martes, agosto 28, 2007

Adivina quién viene a cenar esta noche




Hace escaso tiempo se discutía en otro blog acerca de los invitados sorpresa afirmando yo categóricamente que me parecía ridícula la opción de cerrar un blog porque alguien lo descubriera y leyera, un alguien obviamente que no nos resultara ajeno ni desconocido o anónimo y al que tal vez no recibiéramos de buen agrado entre nuestras letras sosteniendo que la mera existencia de poseer un blog implica cierta dosis de exhibicionismo.

Apenas han pasado un par de semanas y he cambiado radicalmente de opinión, tanto que en un acto casi desesperado y pueril he cambiado el nombre del blog, ligeramente, tan sólo añadiendo una s al final y rogando a ese Dios al que algunos le rezan para que sea suficiente y despistar a un cierto lector no deseado.

Es lo que tienen esas maravillosas herramientas que permiten identificar a tus lectores, su dirección IP, su localización, el número de veces que te visitan o el tiempo que supuestamente dedican a leerte y que de cuando en cuando te dan un susto como cuando esta mañana y tras muchos días sin mirar las estadísticas me encuentro con que alguien a las 8:30 se ha conectado desde cierto lugar del mundo y como Anette y yo ya nos hicimos íntimas reconozco perfectamente esa IP puesto que refleja mis propias visitas días atrás.

Cuando leí a Trybeca hablar de su invitado non grato traté de hacer un repaso mental de todas las personas que pudieran suponer eso mismo para mí. La lista se quedó en blanco y concluí pensando que eso a mí jamás me pasaría. Pero siempre hay alguien, debí de haberlo sabido, alguien a quien le negamos el derecho de descubrir ese otro yo que no por virtual deja de tener el mismo derecho a la existencia que el real... a la existencia, a la privacidad o a la intimidad.

El juego es que yo escribo y tú me lees (ya he dejado de asombrarme y preguntarme cómo es posible que alguien me lea). Yo muestro, cuento o exhibo lo que me apetece o me late. Íntimo, inverosímil, privado, ficticio, pudoroso, real, autobiográfico o exhibicionista. Tú no me conoces, no sabes nada de mí excepto por lo que aquí escribo y de tu lado está la potestad de creer, juzgar o construirte un personaje.

Escribo para que cualquiera me lea... sí, al menos así debería ser... pero hay algunos que precisamente no son cualquiera y por tanto quedan excluidos.

Este mediodía me llamó esa persona, hablamos de muchas cosas y ninguno mencionó el hecho que nos ocupa. Estuve tentada de un "creo que has descubierto mi rincón cibernético" pero callé y supongo que mejor así...

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