Heart with no companion
Probablemente, sin duda, si echara la vista atrás y leyese, por ejemplo, lo que aquí escribí hace justo un año, seguro que no me equivocaba si digo que te nombraba sin nombrarte. Hace ya un año y unos cuantos meses, verano del 2009, hiciste acto de presencia en eso que algunos se empeñan en llamar vida. No eras el más guapo, ni el más alto, ni siquiera tus chistes eran buenos, pero tu seguridad en ti mismo abrumaba y mi inconsciencia hacía juego con ella; que te lo dije a tiempo, no cariño, no es que sea valiente, es que soy una inconsciente, y tú dijiste vale y me subí a tu coche.
Desde entonces has entrado y salido tantas veces de eso que algunos llaman mi vida, que he perdido la cuenta de las veces que quise que te fueras, de las veces que te eché de menos. Incluso de que una vez te dije que creía que me estaba enamorando de ti, aunque el matiz estaba en el verbo creer, que por cierto tú no supiste o no quisiste ver... que joder, Dae, no me hagas esto, que esto no está bien... y seguiste conduciendo en una noche por carreteras sin nombre bajo la lluvia.
Que yo no sé filtrar, no sé determinar qué información es la adecuada, no sé callar si siento que tengo que contar; aunque bien sé que cualquier otra mujer con dos dedos de frente sabe retirarse a tiempo, sabe asumir lo inevitable y no dibuja una realidad paralela a su antojo. Pero no, yo no, yo hago declaración de intenciones y envío febriles SMS en plena madrugada. Lo que tú nunca entendiste es que yo no buscaba tu respuesta, yo no buscaba tu reacción, y a ti, que siempre decías que lo mejor de mí, a diferencia de otras, es que siempre era honesta, dejaba de gustarte mi sinceridad. Simplemente no entendía por qué debía callarme, por qué debía fingir una indiferencia que no sentía... que bien sé que es lo correcto, que es lo que se estila. Como siempre me decía Sal, nunca hay que dar un paso hasta estar convencida que no va a ser en falso; a la que por cierto nunca le gustaste, aunque eso fuera mutuo y se lo haya callado durante demasiado tiempo. Que ésa es otra, yo siempre defendiéndote, más por costumbre que por convicción. Incluso hace unos días, que me encontré por casualidad con el innombrable, el desaparecido, tu admirado y querido Gurb (que sí, que ya sé que es mutuo y la culpa es mía, no podía ser de otra manera). Que te nombró en la segunda frase, tras el saludo, y a partir de la quinta no dejó de hablar de ti, y ya te imaginas que no precisamente con cariño, que del amor al odio hay un paso; aunque yo permanecí inquebrantable a mi lealtad no elegida, cuestión de mal entender la educación, supongo. Pero, ¿sabes?, se acabó, y no, porque a partir de ahora cuando oiga que otros te critican, incluso tus alumnos, ¿sabes que una vez escuché una conversación en un garito de Cimadevilla entre dos chicos que hablaban sobre ti?, o con D., que jamás se atrevió a hacerlo abiertamente delante de mí, como si a mí me importase o no supiese que se callaba más de lo que contaba... No, no pienso a volver a defenderte... en realidad no pienso volver a hablar de ti. Y mañana por la tarde, cuando suene el teléfono, que ése es tu hábitat natural, los domingos por la tarde, no lo cogeré, sonará a ritmo de Mancini o lo que es peor, cortaré la llamada, y claro, como tú no lees esto tendrás que llegar tú solito a semejante conclusión.
Y el próximo en habitar el limbo será Gurb, aunque a éste no creo que le pille de sorpresa.
Y oigan, qué bien sienta sacar la goma de borrar, aunque una se quede sola, más si cabe... pero siempre me quedará Bruce, que la música nunca nos abandona... y qué ganas, y qué bien suena, y que ya queda menos... y siempre queda algún extraño, al que nunca se ha tenido y por tanto es fácil extrañar, al que apenas se conoce y por tanto es fácil imaginar, you know, que como decía el poeta, sé que existe porque yo le imagino. Aunque aún no haya aprendido a filtrar y a callar y a fingir y a limitar; aunque no deba decirlo, pero si lo siento, por qué habría de callarlo... miss you.
[Suena Leonard Cohen]