esa pequeña tienda donde de pasada vi ese brazalete de plata que decía "cómprame, cómprame". Resistí la tentación... entonces. Siempre me queda a desmano. Pero dando un rodeo... No tengo hambre. Nada mejor que hacer. El chico de la esquina está de vacaciones y hoy toca pollo, y con todos los respetos, estoy hasta las narices de comer pollo... No tardé mucho en autoconvencerme. Como habrán comprobado, mis argumentos eran más que convincentes.
Salir no supone ningún problema. Cuando las transgresiones se hacen en grupo son menos transgresoras, valga la redundancia. Pero entrar, a la vuelta, ésa es otra historia. Ahí está el guardia de seguridad... Saludo, por supuesto. Buenas tardes. Soy correspondida. Pero dice algo más que no entiendo ni comprendo... Sí, efectivamente me está dando el alto y me pregunta algo que sigo sin comprender. Tenía que pasarme a mí, solamente a mí.
-¿Funcionaria o colaboradora?- pregunta insistente aunque amablemente, y yo por los nervios, ni le entiendo.
-Funcionaria, funcionaria...
-Pasa, pasa- ya con una sonrisa que se debate entre el triunfo y el cachondeo (juraría yo. Y también juro que me paso el día viendo entrar y salir gente sin fichar y que nadie, nunca, les pregunta nada).
Justamente esta mañana se coló un hombre, ligeramente alcoholizado no siendo generosa, porque si lo fuera diría que estaba como una cuba. Si a esto le unimos a que el tipo de usuario o ciudadano con el que yo "trabajo" pertenece a un sector digamos peculiar, sale un cocktail, cuando menos, explosivo.
¿Y a este tipo por qué no lo paró nadie? No, se presenta bamboleante frente a mi mesa, y les describo la situación, que probablemente bien podría considerarse la cuarta cosa horrible del día (sólo espero que la quinta no sea el descarrilamiento del tren en el que me montaré en 20 minutos, los que me quedan para terminar de una vez con esta maratoniana jornada laboral). En torno a las diez de la mañana, un calor más propio de la Manga del Mar Menor (es un suponer) que de la vetustiana Oviedo, la oficina atestada de compañeros (también es un suponer) poseídos por un trabajo febril (seguimos suponiendo). Daeddalus sudando lo que no está en los escritos, abanicándose y mirando la vida pasar por la calle Coronel Aranda, privilegio de sentarse al lado de la cristalera, mientras mi ilustre compañero me habla de su última lectura, algo que tiene que ver con el Mago de Oz. Es fan de el Mago de Oz. Con eso se lo digo todo y si además agrego que la imagen de su escritorio es de no se qué del Mago de Oz ya se podrán imaginar. Si al menos fuera fan de Judy Garland, no sé, yo por ejemplo soy fan de Raffaela "hooola" Carrá y de Jane Mansfield.
No olviden el detalle de la carpeta a modo de abanico y del sudor corriendo por mi cuerpo, son importantes, así como la expresión de ausencia total provocada por una conversación tan amena. Por un lado el descuido y por otro el calor; consecuencia, más botones desabrochados de los debidos en mi blusa. Mi lugar de trabajo es territorio hostil para los escotes, demasiada vaca (o toro) sin cencerro, que diría la sin par Chus Lampreave, pero un despiste lo tiene cualquiera. Y justo lo que necesitaba el tipo ebrio y vacilante era un despiste de ese calibre. El resto, se lo pueden imaginar; creo que no recibí tantos piropos, por llamarlos de alguna manera, en mi vida. Ni yo ni ninguna de las partes de mi real anatomía, enumeradas una a una y reiteradas en una histeria sin fin, ante el regocijo del respetable. Si hubo una vez en la que deseé con todas mis fuerzas que la expresión "trágame, madre tierra" se hiciera realidad, fue ésta; a Dios pongo por testigo (es que también soy (muy) fan de Scarlett O'Hara).