No es mi intención, lo juro... o tal vez sí, o tal vez sea inconsciencia, no colectiva, o provocación por mi parte. Aseguras que cada día que pasa me conoces menos, aun cuando creías conocerme y creías saberlo (casi) todo de mí, pensabas que ya poco o nada te sorprendería.
Hablo demasiado, lo sé, más de lo preciso, de lo que se espera y se quiere escuchar. Doy consejos que no me pide nadie aunque tú asientas, me digas cuanta razón tengo, cuán acertados y certeros son... obviamente no tienes ni la menor intención de seguirlos. Bien por ti, yo haría lo mismo. No cejo en mi empeño, pese a todo. Sigo llamando a las cosas por su nombre, diciendo lo que pienso sin pensar lo que digo y no me duelen prendas cuando se trata de poner las cosas claras. Si tengo que decir que eres un gilipollas, lo digo, que no me gusta, lo digo, que no pienso volver, lo digo...
No me conoces, es cierto y lástima que lo único que sepas de mí sea precisamente lo que nunca te hubiera gustado saber.