I'm not tougher than the rest (pero eso hace mucho que no importa)
En realidad pensaba regresar mañana. Madrugar mucho, mucho y llegar directamente al trabajo; apurar al máximo este largo fin de semana (aquí hoy es festivo). Pero recibo una llamada de petición de auxilio. Por favor, por favor, por favor; Dae, te necesito. Empaco mis pertenencias escasas de fin de semana y abandono el ranchito entre besos y abrazos. Recojo a Sal por el camino, no todos los días alguien me pide ayuda, y menos ella.
No llego a entender del todo que es lo que le ha pasado, lo que le pasa; que no es lo de siempre. Aunque sea lo mismo y luzca un sol tan esplendoroso como insoportable que hace que nos decidamos a meternos en un cine. La oscuridad de la sala hace juego con sus lágrimas. Pero antes, pido permiso, nos pasamos por mi casa, dejo mis cosas, el coche en el garaje y saco el paquete de cigarrillos para las emergencias de debajo del colchón.
Todo está en orden. Han sido sólo tres días pero siento que ha pasado un mundo entre el viernes a las dos de la tarde y yo. Entro en el dormitorio y me encuentro una cama revuelta (olvidaba que el viernes muy de mañana con las prisas la dejé a medio hacer). Sal sonríe por vez primera en lo que llevamos de tarde con una de sus clásicas bromas que tras casi veinte años sigo sin comprender.
"¿No te importa, verdad? Cinco minutos, hago la cama y nos vamos ", no soporto las camas a medio hacer. Pero sí, le importa, y me mira con cara de: "estás peor de lo que imaginaba, ¿no te vas a poner a hacer la cama ahora? " Ciertamente sí, eso era exactamente lo que pensaba hacer; pero no me da tiempo a responderle porque en ese preciso instante suena su teléfono, abre un mensaje y se le cambia la cara mientras murmura un "tengo que dejarte, ya hablamos". Abre la puerta y se va... Yo me quedo, y hago la cama.
Hace no tanto yo abrí el correo... y sonreí.
No llego a entender del todo que es lo que le ha pasado, lo que le pasa; que no es lo de siempre. Aunque sea lo mismo y luzca un sol tan esplendoroso como insoportable que hace que nos decidamos a meternos en un cine. La oscuridad de la sala hace juego con sus lágrimas. Pero antes, pido permiso, nos pasamos por mi casa, dejo mis cosas, el coche en el garaje y saco el paquete de cigarrillos para las emergencias de debajo del colchón.
Todo está en orden. Han sido sólo tres días pero siento que ha pasado un mundo entre el viernes a las dos de la tarde y yo. Entro en el dormitorio y me encuentro una cama revuelta (olvidaba que el viernes muy de mañana con las prisas la dejé a medio hacer). Sal sonríe por vez primera en lo que llevamos de tarde con una de sus clásicas bromas que tras casi veinte años sigo sin comprender.
"¿No te importa, verdad? Cinco minutos, hago la cama y nos vamos ", no soporto las camas a medio hacer. Pero sí, le importa, y me mira con cara de: "estás peor de lo que imaginaba, ¿no te vas a poner a hacer la cama ahora? " Ciertamente sí, eso era exactamente lo que pensaba hacer; pero no me da tiempo a responderle porque en ese preciso instante suena su teléfono, abre un mensaje y se le cambia la cara mientras murmura un "tengo que dejarte, ya hablamos". Abre la puerta y se va... Yo me quedo, y hago la cama.
Hace no tanto yo abrí el correo... y sonreí.