miércoles, mayo 12, 2010

(torpe)Mercernaria



Intento, he dicho intento, asumir mis contradicciones. Siempre (la mayor parte del tiempo) he estado sola por elección propia, y siempre, a un tiempo, me he sentido sola y deseado (tal vez no lo suficiente) huir de esa situación.

Me gusta llegar a casa y no tener que encontrarme con nadie. Poder organizar mi tarde, mi comida y mi espacio. Aunque odio cocinar sólo para mí y a medida que avanzan las horas y me sumerjo en otras vidas, siempre huyendo de mí misma –los libros y los escaparates ayudan- y va cayendo el día, comienzo a extrañar una mano tendida.

No se trata de tener a alguien dispuesto a escucharme, para eso basta descolgar el teléfono. Sé que hay quién se preocupa por mí, aunque sea en la distancia (y mi madre no cuenta), que sigue mis pasos tendiendo una red bajo mis pies (más dura será la caída). Puede que necesite sentirme querida y venerada, tenida en cuenta, admirada, idolatrada u odiada, lo que sea antes que provocar indiferencia; algo muy humano por otro lado. Pero tampoco es eso, ni todo lo contrario.

P.D. Janet Leigh en "Touch of evil" (Sed de mal).

Cadenas


Yo quería irme, aún quiero hacerlo. La noticia de esa rebaja del 5% (veremos en qué se transforma cuando llegue a la Administración Autonómica), alienta aún más mis ganas. Aunque ni siquiera tenga decidido un destino, Europa en todo caso; una gran ciudad, sin duda; una lengua accesible y siempre al norte, obvio. Dublín, Londres, Berlín, Amsterdam (el holandés, ese ruido de fondo, que decía siempre) o Estocolmo... Hago y deshago maletas; apunto y tacho ideas (terminar la filología y reconvertirme).

Sé bien que no lo haré… ya no. Que mis trayectos de ida siempre tuvieron vuelta, aunque no siempre regresara. Que me quedaré aquí, hasta la próxima, odiando mi trabajo; contando los minutos que quedan para que den las dos, los días para pedir un traslado, los meses para la próxima oposición; los años que juegan en contra (se te va a pasar el arroz, me decía alguien ayer antes de caer fulminado).

No sé en qué momento tiré la toalla, quizá el 19 de octubre de 2009 cuando ante el notario de punto (que sepa Vd. que a partir de ahora es rica, señorita), yo, la doña ‘hayquefomentarelalquiler’, estampé mi firma en un contrato de compraventa de piso en el centro con plaza de garaje y vistas (ni siquiera tengo que colgar cortinas). Y ahora, por más que lo intento - o eso me digo- no logro vislumbrar un futuro, y no me queda otro que mirar p'atrás para encontrar motivos.

P.D. 1 Elke Sommer y Paul Newman en "The price" (El premio).

P.D. 2 Me hacía gracia el gentilicio, hidrocálido; aunque siempre tuviese las manos frías –los inviernos eran largos.

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