Nunca he sido de tener un número favorito. No creo en la suerte, ni en supersticiones varias. En realidad no tengo nada favorito, ni un color, ni un lugar, ni siquiera una bebida aunque yo sólo le de al gin-tonic, y aunque sí tenga una tónica favorita, no una ginebra. No tengo una comida favorita, aunque me gusten el arroz y los tacos cochinita por encima de todo. Me decanto hacia la izquierda pese a ser diestra y me gustan las gabardinas y las chaquetas de cuero... Pero siempre me ha gustado el número trece, tal vez por decir algunos que trae mala suerte y yo ir a contracorriente, tal vez porque nací un viernes trece, de junio, por cierto; mi cumpleaños a la vuelta de la semana. Y es que de pronto me gusta el 17 combinado con el seis... casi tanto como la Fever Tree con Citadelle y unos tacos de camarón con agua de jamaica.
Siempre supe que no estaba enamorado de mí. Tal vez lo estuviera de otra, alguna mujer inalcanzable que ignorara su presencia o alguna ex copretérita a la que echaba de menos en las tardes de luningo. No sé, tal vez, tan sólo lo supongo, sin certezas ni evidencias, que al fin y al cabo tampoco yo estaba enamorada de él. Nunca le pregunté, nunca me preguntó, coexistíamos simplemente el uno al lado del otro en ratos, noches y madrugadas. Conciertos, cenas y mediodías.
Sé que me quiso, probablemente mucho. O al menos eso decía con relativa frecuencia, incluso cuando estábamos follando él de repente me decía, "te quiero, te quiero mucho"... pese a mis reproches, no se le dice a una mujer que la quieres en esas circunstancias, nunca se lo va a creer. Tampoco antes, obviamente. Pero él me contradecía y decía que simplemente le parecía de una ternura infinita. Yo asentía y como tantas veces callaba. Al fin y al cabo yo también le quería. Aunque aquella primera vez, a pesar de su miedo a que yo saliera huyendo, como si tuviera algún lugar a donde ir más lejos de su abrazo y su mirada infinita, yo me quedara una vez más callada, sin respuesta.
Me hubiera gustado, ahora lo confieso, que hubiera caído en los sentimientos y comportamientos más abyectos. Que sintiera celos de que los hombres me miraran o de que algún intrépido ignorando su presencia a mi lado en "La piel del tripulante" se acercara a mí, que le molestase que sus amigos (algunos) opinaran que tenía un buen polvo y que más allá de códigos masculinos no hubiesen dudado en llevarme a la cama, que tal vez se hubiera pegado por mí en plena calle, que me llamase desesperado de deseo a las tres de la madrugada... no sé, quién sabe si malinterpretaba el amor y creía que sin semejantes muestras éste no era completo.
Y no, no es lo mismo querer que estar enamorado, porque a veces se puede querer como quieres a tu perro Óskar, ese amigo leal que siempre a tu lado sin reproches permanece. Pero qué se yo de amor, y de celos y de ternura... si nunca... bueno, sólo una vez creí querer, y ni siquiera entonces lo supe de cierto.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.