viernes, diciembre 03, 2010

En realidad esto no es más que una excusa para recordarme que tengo que leer algo más de Sebald y escuchar esta canción. Porque para lo demás...




"Si alguien hubiera venido para llevarme al patíbulo, hubiera permitido tranquilamente que me ocurriera lo que fuera sin decir palabra, sin abrir los ojos, lo mismo que las personas sumamente mareadas, cuando, por ejemplo, van en vapor por el Mar Caspio, tampoco oponen la menor resistencia si alguien les comunica que las van a tirar por la borda".

Dice W.G. Sebald en 'Austerlitz'



"I want to disappear

Far from the folks I know
I want to get an answer
To why I was even born
No one here can tell me
What's been haunting me all my life
Well this rat race has left me limping
Cause I balanced on the edge of the edge of the knife

Why am I here?
Oh what should I do?
Well is this the point I'm trying to prove?

If there's a god in my head
Then there's a devil too
How can I tell the difference
When they both claim to be true
Maybe God is God
Maybe the Devil is me
Well I just throw my chains on
And tell myself that I'm free

Chains - are they really there?
Is this just in my head?
Well I'll just stay in bed

Life sure has its meaning
Over years I have postured the sun
Thieves and preachers robbed me
For many hat that I've hung
Now with my heart wide open
I listen to the wind just for a word
Sure, I know it's futile
But that's all I have in this world

To look down from the hill
And howl at the moon
All the tears I cried never salted any wounds
Well the earth is so tender and cruel
Well if you're not there it's still so beautiful ".







P.D. Virginia Huston y Robert Mitchum en "Out of the past"

Sé que nunca enloqueció, jamás perdió el control...



No sé si sonará esta noche... me daría un alegrón, que tengo una deuda pendiente con esta canción. Por lo demás keep on rockin', que esta noche me espera el Loco, por no olvidar a los Burning... qué ganas, pero qué ganas.

Si el que no se consuela es porque no quiere... creo que voy a teñirme el pelo.

A veces creo que me lo merezco. Otras en cambio creo que son los demás los que no se lo merecen...




Ya sabemos que diciembre es el mes de los reencuentros, de las vueltas a casa y las celebraciones varias con gente que ves un par de veces al año como mucho. En agosto, si este mes te pilla en la ciudad, y ahora, siempre en torno a una mesa de celebración anual. Y yo, como buena asocial, tiendo a huir en dirección contraria, pese a que no siempre lo consiga, y pese a que las Navidades me gusten o me sigan gustando. Más por el rollo retiro espiritual y familiar que para mí siempre conllevan, que por la celebración en sí. De hecho ya tengo, aunque con un poco de retraso, mi corona de adviento casi lista.

Pero ahora lo que toca es ver a gente de la que has olvidado los motivos por los que dejaste de verla, y cuadrar agendas, y planchar el vestido y la mejor de tus sonrisas para aguantar estoicamente la batería de preguntas que se te vendrán encima.

De este modo, hace un par de días, en la media hora del café, que se convirtió en una hora, el reencuentro bien lo merecía y ante un chocolate bien caliente (el mío) y cinco tazas de café, hablamos de niños (los suyos), de oposiciones, del auto del juez Chaves, de traslados, de mi compañero A. que cada día que pasa se esfuerza más por resultar simpático consiguiendo justo el efecto contrario, de elecciones, celebraciones de Nochevieja y Reyes Magos que vienen del lejano Oriente.

Y cuando ya nos levantamos y nos dirigimos a la puerta, en un aparte, mientras el resto camina ya en dirección a la calle, me pregunta qué tal estoy. Y evidentemente yo estoy bien, siempre estoy bien. Pero esa respuesta no la da por válida, que eso se sobreentiende, que ya se ve, pero que ella se refiere a qué tal estoy de amores, que lo demás no cuenta, ni importa, que carece de importancia. Y no sé qué contestar, porque no puedo decir que esté bien, no tengo amor en mi vida, no al menos en el sentido en el que ella lo pregunta. Pero tampoco estoy mal, supongo, que la ausencia de éste tampoco supone el abismo, aunque se echen de menos muchas cosas e incluso a algunas personas. Así que me encojo de hombros, ni bien ni mal, ya tú sabes, a verlas venir. Y ella asiente y poniéndose seria me dice que tal vez ha llegado el momento de que deje de correr, de huir siempre hacia delante... Y yo la corto antes de que siga, que conozco el discurso, que lo he repetido cientos de veces, que nunca aprendí a conjugar el verbo "conformar".

Más tarde, mucho más tarde, y ya en casa, suena el teléfono. Es Blancanieves con dos noticias. La primera un cambio en la fecha de la cena prevista de reencuentro trianual, la segunda el motivo del cambio. Una de esas noticias que te dejan muda y que una vez más te dan la medida de la realidad. Y hablamos de todo un poco y de nuevo tras preguntarme qué tal estoy y como tampoco le satisface mi respuesta, incide en lo de siempre, qué fue de aquél, y de ese otro, y del anterior y del penúltimo... para acabar una vez más diciendo que al fin y al cabo siempre le tendré a él esperándome. Pero la corrijo, no, hace mucho que dejó de esperarme, y aunque lo estuviese o siguiese haciéndolo, estaría perdiendo el tiempo. Nadie espera a nadie más de dos años... O no, porque ahora que lo pienso, puede que yo lleve diecisiete años esperando a alguien y me he acostumbrado tanto, que cuando me lo cruzo, cambio de acera, para poder seguir esperando.







P.D. Vittorio Gassman

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