viernes, febrero 20, 2009

La indignación me persigue y yo no soy más rápida

Cuando esta semana en mi primer día de mi nuevo trabajo fui presentada a mi nuevo jefe y conducida a su despacho me temo que le abrumé con preguntas a las que ni sabía ni tenía ganas de contestar y le desconcerté desde el primer momento, cuando le tendí la mano adelantándome a cualquier otro movimiento, cansada como estaba ya de repartir tantos medios besos (odio eso de repartir pares de besos en las presentaciones de completos desconocidos).

Por fin me despedía, hasta la mañana siguiente y aludió a la persona que ocupaba hasta el día anterior mi puesto. "La interina esa", dijo literalmente, tenía revolucionada a la cuarta planta. No entendí la alusión a la cuarta planta, nosotros no ocupamos la cuarta planta. Tampoco entendí la alusión a la chica en cuestión. Supongo que eso interpretó en mi mirada de interrogación... "Nunca entendí por qué" dijo como a modo de excusa, "demasiado llamativa".

¿Cómo se supone qué debo entender eso? ¿Yo no soy tan guapa, tan llamativa para su gusto? ¿Acaso la nueva chica en la oficina debe de revolucionar a la cuarta planta y alguien se ha sentido decepcionado por qué no deja de ser del montón? ¿Si yo fuera un hombre alguien se hubiera molestado en juzgar la altura de mis tacones o el contorno de mis pechos? Es obvio que no. En todo caso prefiero seguir siendo la gran, gran desconocida (broma privada, el segundo gran es por la altura, y tampoco es que sea tan, tan alta).

Aunque supongo que podría haber sido peor y estar por debajo del montón.

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