Parecidos (no tan) razonables
Creo que era Charlotte, Sex and the city, la romántica empedernida, la que decía, en este mundo en el que tocamos algo así como a 15 mujeres por hombre (¿o era al revés?), por hombre en general, del género masculino, que si nos ponemos a hablar de hombres decentes, con un trabajo idem, responsables, aparentes y no moderadamente alcohólicos, seguro que la cifra se dispara, bueno, en fin, Charlotte sostenía que una mujer, desconozco si también un hombre, estaba predestinada a tener tan sólo un gran amor en su vida. Aunque luego creo que rectificó y hablaba de dos.
A mí sinceramente me parece un poco aterrador pensar que sólo una persona pueda llegar a ser el amor de tu vida, porque, qué pasa con el resto. Es cierto que en mi caso ya están precondenados a habitar el más inútil de los olvidos, y lo digo sín que me remuerda la conciencia. A rey muerto, rey puesto, ese ha sido siempre mi lema.
Pero digo bien, sí, aterrador, porque, y si no lo reconoces... Ya sé, ahora dirán que eso es imposible, que uno debe reconocer al amor de su vida a simple vista, basta un cruce de miradas y ya está todo dicho. Pero yo cada vez creo menos en los flechazos, sí en la atracción física y eso de que las feronomas se pongan en guerra, pero eso lo mismo me pasa viendo por enésima vez a Hugh Jackman en cualquiera de sus infames películas (hasta volví a ver Van Helsing una segunda vez, sólo por disfrutar de su presencia), como escuchando determinadas canciones (Tougher than the rest) con una copa de más o de menos (ginebra a ser posible), aunque si se cambia el escenario y me bebo una cerveza a solas viendo una foto de Hugh Jackman y escuchando la canción, imaginando que es él que me dice eso de "all you got to do is say yes", me sirve igual, y sí, lo sé, no se puede caer más bajo, aunque seguro que si cambio la cerveza por helado de dulce de leche, el efecto es el mismo, incluso sin foto y sin canción.
Debo confesar que últimamente esa idea no se me va de la cabeza. Ahora que he vuelto a una medio socialización con el género masculino, abocada al fracaso ya antes de iniciarse: es gay, pero no ha salido del armario (eso sólo me pasa a mí), comprometido o casado directamente, obviamente su mujer no le comprende, tiene novia pero no es celosa o simplemente le aburre, no soy su tipo pero sólo como amigos con derecho a roce le viene bien estos días, está loco por mí pero entonces soy yo la que no le corresponde. O como suele ser habitual en mí, al margen de su apariencia no hay nada digno de mención. Confesaré aquí que mi gusto en cuestiones masculinas tiende a ser pésimo, que mis relaciones han sido más que desastrosas y que no puedo echarle la culpa a algo tan manido como "todos los hombres son iguales", pero sí a "todos los hombres que me gustan son iguales", algo obvio, y así me va y me ha ido siempre.
Sólo hubo una excepción, y no hace tanto de esto. Por primera vez me divertía con un hombre que no era guapo, pero en cambio si tenía todo lo demás, un trabajo serio y decente, no era fumador empedernido y no le gustaba el fútbol, no se pasaba los fines de semana borracho ni las noches de los jueves inventando excusas para quedar con sus otras novias ("pero tú siempre serás la primera, para ti son los fines de semana"), conducía porque no le habían quitado puntos por dar positivo en el test de alcoholemia y estaba dispuesto a llevarme hasta el fin del mundo. Era inteligente y divertido, de gusto exquisito, medía más que yo (la única concesión que daba al aspecto físico) y además yo le gustaba, y me encontraba divertida y ocurrente e inteligente y sexy.... en fin, que era demasiado bueno para que yo me lo creyera o me lo tomara en serio. Tan acostumbrada a que me tratasen de del modo que me trataban, a mendigar abrazos, cariño y ratos para mí, que simplemente no me creía que pudiera ser de verdad, aunque supiera que ciertamente lo era. Y claro, entre tanta duda, entre tanto agobio, acabé mandándole a habitar el olvido. ¿Y si hubiera sido él y no supe reconocerlo?
A mí sinceramente me parece un poco aterrador pensar que sólo una persona pueda llegar a ser el amor de tu vida, porque, qué pasa con el resto. Es cierto que en mi caso ya están precondenados a habitar el más inútil de los olvidos, y lo digo sín que me remuerda la conciencia. A rey muerto, rey puesto, ese ha sido siempre mi lema.
Pero digo bien, sí, aterrador, porque, y si no lo reconoces... Ya sé, ahora dirán que eso es imposible, que uno debe reconocer al amor de su vida a simple vista, basta un cruce de miradas y ya está todo dicho. Pero yo cada vez creo menos en los flechazos, sí en la atracción física y eso de que las feronomas se pongan en guerra, pero eso lo mismo me pasa viendo por enésima vez a Hugh Jackman en cualquiera de sus infames películas (hasta volví a ver Van Helsing una segunda vez, sólo por disfrutar de su presencia), como escuchando determinadas canciones (Tougher than the rest) con una copa de más o de menos (ginebra a ser posible), aunque si se cambia el escenario y me bebo una cerveza a solas viendo una foto de Hugh Jackman y escuchando la canción, imaginando que es él que me dice eso de "all you got to do is say yes", me sirve igual, y sí, lo sé, no se puede caer más bajo, aunque seguro que si cambio la cerveza por helado de dulce de leche, el efecto es el mismo, incluso sin foto y sin canción.
Debo confesar que últimamente esa idea no se me va de la cabeza. Ahora que he vuelto a una medio socialización con el género masculino, abocada al fracaso ya antes de iniciarse: es gay, pero no ha salido del armario (eso sólo me pasa a mí), comprometido o casado directamente, obviamente su mujer no le comprende, tiene novia pero no es celosa o simplemente le aburre, no soy su tipo pero sólo como amigos con derecho a roce le viene bien estos días, está loco por mí pero entonces soy yo la que no le corresponde. O como suele ser habitual en mí, al margen de su apariencia no hay nada digno de mención. Confesaré aquí que mi gusto en cuestiones masculinas tiende a ser pésimo, que mis relaciones han sido más que desastrosas y que no puedo echarle la culpa a algo tan manido como "todos los hombres son iguales", pero sí a "todos los hombres que me gustan son iguales", algo obvio, y así me va y me ha ido siempre.
Sólo hubo una excepción, y no hace tanto de esto. Por primera vez me divertía con un hombre que no era guapo, pero en cambio si tenía todo lo demás, un trabajo serio y decente, no era fumador empedernido y no le gustaba el fútbol, no se pasaba los fines de semana borracho ni las noches de los jueves inventando excusas para quedar con sus otras novias ("pero tú siempre serás la primera, para ti son los fines de semana"), conducía porque no le habían quitado puntos por dar positivo en el test de alcoholemia y estaba dispuesto a llevarme hasta el fin del mundo. Era inteligente y divertido, de gusto exquisito, medía más que yo (la única concesión que daba al aspecto físico) y además yo le gustaba, y me encontraba divertida y ocurrente e inteligente y sexy.... en fin, que era demasiado bueno para que yo me lo creyera o me lo tomara en serio. Tan acostumbrada a que me tratasen de del modo que me trataban, a mendigar abrazos, cariño y ratos para mí, que simplemente no me creía que pudiera ser de verdad, aunque supiera que ciertamente lo era. Y claro, entre tanta duda, entre tanto agobio, acabé mandándole a habitar el olvido. ¿Y si hubiera sido él y no supe reconocerlo?