martes, octubre 19, 2010

Aunque he caminado entre las sombras sigo buscando la luz






Tendría que haberme quedado hasta las cinco, pero a las tres me puse la gabardina y me fui. Mañana, tal vez pasado, tocará recuperar el tiempo perdido. Es impresionante lo poco que importa, todo o nada...

Tendría que haber pasado por casa, cambiarme de zapatos y dejar mi maxi-bolso cargado de cachivaches inservibles, un libro y dos carpetas de apuntes. Pero también llevo el Ipod y ha salido el sol y no tengo hambre, así que paso de largo por delante del portal de mi casa y me encamino hacia el Parque de Invierno. Suena Silvio, aunque no acabe de entender por qué tengo a Silvio en mi Ipod, o tal vez se me ha olvidado, que yo no soy nada, o muy poco, de Silvio. Pero suena "La gota de rocío" y se queda y yo tarareo y recuerdo cuando la cantábamos al filo de la madrugada en Nordfriedhof. Y sonrío, aunque no tenga motivos para hacerlo, pero es lo que tienen los buenos recuerdos, y supongo que yo últimamente me alimento de ellos, de los buenos, de los no tan lejanos; de las sonrisas y las palabras ajenas que llegaron porque sí, sin buscarlas, sin premeditación o alevosía.

Y pienso que el hombre que más me quiso y al que yo nunca supe querer, me ha borrado de su vida; y el que fuera mi mejor amigo me ha borrado de su Facebook. Que el único hombre en muchos meses dispuesto a ocupar el lado izquierdo de mi cama aunque yo nunca le invitara apareció en tan mal momento de su vida que ha decidido borrar mi número de móvil para no sentirse tentado a llamarme a deshoras. Que mi mejor amiga me dice que ese tipo que conocimos el fin de semana pasado y que desde entonces no ha dejado de llamarme sería el perfecto padre de mis hijos; y aunque no dude de su bondad, honestidad, sinceridad y otro buen montón de palabras que acaban en -ad, ya he dejado de cogerle el teléfono; sería fácil, y perfecto, y hermoso, saber corresponder al que sin duda sería el tipo adecuado. Que puede que no pueda ascender hasta dentro de dos o tres años y que los traslados vuelven a retrasarse por enésima vez y por tanto sigo condenada siete horas al día y una tarde a la semana, al vacío más absoluto. Que ayer fue el cumpleaños de alguien, al que llamé no menos de cinco veces sin dejar mensaje en el contestador que siempre saltaba, quería felicitar en persona y no lo conseguí; no menos de cinco hermosas llamadas internacionales con su correspondiente coste para mi maltrecha cuenta telefónica. Que hoy tres personas distintas me dijeron que estaba muy guapa, como si eso fuese un mérito y no se debiese a que trataban de ser amables y yo me hubiese peinado y abusado del iluminador. Que en lo que va de semana otras tantas me han dicho que parezco muchísimo más joven de lo que realmente soy, y no, no se referían a mi ingenuidad galopante y a mi inmadurez siempre en tránsito. Que hoy al hijo de una compañera de trabajo de cuatro años, le han diagnosticado determinada patología y que a ella lo que más le preocupa es que vaya a carecer de habilidades sociales y empatía. Y la entiendo y lo comparto, porque a mí todo lo anterior me importa menos que nada, no me preocupa, no le dedico ni una décima de segundo. Hace tiempo que dejé de sentir, que dejé de tener la capacidad ni tan siquiera de ponerme triste... hace tiempo que miro hacia otro lado y ni tan siquiera encuentro el vacío.







[Suena Tracy Chapman]

Hoguera de vanidades




Hasta que yo cumplí los 12 años, más o menos, no llegaron los restaurantes chinos a las Asturias de Oviedo. Así que eso de comer con palillos sólo se veía en las películas americanas o cuando ibas a la capital o cruzabas fronteras. Recuerdo que mi hermana, una de ellas, que tengo varias, que debía de andar por los 15 o 16, se pasó dos días enteros practicando en todas y cada una de las comidas, incluyendo merienda, cena y desayuno, con unos palillos improvisados y ante la complacencia de mi madre. Su único objetivo, parece ser, era impresionar al ligue de turno.

Ya ven, cosas más absurdas se han hecho con tal de deslumbrar a un tipo. Yo por ejemplo me leí enterita la bibliografía de Erich Fromm. Claro que fue unos cuantos años más tarde y el tío en cuestión era una mezcla entre Carlos Tarque y Calamaro; por si alguien dudaba de la oportunidad de tamaño esfuerzo. También es cierto que a día de hoy dudo seriamente que lo hubiera hecho, no ya por él, sino por cualquiera. Y no sólo leer a Erich Fromm, o a quién fuese; sino hacer algo a lo mejor no tan absurdo tan sólo por afán de impresionar. O tal vez sí, quién sabe que podría llegar a hacer con tal de impresionarte a ti. Aunque suponer que pudiera impresionarte de forma alguna, me temo, es suponer en demasía.

A raíz de aquel episodio, mi hermana, una de ellas, y parte de mi familia, aprendieron a comer con palillos. Yo juro que lo intenté, pero mi torpeza no tiene límites, y mi constancia en cambio sí. Así que abandoné bien pronto pensando que si se habían inventado el cuchillo y el tenedor, y hasta la cuchara, aunque yo sólo la use para la sopa, por qué iba a empeñarme en un absurdo, que además tanto me costaba. Y para ser sincera, tampoco tenía a nadie a quien impresionar; y cuando lo tuve, me resultó más fácil leer "El arte de amar" y evitar los restaurantes chinos.

Muchos años después, en un restaurante chino de ésos con los patos colgados secando ante la cristalera, en un Chinatown cualquiera de una ciudad cualquiera de los States, recibí una clase magistral del dueño del restaurante. Obsesionado con que su pato lacado a la pekinesa no podía ni debía ser comido a la manera occidental. Pero como yo estaba más preocupada en explicarle que without the skin, que en atender sus explicaciones, no aprendí nada que no supiera. Que es lo que tiene evitar los restaurantes chinos, que una desconocía que precisamente era eso lo que se comía.

Y de este modo, aunque me encanta la comida oriental, aún me queda por descubrir en Oviedo un buen restaurante chino con servicio a domicilio, y me apasiona el sushi, no me verán nunca en un restaurante del ramo. Y las veces que por inciertos motivos he caído, he acabado, en el segundo caso, comiendo con las manos los mokis; que será poco ortodoxo, pero siempre queda como una extravagancia frente al uso convencional del cuchillo y tenedor.






P.D. Ni siquiera contigo, o tal vez sí, que al fin y al cabo, no podría, ni aunque me lo propusiera, hacer más el ridículo. Que al fin y al cabo me "debes" una comida. Aunque en todo caso, por favor, si en algún momento decidieras saldar tu "deuda", que no sea comiendo sushi.

Lealtades





"Well darling
Won't you come a little closer
I promise pretty darling
I didn't know what I was saying

And now I pray
That you won't say it's over
Come here pretty baby
And rest your head on my shoulder

With Just one kiss
And we started
And would lead me to the brokenhearted
The brokenhearted
The brokenhearted

And tell me that you need me
Well now baby
The lonely nights keep growing lonelier
And my love for you
Just keeps growing stronger

Like a wheel of chance
So endlessly turning
My fate lay in your hands
My heart's already burning
And a sweet fire your kiss started

And would lead me to the brokenhearted
The brokenhearted
The brokenhearted

And tell me that you love me
Tell me that you want me girl

The cruel mistakes I've made
The hard turns that I paved
For the good times and the laughter
Girl I should've known
The indifference that I've shown
I'd pay forever after
And darling
Now all I'm trying to say is passion
And Love they have a way
Slipping into blackness
And care for a certain way
The deck is cut the car is turning
The hand is playing
And all we ever hoped for
Turns to ashes and drifts away

Now all that I love
Slip into this darkness
Don't leave to the brokenhearted
The brokenhearted
The brokenhearted
And tell me that you love me
Tell me that you need me
Tell me that you love me
Tell me that you want me
Tell me that you need me
Tell me that you want me
Tell me that you love me
Tell me that you love me
Tell me that you love me
Tell me that you want me
And come on pretty darling".





[No dejo de escucharla y cada vez me gusta más... aunque no sea objetiva, nunca lo he sido.
Me preguntaba alguien a qué se parecía esta espera.
Con qué se podía comparar esta emoción...
No supe contestarle.
¿Acaso lo sabes tú?]

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