lunes, junio 15, 2009

Esperándome (a tiempo)



34... me siento frente al espejo y me repito, cual mantra, esa cifra una y otra vez. Mi recién estrenada edad. Qué le voy a hacer si nací un 13 de junio del año 1975, aunque yo no eligiera ni ese viernes, ni esa madrugada y ni tan siquiera la vida.

Probablemente si en este mismo instante alguien me preguntara mi edad, mentiría. Inconscientemente retrocedería en el tiempo, nunca me acostumbré a los 33, dudo que lo hago con los 34. Bien sé que no son ellos los que pesan y que en todo caso no hay que quitarle años a la vida, sino ponerle vida a los años; pero una se hace irremediablemente vieja para algunas cosas y mucho más se siente cuando se coloca frente a ti una veinteañera.

Si de mí dependiera me hubiese quedado eternamente en los 28, sin cruzar la frontera del 3, instalada en un número par de eterna juventud teñida de una incipiente madurez pese a que trate de recordar ahora quién y cómo era, dónde estaba o qué hacía yo a esa edad y vagamente lo recuerde.

Mi compañera de piso, rival pese a todo en tantas cosas y de la que me despedí sin despedirme. Dejamos de hablarnos, de vernos, de tratarnos... hasta que carambolas del destino, una noche de un 23 de junio años después y tras arder la hoguera, cruzamos nuestros caminos en calidad de acompañante y ex-acompañante del Holandés errante. Evidentemente fingimos no reconocernos.

Aquel trabajo de secretaria-intérprete con el inefable Herr Janeck siempre al otro lado de la línea. El Jefe que no quería ejercer de jefe, y el colega que en cambio si lo pretendía. Logroño y la peor borrachera de mi vida en sus brazos. Cruising Carrefour.

Sin olvidar por supuesto al menos a un par de impenitentes hombres que me acostaron en su regazo, testigo de mis insomnios.

No me imagino lugar mejor para vivir que hacerlo entre unos aturdidos 28 y una canción de Bruce.

Si yo sólo...



"Toi bien agora,
mientres la muga
ruxe y faluca escontra'l suelu
y nos cristales,
y el cuerpu
entovía húmedu d'amor
envueltu nuna bata.

Dixístime hasta llueu
y soplásteme pol aire
un besu.

Quiciabis ye la tardi
que ta rara,
o esti quietu silenciu
danzando na mio casa,
que camiento
que si un día nun volvieres
saborgaría un tastu más amargu
qu'esti café
qu'afuma nesta taza."

María Teresa González

...pero ese día hace mucho que se instaló para no irse y a mí ni siquiera me gusta el café.


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